Con su segundo libro, 'El rastro de los rusos muertos', analiza la influencia de Putin en Occidente. El presentador del informativo nocturno de Antena 3 defiende que la TV es "imbatible" contando hechos a través de imágenes y la prensa, contando ideas.
MURCIA. Es uno de los rostros más populares de la televisión en España. Periodista, presentador y profesor universitario, Vicente Vallés (Madrid, 1963) se inició profesionalmente en la radio, en la Cadena SER, pero desde 1987 es un habitual de la pequeña pantalla. Ha recorrido los platós de TVE (en dos etapas), Telecinco y Antena 3. En esta última cadena presenta informativos desde septiembre de 2011, y actualmente conduce la edición de las 9 de la noche. Asimismo es ya un habitual entre los moderadores de debates electorales y atesora reconocimientos como el Premio Ondas (2016), la Antena de Oro (2014), Salvador de Madariaga (2009), o la distinción de la Asociación de Telespectadores y Radioyentes (2010), entre otros muchos. Su segundo libro, El rastro de los rusos muertos (Espasa, 2019), tiene por inquietante subtítulo Occidente en manos de Putin.
-El rastro de los rusos muertos es un libro que parece una novela negra pero quiere ser un relato de hechos, de investigación periodística. ¿De dónde ha sacado el tiempo para escribirlo?
[Ríe] Es complicado. De hecho, ahora estoy intentando escribir y lo consigo con dificultad, porque se hace difícil encontrar el tiempo. Intento hacerlo por las mañanas, cuando no tengo otras cosas. Tampoco tengo mucho rato, porque normalmente entro a trabajar entre las 11 y las 12 de la mañana. Cuando estoy en la fase de terminar el libro, ahí sí que aunque sea sacrificando las cuestiones familiares me encierro los fines de semana para sacar más tiempo y ahí disfruto más del trabajo de escribir y soy más productivo. Porque claro, cuando tengo sólo dos o tres horas se me queda muy corto. En ese momento en que uno coge fluidez es justo cuando tengo que irme ya a trabajar.
-¿Cuánto debe este libro a tus lecturas sobre la realidad internacional y cuánto a la preparación desde que recibes el encargo de la editorial?
Pues debo mucho a lo primero, sobre todo en el primer libro (Trump y la caída del Imperio Clinton, La Esfera de los Libros, 2017), que fue más una exposición de cosas que en su mayoría ya conocía e intentaba explicárselas al lector español. En el segundo, parto de ahí pero sí hay mucha más labor de investigación, de cosas que desconocía antes de ponerme con el libro.
-Si el presidente de Rusia puede interferir en las elecciones norteamericanas, ¿qué puede llegar a hacer con la política europea?
Lo hace, de hecho, lo que pasa es que aquí no han tenido tanto interés en provocar cambios electorales, sino más bien en alimentar problemas que cada país tenía previamente. Y creo que en eso han tenido un cierto éxito, dependiendo del interés que cada país les genere a ellos.
"Cuando algo es mentira, normalmente no aparece en muchos sitios. Cuando es verdad, suele ser contado en varios medios de comunicación"
-Desestabilizar, dividir a la opinión pública… decía en la presentación del libro que Rusia detectan problemas internos y los amplifica.
Sí, generar división y conflictos sociales y políticos. Conflictos que puedan debilitar la fortaleza internacional de cada uno de esos países. Lo consigue, en unas ocasiones con más éxito que en otros.
-Rosa M. Calaf nos dijo hace poco que “las mentiras hoy llegan más lejos porque están muy bien hechas". ¿Tiene el lector, el espectador, alguna forma de defenderse?
Hay una forma de hacerlo, que es intentar tú mismo confirmar los hechos. Cuando algo es mentira, normalmente no aparece en muchos sitios. Cuando es verdad, suele ser contado en varios medios de comunicación. De manera que yo creo que hay una herramienta para poder defenderse. Y lo más peligroso, fíjate, no son las mentiras completas, sino las medias verdades, porque incluyen una mentira pero que está escondida dentro de una verdad.
-Es decir, la media verdad suena verosímil.
Sí, hace mucho más complicado descifrarlo.
-Ahora sí está escribiendo un relato de ficción. Cuando un periodista escribe ficción, ¿huye de la realidad?
Sí, en alguna medida, pero es una ficción tan llena de hechos reales, porque hago bastantes tránsitos hacia el pasado y hacia el presente, que la mitad del relato es casi periodístico, aunque tenga una buena parte de ficción.
-Usted conduce un informativo nocturno de TV en horario de máxima audiencia. Se dice que cuando no hay imagen, no hay noticia. ¿Hasta qué punto puede el formato televisivo distorsionar la jerarquía informativa?
