MURCIA. "Todo el universo es vibración y en el arte la vibración es vida", dice el artista ciezano Juan Antonio Abellán Julià (Cieza, 1961), quien ha inaugurado al mismo tiempo dos exposiciones que comparten título, Lloviendo flores; porque en realidad son dos muestras 'hermanas' aunque se exhiban en dos escenarios diferentes, ahora hermanados por la cascada cromática y de formas con la que el artista da la bienvenida a la floración de los frutales y los almendros. Así, las flores de Abellán Julià llueven en el Museo Siyasa de su ciudad natal, donde permanecerán hasta el 9 de mayo, y en la galería Babel de Murcia (tercera exposición de esta temporada, contra viento y marea).
En Cieza, el polifacético artista exhibe una serie de murales, cuadros y esculturas (concretamente, dos piezas elaboradas en poliéster y acero) con el deseo de que "cada ciezano o visitante pueda encontrar belleza, se sorprenda, emocione y disfrute con todas las creaciones". Su elemento es el color y para llevarlo a sus obras explica que "la celulosa se pliega y sobre ella dibujo con pigmentos minerales puros". No sólo se ha basado el artista en la floración de Cieza, también ha incluido "cuadros inspirados en una floración más salvaje, la del Orinoco venezolano, que descubrí durante mi estancia en este país".
Y es que Abellán Julià trabaja entre América y Europa, donde en los últimos treinta años ha realizado grandes murales, principalmente en edificios de Madrid y distintas ciudades de México. "En la provincia de Murcia también se han prodigado, baste con señalar los 326 metros cuadrados que sus murales ocupan en los dos edificios de la Ciudad de la Justicia de la capital murciana", apunta por su parte el director de la galería Babel de Murcia, Javier Cerezo, quien destaca que la obra de este creador tiene siempre una plástica característica que le otorga una gran identidad. "La literatura, la música y la filosofía son pilares permanentes en los trabajos de nuestro artista y en ellos encontramos signos lingüísticos alineados, unas veces en columnas y otras en renglones, que recorren las telas construyendo frases y mostrando el poder que tiene la palabra".
Añade Cerezo que el artista "construye una poética a la que le gusta el informalismo y es con colores y líneas como construye sus narraciones, historias y paisajes. Sus pinturas, que siempre evocan la naturaleza y el poder de la vida, no representan la apariencia fortuita de las cosas, al contrario, nos recuerda que aprendemos a través de las emociones".
"Vivir es lo más intenso y sorprendente que haremos en la vida", parece decirnos su obra, reflexiona el director de Babel, quien apunta que Abellán Julià "como buen explorador que es, sabe que los paraísos recién descubiertos deben ser habitados antes de darse a conocer". Él lo hace, dice el galerista, con "pinturas densas en narraciones, pero con la ligereza del viento, evocando cascadas de flores que, como caídas del cielo y atravesadas por los rayos de un tibio sol, consiguen formar un esquivo y silencioso arco iris en composiciones que huyen del vacío".
Algunas, es verdad, se presentan "como setos infranqueables, espesas barreras de vegetales y de vida que nos acaban preguntando por los límites y el conflicto de la individualidad y la totalidad. Sus colores, tendientes con frecuencia al fovismo, tienen arranques expresionistas y cálidos donde abundaban las referencias a la materia, los elementos de la creación, sugiriendo simultáneamente lo concreto y lo inconcreto".
"La pintura, tanto como lo es la palabra, es un elemento de transformación y cambio", ha dicho en alguna ocasión el artista, que con su obra alude tanto a la memoria como a un futuro. Y por lo tanto a la esperanza de que éste sea mejor.