MURCIA. "Y murió batiéndose heroicamente por una causa que no era suya. Su causa, la libertad, no había en España quien la defendiese".
Son nueve relatos cortos que escribió Manuel Chaves Nogales entre 1936 y 1937. Basado, según el autor, en casos verídicos que fue conociendo por su oficio como director del diario Ahora.
Relatos que nos acercan a aquel horror trasladando esa barbarie a unos protagonistas, tan humanos como tú y como yo. Llama la atención cómo un autor que estaba inmerso en lo que acontecía como director de un periódico de larga difusión y preparando su propio exilio pudo tratar la guerra con una perspectiva tan distante. Parece fruto de una retrospectiva y no de unos textos escritos en plena ebullición.
"Chaves Nogales siempre rechazó cualquier tipo de autoritarismos sin distinguir entre movimientos revolucionarios o facciosos"
Porque la Guerra Civil fue eso: el obrero Daniel, expulsado por el Consejo Obrero por defender su libertad; el camarada Valero, incapaz de ofrecer clemencia a su padre militar que iba a ser asesinado por sus propios compañeros; el abrazo del señorito Rafael al despedirse de su amigo Julián ya sentenciado; cómo consigue dormir, por fin, el miliciano Pedro tras perseguir las lucecitas espías toda la noche; la confusión de milicianos y delincuentes de la Columna de Hierro, terror de los propios republicanos; el trago amargo de Don Cayetano Tirón, jefe falangista, cuando confirma el fusilamiento de Rosario, Carmen y Adela, sus salvadoras en el hotelito; la madre del soldado que entra con el vigoroso y arrabalero Bigornia y su martillo de fragua en el Cuartel de la Montaña; la resignación del camarada Arnal, desubicado protector de tesoros artísticos que sucumbe a la barbarie; la templanza y valentía del caíd moro de la mehala que despreciaba la falta de espíritu en la contienda.
Y todo esto con milicias despiadadas, infelices combatientes que se retiraban a la primera de cambio, bombardeos inmisericordes, …
Manuel Chaves se declaraba como "pequeño burgués liberal" y republicano acérrimo. De hecho, el periódico que dirigía, Ahora, estaba cercano en su línea editorial con la Izquierda Republicana de Manuel Azaña. Siempre rechazó cualquier tipo de autoritarismos sin distinguir entre movimientos revolucionarios o facciosos. Se consideró cercano a otros autores liberales como Larra y consciente de la dificultad de que calara ese ideario en una España bisoña en estas lides.
En cuanto se produjo el Alzamiento, su postura fue clara y enérgica en contra de este. A favor del Gobierno legítimo y en contra de los movimientos violentos. Incluso en la época en la que el periódico fue incautado por las Juventudes Socialistas, tuvo expresiones más radicales. Sin embargo, el trascurrir de la guerra lo fue llevando a una posición más ecuánime y, sobre todo, más pesimista. Nunca se acercó al bando sublevado, pero sí puso distancia con los fanáticos revolucionarios cuando tomaron el control de la defensa.
Cuando el 23 de julio, resuelto el asalto al cuartel de La Montaña y con el convencimiento de que el Alzamiento había fracasado, se publicó el siguiente editorial en el periódico que dirigía. Creo que describe bien la mentalidad del autor. Pese al tremendo error en la perspectiva del control sobre la sublevación, destaco la frase "es una falsedad incompatibilizar la libertad y el orden, la democracia y la eficiencia", muy acertada en ese momento histórico, cuando las calles eran un hervidero de desórdenes y ademanes violentos. Aunque unos meses después no viera ningún rastro ni de libertad, ni de orden, ni de democracia ni de eficiencia por ningún lado.
Este libro no pretende mostrar una equidistancia o forzar una posición ambiguamente imparcial. Es un grito por la paz, la libertad y la democracia. Y un enorme quejido por la estupidez y la crueldad. Tal y como dice en el prólogo, "tanto o más miedo tenía a la barbarie de los moros, bandidos del Tercio y los asesinos de la Falange, que de los analfabetos anarquistas o comunistas".
Es un estímulo para leer e investigar la cruel historia de nuestro país. Probablemente, no seamos capaces de hacerlo de forma neutral y objetiva, pero podemos esforzarnos en intentar ser proporcionales y justos.