La criminalidad adolescente se debía a que los niños leían tebeos. Se drogaban porque habían consumido viñetas. Batman y Robin era una incitación a la homosexualidad. Wonder Woman animaba a que las niñas se hicieran lesbianas y descuidaran las tareas del hogar. Todas estas conclusiones las extrajo Fredric Wertham en 1954 en el pseudo-estudio 'La seducción de los inocentes' que acabó en una comisión de investigación del Congreso y la autocensura del cómic desde entonces, además de lograr el cierre de decenas de revistas de terror y serie negra.
MURCIA. Tras la matanza de Columbine, hubo quien apuntó a videojuegos como Doom o Quake como culpables de lo que había sucedido. El rol también estuvo en el punto de mira en su día, incluso la propia Internet en sus albores. Los discos en los 90 llevaban una pegatina alertando sobre el contenido de sus letras porque en los 80 hubo una auténtica cruzada moral contra el hip hop y el heavy metal. Los adolescentes eran agresivos, alcohólicos y drogadictos no por los entornos de desigualdad, pobreza y violencia familiar en los que habían crecido, sino porque se lo decían los Twister Sister. Eso pensaban ciertos sectores.
No se trataba de fascistas con el brazo levantado ni integristas religiosos quemando cruces gigantes, la pegatina de Parental Advisory se instituyó por iniciativa de Tipper Gore, la mujer de Al Gore, ambos del partido demócrata. Un día sorprendió a su hija de 11 años cantando una canción de Prince sobre las masturbación y puso en marcha esa campaña moralista.
Parece que es algo que se repite en Estados Unidos con cierta periodicidad. Está ocurriendo actualmente con el fenómeno de las cancelaciones. Valga como ejemplo extremo que el profesor de universidad Adolph Reed, negro y socialista, que ha manifestado que la izquierda no debe hablar de raza, sino de clases, y en consecuencia ha sido "cancelado". Por lo que sea, en este país cuesta que se reconozcan las partes en cualquier tipo de debate.
Ya ocurrió hace años. De forma muy bien organizada, como en el Macartismo, que censuró de arriba a abajo la industria cinematográfica, con el resultado, según el profesor Stevem J. Ross, de que el público perdió la capacidad de pensar por sí mismo en los problemas importantes de la sociedad. Y también le tocó al cómic, en los 50, sufrir una envestida que cambió para siempre la industria y la obligó a autocensurarse en los años posteriores. Fue la publicación del libro La seducción de los inocentes, en 1954, por Fredric Wertham, un psiquiatra alemán que tampoco era un rancio conservador, era progresista.
La obra contenía una tesis que ahora mismo ya no es muy original. Por culpa del cómic, la juventud cometía delitos. Los adolescentes caían en las drogas y el crimen a través de las viñetas. El autor había hallado que muchos delincuentes juveniles eran grandes aficionados al cómic, especialmente los de género negro y terror. A su juicio, existía una conexión con la lectura de tebeos y los comportamientos extremos y brutales.
Respaldaban esta idea los testimonios que había ido reuniendo en entrevistas con chavales. Uno le decía que leyendo cómics de gángsters había aprendido a robar. Había registrado que un lector de cómics de 10 años había amenazado a un niño de 3 con "sacarle los ojos". A otro crío que entrevistó, también gran lector, le preguntó qué quería ser de mayor y le contestó: "maníaco sexual".
El problema fundamental era que el cómic por esas fechas vendía cien millones de ejemplares cada semana que pasaban por decenas de manos cada uno. Las viñetas tenían más alcance que cualquier otro medio. Ante esta formidable maquinaria comercial, Wertham dijo: “comparado con la industria del cómic, Hitler era un principiante”.
Lo más sonado de su análisis y que todavía colea es la supuesta relación homosexual y pedófila entre Batman y Robin. Un chaval al que entrevistó le habló de la "posición Robin" y de que deseaba sexualmente al hombre murciélago. Se preguntaba el psiquiatra qué clase de modelo era para un niño otro niño que vivía con un hombre musculado: "El concepto normal para un niño es desear convertirse en un hombre, no en un superhombre, y vivir con una niña en lugar de con un hombre superheroico".