Es inevitable que la imagen influya a la hora de tomar decisiones en televisión sobre qué noticias se cuentan y cuáles no se cuentan, pero también es verdad que las nuevas tecnologías nos están permitiendo contar, por ejemplo con grafismo, noticias que antes eran mucho más difíciles de contar porque no había ni grafismo ni imágenes. Y en eso creo que Antena 3 ha dado bastantes pasos adelante con respeto a otras cadenas de TV y somos muy competitivos. Pero al final cuando hay una noticia muy importante, aunque no tenga imágenes la vamos a contar. Sí es cierto que de vez en cuando, cuando hay una imagen muy potente y llamativa, puede no ser mucha noticia pero tiene cabida también en los informativos porque es algo que interesa a la gente, y eso se tiene en cuenta.
-Hablamos de esa sensación de “me acaban de despachar en 25 segundos algo que en prensa ocuparía páginas y páginas, y a continuación, dedican 40 a una imagen muy espectacular que en el periódico apenas sería una nota breve”.
Exactamente, eso es una carencia de la televisión y lo otro es una carencia de los medios escritos. Porque por ejemplo, la televisión es un medio sensacional e imbatible para contar hechos con imágenes; la prensa es imbatible contando ideas, que a lo mejor no tienen imágenes pero que sí son relevantes. Y en eso sí nos diferenciamos, y al final eso aporta pluralidad.
-Hace poco, tras entrevistar a Pablo Iglesias, publicó un tuit que decía: Hace dos meses, las preguntas a Santiago Abascal me convirtieron en pijoprogre, prosoviético, feminazi y mercenario de la izquierda. Las preguntas de anoche a Pablo Iglesias me han convertido en franquista, neonazi, machirulo y mercenario de la derecha. Eppur si muove... ¿Estamos demasiado en el foco y somos el pim pam pum de la polarización?
Sí, somos parte de eso. No somos los únicos protagonistas, pero hay que asumirlo también con normalidad, es inevitable: hay una exposición de los periodistas en público porque contamos las cosas y a la gente que nos escucha le puede gustar más o menos o le puede no gustar nada. Hay que asumirlo como parte de la normalidad de nuestro oficio.
-¿Qué tipo de alquimia se requiere para conducir un debate muy marcado por reglas pactadas con los partidos sin que parezca encorsetado ni se le vaya de las manos al moderador?
Bueno, es que al final una cosa es que se establezcan una serie de normativas o de reglas y luego está lo que pasa en directo, y nadie te puede encorsetar las preguntas ni una repregunta. Y nadie puede encorsetar a los candidatos a la hora de acertar o equivocarse en sus exposiciones, de manera que por mucho que tú quieras controlar la altura de los atriles y cuánto tiempo habla no sé quién, al final eso tiene vida propia, afortunadamente. Eso es lo bueno, lo que permite a la gente aprovechar lo que se dice en los debates para tomar sus decisiones.
-¿Por qué muchos españoles de fuera de Madrid y Barcelona piensan que sólo se habla de ellos cuando ocurre un suceso?
Es posible que sea así y tengamos que asumir el mea culpa de que eso pueda ocurrir. También es verdad que puede ocurrir cada vez menos; ciertamente las noticias más relevantes da igual dónde se produzcan, que al final acaban apareciendo en los medios nacionales también.
"En un debate electoral, por mucho que tú quieras controlar la altura de los atriles y cuánto tiempo habla no sé quién, al final eso tiene vida propia, afortunadamente"
-¿También las positivas?
Sí, sin duda.
-¿Echa de menos la radio?
Pues sí, pero es un medio que echo de menos desde el principio, porque cuando yo estudiaba Periodismo quería trabajar en la radio. Y tuve la suerte de empezar allí, pero luego rápidamente pasé a la televisión por circunstancias profesionales… y siempre es un medio que ha quedado ahí pendiente, como si tuviera una deuda pendiente. Uno nunca sabe dónde va a acabar, pero al final he acabado haciendo carrera en televisión.
-Un compañero suyo en Atresmedia, Carlos Alsina, dice mucho que en las entrevistas se mide el músculo de los argumentos, hasta qué punto el entrevistado tiene razones sólidas o sólo una consigna mal digerida. ¿Cuál es el nivel de los políticos de hoy, en este sentido?
Es evidente que en una entrevista se puede desnudar un argumento si resulta no serlo, sino sólo una consigna o un eslogan, y eso ocurre mucho en política. No sólo en la española, por cierto, sino en general. Sí es posible que podamos echar un poco de menos el nivel dialéctico que pudieron tener otras generaciones de políticos, pero si eso fuera así, no creo que sea algo que se pueda circunscribir al ámbito de la política sino que quizá sea un problema nacional, de todos. Y a lo mejor nos lo tenemos que hacer mirar un poco. Es muy sencillo decir “los políticos son, los políticos son...”. Ellos son un reflejo de lo que somos todos, de manera que si son buenos es que todos somos buenos, y si no, hay que pensarlo para todos. Es que los elegimos nosotros.
-¿Qué retos le quedan?
Yo soy periodista, y si pudiera conseguir que se cumpliera un deseo, este sería el poder seguir haciendo muchos años lo que estoy haciendo ahora. Me gusta hacer el informativo de la noche en Antena 3 y me encantaría seguir haciéndolo muchos años más.