MURCIA. No es ningún secreto que el abalismo anda muy deprimido ante lo sucedido la semana pasada. Y es normal, claro. José Luis Ábalos era un poder fáctico en la ciudad de Valencia, con acólitos que se movían y tenían influencia en dicho ámbito, y gracias a su firme apuesta por Pedro Sánchez en la lucha por el liderazgo del PSOE en 2017 dio un salto que pocas veces se ha visto: de diputado nacional a secretario de Organización del PSOE (número tres del partido, con el poder orgánico en sus manos), y un año después también ministro de Fomento. Nada mejor que las obras públicas para quedar bien con gente, sean los suyos (aupados a puestos de responsabilidad en grandes empresas públicas, generalmente no vinculadas en absoluto con la formación ni la experiencia de los nombramientos de Ábalos), sean las agrupaciones del PSOE a lo largo y ancho de toda España.
Han sido cuatro años de gloria para Ábalos, que también le han permitido fortalecer singularmente su posición en la Comunidad Valenciana, como alternativa al presidente de la Generalitat, Ximo Puig, y la escuadra lermista que manda en el partido. Un pulso que comenzó con acritud, presentando a un candidato alternativo a Puig para regentar la secretaría general del PSOE, Rafa García, y luego tendió a atemperarse (en parte por los esfuerzos de Puig por tender puentes con Pedro Sánchez), pero que siempre estaba ahí. Apenas ha pasado un mes de la última de las declaraciones desafiantes de Mercedes Caballero, líder del PSPV de la provincia de Valencia y mano derecha de Ábalos: "Si Ximo Puig quiere un congreso tranquilo, tiene que integrar". Será interesante ver ahora las condiciones exactas de dicha integración.
De todas formas, está por ver si la caída de los abalistas en la Comunidad Valenciana, aunque sea previsible, es tan dura como la del propio Ábalos. Parece difícil que así sea, porque es complicado pensar en una caída tan inesperada y abrupta como la de Ábalos. No es sólo que Pedro Sánchez se haya desembarazado de uno de los principales apoyos tanto en el Gobierno como en el partido; sino que, además, lo ha hecho de un plumazo, sin dar un mínimo aviso de sus intenciones, cogiendo al afectado totalmente de improviso. Es más: con el detalle inequívocamente perverso de consultar con Ábalos los cambios proyectados en el Gobierno... ¡salvo el suyo!
Se han dicho muchas cosas de Ábalos, muchas de ellas negativas. Pero siempre se ha reconocido que es un político que tiene palabra, y que es leal a los suyos. Es algo que no puede decirse de Pedro Sánchez: la capacidad del presidente del Gobierno para desdecirse de sus palabras y traicionar a enemigos, amigos y aliados comienza a adquirir proporciones míticas. Además, la "reconciliación" con sus enemigos íntimos dentro del partido tiene una clara lectura en sentido contrario: Sánchez, en lo que posiblemente sea la principal novedad de esta reforma de Gobierno, no sólo se ha llevado por delante a los suyos, sino que también ha incorporado a varias mujeres jóvenes, la mayoría de ellas alcaldesas de ciudades de tamaño medio, con el indisimulado propósito de tenerlas en la recámara por si surge la necesidad (o cabría decir, más bien, la oportunidad) de sustituir a alguno de los barones díscolos por alguna de dichas ministras. Es así con Aragón (Javier Lambán y Pilar Alegría), Castilla-La Mancha (Emiliano García-Page e Isabel Rodríguez) y, por supuesto, la Comunidad Valenciana (Ximo Puig y Diana Morant), aunque la exalcaldesa de Gandía provenga inequívocamente del sector del presidente de la Generalitat. Nunca se sabe, y menos aún con Pedro Sánchez de por medio.
La reforma gubernamental ha sido, en suma, profunda y en muchos aspectos inesperada. Pedro Sánchez ha reformado prácticamente la mitad de su Gobierno y se ha desembarazado de su número dos en el Gobierno (Carmen Calvo), de su principal asesor y jefe de gabinete (Iván Redondo) y de su número dos en el partido (José Luis Ábalos), entre otros. No es poco. De hecho, nunca se ha visto nada igual. Sin embargo, está por ver que sirva al propósito que siempre se enuncia cuando suceden estas cosas: aportar un nuevo impulso al Gobierno y recuperar la iniciativa.
La inmensa mayoría de la población asiste a este tipo de historias con indiferencia o, en todo caso, con afán por disfrutar del espectáculo. Sirve para copar unos cuantos titulares, pero luego lo que marca el voto de la gente, que es de lo que se trata siempre con todas y cada una de las decisiones de Pedro Sánchez (que generalmente consisten en anunciar decisiones, a menudo muchas veces la misma decisión, más que en llevarlas a cabo, que eso ya es otra historia), depende más de las tendencias de fondo y de una percepción general de la situación (política, económica y social) que no puede virar por muchos anuncios espectaculares que hagas. Queda en el recuerdo la amplia remodelación del Gobierno diseñada por José Luis Rodríguez Zapatero en octubre de 2010. Otro intento por recuperar la iniciativa política y enmendar el rumbo, que también generó muchos titulares en su momento... Pero luego las elecciones, en mayo y en noviembre de 2011, fueron desastrosas para el PSOE.