Su igual pero opuesto sería Wonder Woman, que siempre estaba rescatando mujeres jóvenes a las que se refería como "mis chicas", denunciaba el censor. Cuando esta superheroína hablaba con sus amigas y compañeras se referían repetidamente a "hombres malvados". Eso probaba un claro subtexto lésbico, según él. Es más, había detalles mucho más graves, Wonder Woman ¡pasaba de las tareas del hogar! Qué ejemplo era ese. Léanlo entero:
"No son amas de casa. No crían una familia. El amor materno está completamente ausente. Incluso cuando Wonder Woman adopta a una niña, hay connotaciones lesbianas. O son supermujeres que vuelan por el aire, escasamente vestidas o uniformadas, burlando a nativos hostiles, animales u hombres malvados, que funcionan como la 'mujer maravillosa' en un entorno fascista-futurista, o son novias de gángsters o trofeos de los que abusar sádicamente. En ninguna otra literatura para niños se ha degradado tanto la imagen de la feminidad. ¿En qué otro lugar de la literatura infantil, excepto en los cómics para niños, encuentras a una mujer llamada (y tratada como) "puta gorda"? Las actividades que las mujeres comparten con los hombres están relacionadas principalmente con la fuerza y la violencia".
Respecto al Escarabajo Azul, citó las pesadillas de un niño por la imagen de un hombre que se convierte en un insecto. Sentenciaba indignado "¡Kafka para niños!" Una de sus reflexiones era que si un niño tenía algún tipo de problema, qué le enseñaba la sociedad con los tebeos ¿Que Linterna Verde le ayudaría? Parece de mofa, pero el Congreso de Estados Unidos abrió una investigación.
El libro fue un éxito de ventas y hubo un clamor entre padres biempensantes que se sintieron indignados por lo que estaban leyendo sus hijos. La primera víctima fueron decenas de cabeceras de cómics de gángster y terror que tuvieron que cerrar en el acto. El libro estaba, de hecho, ilustrado con viñetas de este tipo de publicaciones que, según el psiquiatra, "envenenaban la mente" de los críos.
A la industria que sobrevivió no le quedó más remedio que autocensurarse. Así apareció el Comics Code, cuyo sello en una portada garantizaba que no habría violencia extrema, desnudos, ni siquiera personas en actitud sugerente, las relaciones nunca serían ilícitas y no habría violencia en las relaciones afectivas ni rastro de prostitución. La faceta positiva de todo esto es que, como la otra cara de la moneda, en los 60 surgió el cómic underground que procuraba incluir en cada viñeta todo lo que el código prohibía. Un camino por el que fueron apareciendo los que, para mí, son los autores más brillantes de este noble arte, de Crumb a Clowes, de Burns a Bagge, etc...
Tuvo que ser en 2012, aproximadamente un par de años antes de que el fenómeno de las cancelaciones alcanzara velocidad de crucero, cuando Carol L. Tilley, de la Universidad de Illinois, se paró a analizar el texto de Wertham al detalle. No es que tuviese un gran prestigio intelectual el totum revolutum de prejuicios y genuinas tonterías que contiene esa obra, pero resulta que, como no es extraño que ocurra con los censores, también estaba basado en premisas falsas. Sus conclusiones derivaban de entrevistas falsificadas. "Manipuló, exageró, comprometió y fabricó las evidencias", denunció Tilley. El truco más habitual, era trocear una sola entrevista a un solo crío y convertirla en la opinión de muchos niños diferentes. Además, se fue a Harlem y lugares donde los menores que entrevistó venían de hogares en los que había consumo de drogas, violencia y delincuencia de forma habitual. La más llamativa, la referencia a Batman y Robin. Según esta investigación, se la sacó de una entrevista a una pareja de homosexuales de 16 y 17 años.
Sin embargo, también recientemente, personajes como el escritor Michael Chabon han criticado que se viese a Wertham como un "cazador de brujas casi macartista", cuando en realidad "era extremadamente progresista, liberal y bien intencionado en muchos sentidos". E incluso para Amy Kiste Nyberg, autora de Seal of Approval: The History of the Comics Code, era "un crítico más complejo de lo que la gente piensa" que "luchó contra el racismo y el sexismo en los cómics" y "uno de los primeros psiquiatras en observar la cultura en la que se crían los niños en lugar de su carácter individual". En resumen, el padre del neomoralismo actual. Una corriente que se debate entre detectar las líneas invisibles de la ideología, un debate muy plausible, o pervertir ese análisis para algo mucho más prosaico: hacer desaparecer todo aquello no que le gusta.