VALENCIA. La parte del sumario del caso Erial recientemente conocida incluye una rocambolesca historia sobre una estafa sufrida por Joaquín Barceló, el considerado por los investigadores como testaferro del exministro Eduardo Zaplana, y que bien podría ser un guión de película.
Entre la amalgama de operaciones que los investigadores detectaron en relación con la presunta trama de mordidas se encontraban dos traspasos de 300.000 euros desde una sociedad pantalla panameña, Plaza Fountains, a una cuenta de Francisco Pérez López. Expresidente del PP en Benidorm, y conocido como "Paco el Gasofa" por regentar una gasolinera en Finestrat, se le señala como uno de los colaboradores de Zaplana.
Durante su declaración ante la juez, se le preguntó por este movimiento, a lo cual respondió que no recordaba nada. Pero tiempo después, su abogado, tras recabar la información, dirigió un escrito al juzgado para explicar que la cantidad correspondía a un préstamo que le hizo a Joaquín Barceló como parte de un acuerdo con terceros para la venta de una finca rústica de su propiedad situada en Polop de la Marina en 2011. Una operación que, señaló, culminó en una sonora estafa de la que fue víctima y que denunció en la Brigada Provincial de Policía Judicial de la Comisaría Provincial de Alicante. Documento que la defensa de "El Gasofa" adjuntó.
En él consta el relato de lo ocurrido en ese año realizado por el propio Barceló, quien decidió poner a la venta una finca rústica publicitándola en varias inmobiliarias. Un amigo suyo le comunicó que conocía a una persona que tenía contactos con empresarios de nacionalidad rusa que podían interesarle y, transcurridos unos días, le llamó una persona de parte de ese amigo que se presentó como agente comercial. Éste acudió a la finca acompañado de otro al que denominó "ojeador" y, tras decirle Barceló que el precio mínimo era de 1,8 millones, le anticipó que quería pagar parte del dinero en "B".
Posteriormente, el citado "ojeador" volvió a citarse con Barceló en varias ocasiones, en las que le indicó que tenía un empresario ruso interesado en la compra y le pidió que subiera el precio de la venta para poder cobrar él una comisión de 300.000 euros. Así lo acordaron, y concretaron una cita al día siguiente en el hotel Meliá de Alicante.
Allí le esperaban el agente comercial y el "ojeador" para cerrar los detalles de la operación, que debía realizarse en Barcelona, e informarle de que el comprador era un importante hombre de negocios que se dedicaba a la compra de diamantes. Días antes de trasladarse a esta ciudad, el "ojeador" le exigió cobrar la comisión por anticipado o, si no, no podría concluir la venta de la finca. Al no disponer de ese dinero, Barceló se lo pidió a "El Gasofa" y éste accedió. El trato era que cuando el primero cobrara, debía dar instrucciones a su amigo para que le entregara los 300.000 euros.
Y así llegó el día de la operación, con el acuerdo de que el pago de la finca consistiría en uno en metálico de 1,4 millones de euros a firma de contrato y el resto (800.000 euros) en la notaría cuando se formalizara la escritura. De un hotel de Barcelona, tanto el agente comercial como el supuesto pagador en representación del empresario se trasladaron a otro y este último le ordenó a Barceló que subiera a una suite con él.
Allí lo sentó en el extremo de una mesa aparador grande con cajones y puertas, mientras en el otro se encontraba el pagador. Y comenzó a sacar fajos de billetes de 500 euros hasta llegar a un total de 28, los cuales iba contando el pagador delante de Barceló pero sin permitirle tocarlos. Finalizando el recuento, sacó tres montones de billetes, en los cuales se apreciaba que el primero era verdadero, y los metió en una maleta con cerradura y contraseña.
Tras preguntarle a Barceló si todo era correcto y decirle él que sí, le transmitió que llamara a su amigo para que le hiciera la transferencia al "ojeador" con la comisión prometida. A la vista de que el negocio se estaba llevando a cabo satisfactoriamente, Barceló dio la orden a "El Gasofa" de que entregara los 300.000 euros.
Tras todo esto, ya se podía marchar para la firma del contrato de venta de la finca. El "pagador" se fue con la excusa de que tenía que recoger al comprador del aeropuerto, pero no volvió a aparecer, de manera que al no tener noticias, el agente comercial lo llamó sin que le concretara cuándo iba a llegar. Ante esta situación, Barceló pidió la contraseña de la maleta, que no le fue facilitada, de manera que se dirigió al baño del vestíbulo del hotel para abrirla a golpes y comprobar la sorpresa: que los fajos de billetes eran fotocopias y sólo eran auténticos con los que comenzaba cada montón.
Al comprobar la estafa, exigió al agente comercial el contrato de compraventa de la finca y decidió abandonar Barcelona. Meses después, denunció lo sucedido en la comisaría de Alicante, donde aseguró que no lo había hecho antes por miedo a posibles represalias hacia su familia y su entorno, motivo por el que tampoco facilitó el nombre de "El Gasofa" como la persona que le prestó el dinero.