BRUSELAS. El mundo entró en modo pánico a finales del AñoZero, cuando el servidor del mayor buscador del mundo cayó. Fueron menos de 24 horas. On line sonaba Feinstein, “As time goes by”, cuando apareció una ventana emergente en la pantalla de los ordenadores personales que hace 50 años servían para trabajar y socializar, con un hardware hoy obsoleto, sobre la mesa del comedor. Una ventana amenazante rezaba: “panic (cpu 0 caller 0xffffff701f78e17c): sleep transición times out after 180 seconds after creating hibernation calling rootDomain’s state changes…”.
No era la primera señal pública, la primera amenaza. ELLA estaba al acecho desde que apareció el virus, desde que la covid-19 entró en nuestra vida para no marcharse jamás. Ya al inicio de la pandemia global que sumió al mundo en la oscuridad y las tinieblas, los hackers lograron penetrar en el sistema sanitario español, bloqueando los servidores de hospitales públicos y centros de salud, bloqueando la vida…
Sólo en ese país de la ZonaSur del Territorio-Europa, su Gobierno sufrió en seis meses tres ciberataques en el sistema informático de salud pública, con el envío a los profesionales sanitarios de miles de correos electrónicos con un “virus muy peligroso”. En uno de los casos, el ataque provenía de un conocido y prolífico pirata informático de 16 años. El resto, parecían ensayos anónimos sobre la vulnerabilidad de los gobiernos y su dependencia vital de la red.
A las puertas del invierno del AñoZero, la Tieta dejaba constancia de cómo ELLA iba preparando el camino para el Health al que habían sido tan remisos los gobiernos sociales del mundo, que preferían controlar la salud de sus ciudadanos directamente como una inversión en salud antes que como una gasto o una rentabilidad al servicio de las multinacionales del sector sanitario.
En aquel momento, en los países donde los ciudadanos no estaban protegidos frente al virus por sus gobernantes, como en Estados Unidos, un tratamiento contra la covid-19 a vida o muerte, costaba hasta 70.000 euros. El tratamiento de su presidente, infectado pese a su escepticismo, costó 650.000 dólares de la época. No tardarían en llegar las criptomonedas, y el concepto de propiedad y dinero devendría un concepto vital, ligado a la vida y a la muerte, a la libertad y a la seguridad…
En aquel momento, un hacker de 16 años podía provocar una catástrofe mundial… Pero también alguien con intereses económicos. Porque una semana antes fue EMA, la Agencia Europea del Medicamento (por sus siglas, en inglés), la que sufrió un ciberataque en su sitio web. La EMA estaba en pleno proceso de autorización de varias vacunas, días antes de aprobar la primera contra la covid-19 que inmunizaría a la mitad de la población europea en seis meses, a más de 200 millones de personas. Había muchos intereses para los gobiernos para ser el primero en vacunar masivamente.
Los primeros receptores serían los ciudadanos más vulnerables y los trabajadores esenciales para el proceso productivo la sociedad, con el concepto de productividad que tenía entonces la presencialidad de ciertos sectores profesionales. No tardaría en llegar el 6G, el internet de los sentidos, con la popularización del holograma en las aulas y del beso online, con tacto y sabor incorporado ;-).
David y Laura seguían teniendo una cena pendiente sin holograma, como les gustaba…, recordando tiempos pasados, cuando la gente hacía quedadas telemáticas o tenía una cita romántica a través de la pantalla. Era más fácil para esquivar a ELLA, sobre todo si encontraban un hueco en el nodo de la red o tenían suerte de que se cayera el satélite. Los hackers hacía tiempo que habían pasado al OtroLado, con la Tieta. Y allí seguían.
La noche caía, como la lluvia abriéndose paso entre las ondas, las luces láser y los drones… El gris de la tarde había desaparecido para dar paso a un puzzle de pequeñas luces en el horizonte, con el espectro en ruinas de La Villa desafiando a la Luna, tan lejos y tan cerca.
-Laura, ¿sigues ahí? Tengo problemas para desconectar el chip. Creo que esta noche tampoco vamos a poder vernos sin tocarnos. No quiero tu holograma, me basta con tu sonrisa…
-David, no va a ser posible. El último ciberataque ha extremado la seguridad en la red. Ya ni siquiera pudo contactar con mis alumnos por holograma, han entrando en pánico…