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Rubén Hernández (Errata Naturae): "La cadena del libro es insostenible"

4/10/2020 - 

MURCIA. Agitaron buena parte del panorama editorial español cuando decidieron dejar de publicar en marzo para pararse a pensar, algo verdaderamente insólito en la rueda frenética del capitalismo. Errata Naturae esboza ahora en una suerte de manifiesto unas decisiones editoriales que pretender cambiar el modelo actual tal y como lo conocemos: implantación de la semana laboral de cuatro días, aumento salarial como gratificación por una movilidad urbana más sostenible, fabricación de libros en papel 100% reciclado eco-diseño de libros 100% reciclables, autoproducción de energía, creación de nuevas redes de apoyo y mucho más. Hablamos de ello con uno de sus editores, Rubén Hernández. ¿Cómo es editar en estos Tiempos Modernos?

-El último libro de Errata Naturae llegó a las librerías el 16 de marzo y habéis dejado de publicar temporalmente por tres motivos: existenciales, ecológicos y económicos. Ahora volvéis a publicar. ¿Ya no hay razones para no hacerlo o más bien habéis encontrado una manera de dar la vuelta a la situación?
-Bueno, ojalá pudiéramos nosotros encontrar soluciones para un entramado tan complejo, no. Desde un punto de vista existencial, cuando decidimos dejar de publicar, a lo que nos referíamos era a que sinceramente sentíamos que necesitábamos tiempo para asimilar lo que estaba ocurriendo a nivel experiencial y personal, casi familiar y profesional por otro. Es decir, teníamos muchas dudas sobre cómo queríamos abordar no ya el futuro inmediato de cómo sobrellevar la pandemia, sino un futuro a medio y largo plazo de qué queríamos hacer después de ver que aquello que estábamos leyendo durante décadas se hacía realidad. Creíamos, además, que desde un punto de vista ecológico y de sostenibilidad había que cambiar muchas cosas para poder sentirnos más cómodos con nuestro propio criterio. Esos cambios sí hemos comenzado a hacerlos durante estos meses y hemos informado sobre ellos en un texto que hemos enviado a medios de comunicación y libreros. Obviamente, no es que nos hayamos caído de un guindo, es decir, son todo cosas que ya estaban muy presentes en nuestro catálogo y en las decisiones editoriales, pero las queríamos trabar y organizar mucho mejor. Esto son primeros pasos para trabajar de otro modo más responsable y consciente. 

-¿Y las cuestiones económicas por las que decidisteis dejar de publicar?
-Nosotros intuíamos que la bajada de ventas de los libros que fueran a salir durante el período del confinamiento iba a ser destacada. Piensa que nosotros somos una editorial que el nivel de rentabilidad que dan nuestros libros es muy majo, realmente. Las apuestas que hacemos, a veces, tienen un carácter cultural importante y la rentabilidad que hay es baja. Si además, el mercado bajaba, cabía la posibilidad de que esos libros, simplemente, no fueran rentable no ya económicos sino para sus propios autores. Y el respeto que queremos tener a los libros incluye, por supuesto, a los autores y traductores. No se trataba de retrasarlos porque sí, sino para tener la información suficiente de cómo evolucionaba el mercado en estos meses y buscar los momentos oportunos para cada libro.

-Decís en ese documento que esta es una decisión vuestra y que, desde luego, no juzgáis a otras editoriales que no hagan lo mismo pero sí precisáis que no hay renuncia alguna en la decisión, sino apertura a otras formas de habitar y disfrutar. “Se trata de reapropiarnos nuestras condiciones de existencia”, afirmáis. ¿También el ámbito laboral, no?
-Sí, claro. En la reflexión que hicimos los seis miembros del equipo durante estos meses era importante, por ejemplo, pensar en que desde 1919, desde la famosa huelga de La Canadiense en España, estamos trabajando ocho horas al día, cinco días a la semana. ¿Qué evolución ha tenido el modelo económico como para que con una tecnología monstruosa en comparación con aquella fecha sigamos trabajando y teniendo una relación de ocio y tiempo laboral exactamente igual a lo largo de un siglo? Es una cuestión ideológica, claramente. Reapropiarse de eso es ser consciente y buscar caminos para cambiarlo. Ahí nos hemos liado a hacer sábanas de excel. Y lo vamos a intentar. Otro ejemplo tonto puede ser la página web. Los presupuestos que recibíamos para poderlo hacerlo eran muy altos pero implicaban un nivel de dependencia enorme de todo tipo de cosas. Y nos paramos y pensamos: ¿por qué no intentamos hacerlo nosotros? ¿por qué no aprendemos? Reapropiarse de las herramientas y ser autónomos. Con el tema de la energía por ejemplo. 

