MURCIA. Hablar de Mieke Bal es hacerlo de una de las teóricas culturales más influyentes de las últimas décadas. Pero también de una crítica de arte, comisaria y artista visual. “Soy académica. No he cambiado de carrera”, asegura ella, para quien todas estas facetas forman parte de un todo, de “hacer lo mismo, pero con diferentes medios”. Hablar con Mieke Bal es hacerlo con una persona cercana y afable, que transmite esa libertad de la que está impregnada su obra y una energía que le impulsa a seguir investigando, a pesar de que de vez en cuando haya anunciado, con la boca pequeña, que “éste será mi último proyecto”. Se ríe porque sabe que no será así. La académica tiene un gran sentido del humor y sonríe a menudo con los ojos; azules, penetrantes y amables.
Mieke Bal (Países Bajos, 1946) ha vuelto a Murcia, su ciudad favorita de España, para inaugura la obra audiovisual ‘Don Quijote: tristes figuras’ en la sala de exposiciones de la Facultad de Bellas Arte de la Universidad de Murcia, donde podrá visitarse hasta el 7 de enero de 2020 (anteriormente estuvo en Suecia). “Murcia supuso mi entrada en la cultura española y el primer lugar donde he colaborado con compañeros académicos y artistas de este país. También es donde he hablado español por primera vez y he comprobado como los españoles aprecian que hables su idioma. ¡Son tan amables! Para mí esa es una condición para trabajar bien. La colaboración es esencial, no me gusta el trabajo en solitario y en Murcia es un placer”.
Antes de comenzar la charla, avisa de las carencias de su español. No era preciso: la académica holandesa es capaz de pronunciar mejor “interdisciplinariedad” que la persona que firma esta entrevista. También es capaz de imitar el acento murciano.
“Lo que quiero transmitir con esta instalación es que la lectura de Don Quijote, como un hombre que se ha vuelto loco por la lectura y vive una serie de aventuras locas, es completamente falsa. Para mí es el inverso. La locura está en el mundo de violencia, de esclavitud, que vivieron Cervantes y su personaje. Es una interpretación que implica también la idea de la ficción como cura, casi como psicoanálisis a través de la imaginación”, explica Mieke Bal, quien añade que “he hecho un trabajo a partir de la novela, con diálogos derivados del texto, porque también es un homenaje a Cervantes”.
en esta muestra está también la idea de la ficción como cura, casi como psicoanálisis a través de la imaginación”
Como ocurre en todos sus trabajo, el tema social cobra una especial relevancia en la muestra, donde la artista ha querido “crear un ambiente en el que los visitantes se sientan cómodos e implicados para que tengan empatía hacia los personajes que sufren y que, de esta manera, puedan experimentar también esta empatía en el mundo real hacia la gente que parece loca solo porque son distintos. No es una razón para rechazarlos de la humanidad. Espero crear un sentimiento, una emoción, que pueda ayudarles en su vida”.
Para ese diálogo entre la obra y el espectador, Mieke Bal ha creado “unas condiciones derivadas del teatro, donde hay ficción, hay emociones y ¡hay sillas! En un museo puedes pasar un tiempo limitado porque no es posible estar de pie más tiempo. Me duele la espalda solo de pensarlo. Por eso hemos colocado bancos y sillas para que todos puedan tomar y dar su tiempo a lo que ven. Todas las piezas son cortas, no hay linealidad, es como una cadena de monitores y fotografías”.
“Quiero dar al visitante libertad, estimular e invitar a la reflexión, pero sobre todo que tengan la libertad del tiempo que se van a quedar con cada imagen”, asegura la artista, quien considera que "si el artista piensa como activista, está determinando lo que tiene que experimentar el espectador, actúa como un dictador, y ya está el mundo gobernado por dictaduras democráticamente elegidas; es la paradoja de nuestro tiempo. En el arte activista hay un riesgo de ser dictatorial, con todo el respeto si se hace por buenas causas. Pero yo creo en un arte activador más que en el activista”.
"si el artista piensa como activista, está determinando lo que tiene que experimentar el espectador, actúa como un dictador
La teórica holandesa señala que “a través del Quijote abordo temas que son completamente actuales, como es el de la esclavitud. Hay 45 millones de esclavos en el mundo; no lo sabemos, pero están aquí. También reflejo la opresión patriarcal que persiste y la comunicación difícil si hay diferencias de clase, de género, de idiomas… Hay una escena en la instalación en la que Sancho y don Quijote pelean porque no se entienden. Don Quijote rechaza entender a Sancho porque considera que no habla bien. Y Sancho habla muy bien, pero distinto, diferente. Esa no es una razón para rechazar la comunicación”.
“Creo que mi educación en estudios literarios es muy importante, muy útil para hacer arte. La imaginación es algo que entiendo y que siempre he entendido. En los libros es la imaginación lo que pongo en la mesa. Hacer arte ha sido un paso muy pequeño, una actividad distinta, con algunas dificultades financieras, pero con algunas ventajas como las colaboraciones que han sido un placer”, explica Mieke Bal, quien asegura que “todavía soy académica, todavía escribo libros. Hacer arte es un poco lo mismo, pero con medios diferentes. Hay gente que piensa que he cambiado de carrera, pero no”.
Esa libertad de pensamiento de Mieke Bal también se traduce en la interdisciplinariedad (y ahí está la palabreja que pronuncia perfectamente). Para ella “es una relación de igualdad, dialógica, no jerárquica, íntima. Para conseguir una buena interdisciplinariedad tienes que ser bueno en más de una disciplina. En mi caso, llevar la imagen en la literatura al plano visual es un caso de interdisciplinariedad. Transdisciplinariedad es lo peor, es como el Transiberiano, todo es cerrado, no se hace caso de las demás, vas de una a otra disciplina, como si no hubiera influencia entre ellas”.
La autora también destaca por sus trabajos sobre el feminismo, del que dice: “Es una de las corrientes más importantes de la segunda mitad del siglo XX y ha cambiado mucho las cosas, no bastante, pero mucho. Hay una práctica en la vida que es invisible, en la sociabilidad, pero también una necesidad de colaborar con otros”.
Mieke Bal finaliza este sábado su estancia en Murcia y ya tiene citas concertadas en distintos países para exhibir la instalación multicanal ‘Don Quijote: tristes figuras’, en la que han participado diferentes instituciones europeas y que en Murcia ha contado como productores a Miguel Ángel Hernández e Isabel Durante Asensio; y con Jesús Segura como operador de cámara. “La vez anterior que vine a Murcia había elecciones y ahora también las habido”, recuerda la prestigiosa académica. ¿Quién sabe qué se encontrará la siguiente vez que venga a Murcia? Porque, de momento, la académica sólo dice con la boca pequeña lo de “este será mi último proyecto”.
La artista holandesa inaugura este jueves, en la Facultad de Bellas Artes, la exposición Don Quijote: tristes figuras, una obra audiovisual con un contenido narrativo desordenado que se ofrece a través de dieciséis pantallas exhibidas de forma no lineal