CRÍTICA DE CINE

'Pinocho': La versión más lúgubre del cuento

18/09/2020 - 

MURCIA. Pinocho nunca pasará de moda. Siempre será una de las figuras más queridas de la cultura popular, siempre habrá un nuevo creador que utilice su universo para ofrecer una nueva lectura o una revisión de sus principios fundamentales. Esa es su principal magia, su capacidad para concentrar los retos y los miedos que provoca el aprendizaje, el camino hacia la madurez. Al fin y al cabo, su protagonista es una marioneta que siempre toma el camino equivocado, que se deja engañar y llevar por lo fácil, que miente, convirtiéndose así en una metáfora de la condición humana.

Apareció en las páginas de un periódico del siglo XIX en Italia de la imaginación de Carlo Collodi, que más tarde reunió sus aventuras en un libro ilustrado por Enrico Mazzanti. En principio no se trataba de una historia para niños. Había demasiados episodios crueles y todo un itinerario en el que salían a relucir las miserias del hombre, que nos llevan de paseo por la codicia, el engaño y la explotación.

Su primera adaptación, en 1911, fue un filme mudo del que solo se conservan algunas escenas y en 1935 se intentó hacer en Italia una versión animada que no consiguió terminarse. Poco después Walt Disney compraría los derechos convirtiendo a Pinocho en un icono universal.

Después de Blancanieves y los siete enanitos, Disney tenía la ambición suficiente como para demostrar hasta qué punto había perfilado su técnica y vertió todos esos conocimientos en la que se convertiría en una de sus películas más complejas y barrocas, visualmente exuberante y llena de ideas portentosas. Es cierto que dulcificó el relato primigenio, pero no escatimó en elementos oscuros. Sigue siendo una de las películas más importantes de la factoría animada.

'Pinocho'

En formato televisivo destaca la serie de 1972 dirigida por Luigi Comencini para la RAI, Las aventuras de Pinocho, con Nino Manfredi como Geppetto que marcó a toda una generación y que le devolvía a la historia ese halo de podredumbre moral que siempre le acompañó.

Muchos años y adaptaciones después, Roberto Begnini aportó su propia interpretación, que no terminó de funcionar. Siempre le habían dicho que, por sus características físicas, era ideal para convertirse en Pinocho, entre ellos el maestro Fellini, con el que trabajó en su última película, La voz de la luna. Sin embargo, ha sido encarnando a Geppetto cuando ha conseguido alcanzar una interpretación memorable, entre la fragilidad y la tristeza. Lo hace en la última versión que ha llevado a cabo Mateo Garrone, en la que el director intenta capturar la esencia primigenia del libro y las ilustraciones originales con toda su carga de crudeza, de violencia y de sordidez.

Resulta curioso que Garrone, que se convirtió en uno de los exponentes del naturalismo más descarnado gracias a Gomorra, haya virado hacia territorios más alegóricos desde que dirigiera El cuento de los cuentos. Eso no quiere decir que haya abandonado la realidad como objeto de estudio, pero sí que es cierto que, de un tiempo a esta parte, ha preferido abordarla utilizando el elemento fabulador para acercarse de una manera más imaginativa a las contradicciones y miserias del ser humano.

Los cuentos para Garrone, como también lo eran para Collodi, no son precisamente lugares confortables. De hecho, Pinocho podría ser casi una película de terror, aunque no se necesite recurrir a ese género para generar miedo y desasosiego. Hay suficientes episodios dentro del trayecto de la marioneta que cobra vida que resultan sobrecogedores y que, en esta ocasión, no pierden ni un ápice de su capacidad corrosiva.

'Pinocho'

Garrone siempre había acariciado la idea de llevar esta historia a la pantalla. Para materializarla ha utilizado la tecnología, pero con un toque artesanal. Los personajes de fantasía se han caracterizado a través de maquillaje protésico, lo que dota a cada uno de ellos de una especie de extrañeza grotesca que al principio repele y después provoca una especie de extraño magnetismo.

Nos adentramos así en un universo que bascula entre la magia y la pobreza más absoluta. Entre la belleza, la pureza del Hada Azul y la truculencia de los personajes del Zorro, el Gato y el Cochero de la Isla de los Juegos, que representan un mundo degradado en el que no parece haber lugar para la inocencia.

Garrone va repasando los capítulos más importantes del cuento como si los viéramos por primera vez. Cada episodio es de sobra conocido, pero el director consigue que adquieran una personalidad independiente entre el neorrealismo y la fantasía. Es una película que provoca terror y ternura al mismo tiempo, y que habla de la soledad, de la infancia, de la vejez, del sentimiento de orfandad, de las heridas del tiempo, de las carencias económicas, de la soledad, de la muerte y de la necesidad de abrazar la imaginación para salir de una realidad asfixiante.

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