-Hay otra decisión que tiene que ver con el papel. Vais a renunciar a hacer, por ejemplo, ebooks y os vais a centrar en el papel.
-Realmente, no hemos llegado a hacer ebooks nunca. Hay dos o tres ejemplos puntuales como prueba experimental. Las ventas en ebooks han sido marginales, sobre todo, si se segmentan por títulos o géneros. Es un tipo de lectura distinto. En nuestro caso era bastante irrelevante. Y luego, en términos culturales y estrictamente literarios, no nos gustaba porque cuando hacemos maquetas de un libro tenemos en cuenta un montón de detalles (elección del papel, tipografía, interlineado, la caja, etc). Todo eso con el ebook se va por la borda. Hay trabajo ortotipográfico, pero no de edición. Por otro lado, está la cuestión ideológica, es decir, el uso que hacen las plataformas de tus datos cuando estás leyendo un ebook. Cuando los editores colegas nos volcaban en la edición digital y nos llegaron un montón de propuestas para digitalizar la editorial, pues estuvimos dándole muchas vueltas. La decisión de momento ha sido seguir editando en papel, al menos de momento. Veremos qué sucede dentro de unos años.

-Otro mundo digital es el de los audiolibros...
-También, pero fíjate que me sentiría más cómodo ahí porque, al final, la literatura nació con una gran componente oral. Ahí se forja algo bonito, cuando uno le lee a otra persona. Pero creo que es una experiencia distinta, que no es sustituible a la lectura, es otra cosa. Lo podremos valorar también en un futuro.

-Con respecto al papel, ¿qué decisión habéis tomado?
-Fue una investigación de fondo que nos llevó bastante tiempo. Por desgracia, llegamos a la conclusión de que los sellos FSC o PEFC no te voy a decir que sean una engañifa porque no lo son, simplemente no son una garantía absoluta ni mucho menos, tampoco. Simplemente digo que, por ejemplo, cuando Greenpeace rompe con FSC creo recordar que el momento de la ruptura viene determinado porque FSC avala un papel proveniente de bosques primerios en zonas de la Taiga siberiana. Es decir, que se dan distintas circunstancias en distintos lugares del mundo donde todo eso se convierte en un la “lava-conciencias” para los editores pero que nuestra labor es saber de qué árboles viene exactamente e intentar hacerlo con el máximo cuidado en términos de sostenibilidad. 

-Presentáis a la vez un proyecto para una asociación, movimiento o red para la transición ecológica del libro. Y os preguntáis: ¿se podría mejorar la eco-concepción del libro (elecciones de papel y de tinta) para garantizar un menos impacto ecológico? Y yo no sé si esto que habéis hecho vosotros podrán "permitírselo" gigantes editoriales. 
-A mí no me gusta, la verdad, la idea del “permitírselo”, no me gusta enfocarlo desde ese punto de vista porque creo que no refleja bien cuál es la realidad del problema. Es decir, lo que no podemos permitirnos ninguno es seguir produciendo de una manera insostenible. Ni las grandes ni las pequeñas editoriales. Ahora bien, dentro del modelo editorial, obviamente, las grandes pueden hacerlo con mucha mayor facilidad que las pequeñas porque tienen unos recursos inmensamente superiores y unos márgenes muy superiores también. Te digo una cosa con honestidad: muchas de las decisiones que hemos tomado no alteran de manera sustancial los costes. Varían el enfoque simplemente. Hay editoriales que tendrán otros caminos para la búsqueda de la sostenibilidad. Lo que hemos de asumir es que toda la cadena del libro es insostenible en términos ecológicos y cuando antes empecemos a hacer esfuerzos, antes llegaremos a un modelo que permita pensar que el libro va a poder sobrevivir más tiempo.

-Por último, lanzáis algunas novedades en torno al tema de la ecología. Y me gustaría  hablar de dos títulos especialmente: “El murciélago y el capital” y “Aprender a vivir y morir en el antropoceno”. 
-Del primero te diría que es el ensayo referencial de esta pandemia. Andreas Malm, el autor, es el gran especialista en esa cuestión y estaba inédito en castellano. Tiene un perfil de erudito sobre la cuestión con una bibliografía estupenda pero también es muy activista, incluso con cierto expediente policial con actos de sabotaje. Es un libro importante para leer ahora que ha escrito desde marzo hasta mediados de verano aprovechando un background de diez o quince años que ha puesto sobre la mesa en relación con lo que ha ocurrido. A mi juicio, está en otro nivel con respecto a otras cosas que hemos leído estos  meses y que tenían un nivel de profundidad menor. Y con respecto al segundo libro, tiene un tono muy distinto, más narrativo y experiencial, con cierto hálito político. La idea de fondo es que vivimos en una situación donde la palabra ecocidio la resume muy bien. Y lo primero que debemos hacer es asumir eso y crear una conciencia global sobre un escenario que es trágico en el sentido griego de la palabra. No está en nuestra manos evitarlo pero sí evitar las peores consecuencias o diluirlas en un tiempo suficiente para que no generen el peor de los escenarios posibles. El libro propone un cambio de conciencia epocal. Ni el negacionismo ni el buenrrollismo. No vale ninguna de las dos cosas.

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