MADRID (Manuel Sánchez Gómez/EFE). Muchos conocen a Michael Robinson por su faceta de futbolista, su año en el Liverpool tocando la gloria o su retiro en el Osasuna. Para una audiencia mucho más joven, Robinson era una voz. Un eco que se colaba en las casa de los aficionados al fútbol y que se apagó este martes tras una larga lucha contra el cáncer.
Su forma de transmitir, su cercanía y lo característico de su acento, unido a la eterna duda que se preguntaban millones de telespectadores "¿Cómo puede no hablar castellano perfecto con la de años que lleva en España?" le convirtieron en un habitual de las retransmisiones, siempre unido a Carlos Martínez y más tarde a Julio Maldonado 'Maldini'.
Sus propios compañeros mantenían que era mejor presentador que futbolista y Robinson, entre carcajadas, nunca lo negó. En una charla con Simon Hughes contó que en sus tiempos en el Liverpool una vez marcó un 'hat trick'. Sus compañeros le firmaron la pelota y cuando le tocó el turno a Kenny Dalglish, este estampó un "no me lo puedo creer" en el cuero.
Porque antes de referencia en los micrófonos, Robinson fue futbolista. Nació en Leicester en 1958 y 17 años más tarde debutó con el Preston North End en Segunda división. En su demarcación de delantero, llamó la atención del Manchester City, por entonces un equipo mucho más modesto que el de hoy en día. Con los 'Sky Blues', donde se convirtió en el adolescente más caro de la historia, no triunfó -"El equipo era una pesadilla", declaró- y tuvo que bajar un peldaño, al Brighton & Hove Albion para labrarse un nombre.
37 tantos en más de cien partidos le valieron el billete a la gloria. En 1983 fichó por su amado Liverpool y vivió una temporada única. Conquistó la Liga inglesa, la Copa de la Liga y la Copa de Europa ante el Roma. En la final jugó la prórroga como sustituto y asumió la responsabilidad de lanzar el sexto penalti.
Un lanzamiento que nunca se produjo por el buen hacer del portero bailarín Bruce Grobbelaar. "Qué alivio", reconoció años más tarde. En el camino de vuelta a casa se dejó el trofeo en el hotel, pero por suerte se acordó al llegar al aeropuerto de Roma y hubo retorno feliz a Liverpool.
Fue su última gran anécdota con la Orejona. La falta de minutos le llevó al Queens Park Rangers y tras dos temporadas y media se marchó al Osasuna, donde a los 31 años y aquejado de lesiones firmó su retirada y su estancia en el paraíso del sol.
"Tenía una imagen frívola de España. Vacaciones de verano, litros de alcohol barato y perseguir a chicas", explicó en una entrevista con The Anfield Wrap. "Cuando vine, no fue una elección cultural, lo hice porque quería jugar al fútbol".
"No pensaba que estaría aquí para siempre. Me encantaba todo de España y el modo en que interpretaban la vida. Me di cuenta de que tenía muchas cosas en común con ellos. Nos reíamos con las mismas cosas y llorábamos por lo mismo".
Su madre le abofeteó por prácticamente convertirse en un español, pero ya no había marcha atrás.
Robinson se estableció en España. Comenzó en Televisión Española comentando el Mundial de Italia -"Apenas sabía 100 palabras, pero me dijeron que eso no les importaba"- y pronto dio el salto a Canal+, que prácticamente estaba lanzándose. Presentó "El Día Después" durante catorce años e "Informe Robinson" desde su estreno en 2007. Fue colaborador habitual de la Cadena Ser, donde también tenía el programa "Acento Robinson".
Se convirtió en una de las voces autorizadas del fútbol y en un habitual de los salones españoles, que se reunían ante la televisión, cuando las opciones para ver el balompié eran escasas y no mareantes como hoy en día.
En diciembre de 2018 anunció que padecía un melanoma avanzado con metástasis. "El cáncer puede que me mate, pero no va a matarme todos los días", dijo.
Descanse en paz, Michael Robinson.