MURCIA. Durante el puente que va de la Constitución a la Concepción descubro que, en 1980, muchas de las cosas de la música pop que más me importa han cumplido 40 años. Sé que es una reflexión un poco tardía, pero qué le voy a hacer, a veces necesito que pasen las cosas para darme cuenta de que están pasando. En 1980 salieron discos cumbre de grupos que habían iniciado su trayectoria en la segunda mitad de los setenta; también fue el año en el que Bowie se despidió de la década que él mismo había transformado. Prince, que en cierto modo en los ochenta fue el revulsivo que antes había sido Bowie, grabó entonces Dirty Mind, la obra que prologaría su reinado. El pop electrónico se convirtió en una nueva vía sonora. La música disco y el funk quedaron para siempre integrada en la música moderna blanca. En 1980 también fue asesinado John Lennon.
Cuando era adolescente, no había cosa que me pusiera de peor humor que los fans de los Beatles. Eran como un grupo fundamentalista que más o menos venía a decirte que daba igual que tipo de rock escucharas, los Beatles siempre iban a darle mil vueltas a lo que te gustase a ti. No todos eran así, pero había fans de los Beatles tremendamente repipis, de la misma manera que también los hay de The Smiths o de The Velvet Underground. Yo contemplaba su música como algo aceptado y normalizado, diez años después de su separación y una vez enterrados los años sesenta, no veía en ellos nada de subversivo. La música de los Beatles estaba en todas partes, como El Quijote, como Jesucristo. Así que decidí que ya me ocuparía de los Beatles cuando fuese mayor, y seguí con lo mío, centrándome en esa música que me parecía tentadora, electrizante, sexual y que, sobre todo, me hablaba a mí. Es cierto que las canciones de los Beatles son universales y atemporales pero el rock & roll no es como la literatura. En el siglo XX al menos, el factor cronológico es fundamental para identificarse con él. En 1980 no te interesaba la música que escuchaban los más mayores, te interesaba la tuya.
Cuando Mark Chapman asesinó a Lennon el 8 de diciembre de 1980, la convulsión fue mundial. Incluso con unos medios de comunicación antediluvianos como lo eran los de entonces, la sensación estupor, tristeza y rabia se hizo global. Supongo que, junto con el de Kennedy, se trata del asesinato más catártico del siglo XX. No hacía falta ser fan de los Beatles para sentirse consternado por algo tan horrible y a la vez absurdo. Unas semanas antes de morir, Lennon había sacado Double Fantasy, su primer álbum después de cinco años de silencio. Una alegría que se le amargó a sus seguidores cuando descubrieron que el disco estaba hecho a medias con Yoko Ono. Yoko es a los fans de los Beatles lo que Irene Montero para la derecha y para todos aquellos que no son ni de izquierdas ni de derechas, ni machistas ni feministas.
Poco antes del puente termino de leer las memorias del fotógrafo Bob Gruen, uno de los documentalistas más importantes que ha tenido la música pop. Gruen lo mismo se iba de gira con Tina Turner que con los Sex Pistols; fue el fotógrafo de cabecera de New York Dolls y, a partir de que Lennon y Yoko se instalaran en Nueva York, pasó también a ser su retratista de confianza. Todo eso y bastantes cosas más lo cuenta -con la ayuda del periodista Dave Thompson- en Right Place, Right Time. The Life Of A Rock & Roll Photographer.
Hace ya unos cuantos años que, considerando que había adquirido el estado de madurez y distanciamiento suficientes como para apreciar e investigar su obra, empecé a sumergirme en la discografía de los Beatles. Lo hago con sigilo, claro, porque los fans siguen ahí y cualquiera les dice nada (aunque con los años me he hecho amigo de gente maravillosa que también milita en la beatlemanía, como es el caso de Amadeu Sanchis). La perspectiva -no sé si en este caso caballera- que te otorga el tiempo y la cantidad de bibliografía que he acumulado en estos años, ayudan a comprender mucho mejor una obra que, indudablemente, es el abecedario de la música pop, afirmación esta que, por otra parte, enfada mucho a los anti-fans de los Beatles.
Al margen de las conclusiones acerca de su música, uno de los hechos que más me impresiona de su historia es que empezaron siendo cuatro chicos que querían triunfar en la música, y en cuestión de dos o tres años acabaron siendo una de las fuerzas que cambió el mundo. Redefinieron el concepto de lo que era ser famoso, con toda la carga personal que eso conlleva. Según escribió Vila-Matas en Bartleby y cía, Séneca mantenía que la fama es horrible porque depende del juicio de muchos. Lennon y McCartney necesitaron años para poder ser las personas y los músicos que querían ser, lo cual no es nada fácil cuando tu vida es de propiedad pública. En su libro, Gruen explica los motivos por los cuales Lennon era feliz en Nueva York, una ciudad donde nadie le daba importancia al hecho de ver un famoso por la calle. “Si veías a alguien parecido a Robert Redford en Des Moines, probablemente no era más que un tipo que se parecía a Robert Redford. Pero si veías a un tipo parecido a Robert Redford en Nueva York, probablemente se trataba de él”. En Nueva York, Lennon pudo al fin ser el músico, el hombre y el padre que necesitaba ser. Cuando lo consiguió, un desequilibrado que en su fama advirtió un símbolo erróneo, lo mató. Esa es la tragedia.
En 1975, Bowie escribió Fame con Lennon, una reflexión sobre lo que entonces significaba la celebridad. En septiembre de 1980, tres meses antes del asesinato, este publicó el álbum Scary Monsters (and Super Creeps). Se abría con la canción It’s No Game, que en un momento dado decía: “Méteme una bala en los sesos / y saldrá en todos los periódicos”. Tras el asesinato de Lennon la policía descubrió que el nombre de Bowie aparecía en una lista de famosos que Chapman había confeccionado con motivos poco tranquilizadores.
Bob Gruen es el autor de una de las imágenes más difundidas de Lennon. La tomó en agosto de 1974, en el ático donde vivía entonces el músico, Esa fotografía, que convirtió en icónica la camiseta que en ella luce Lennon, ilustró una entrevista que él mismo se hizo para la revista Andy Warhol’s Interview. Por aquel entonces se había separado de Yoko, a la cual Gruen describe con admiración y afecto en su libro. Pocas personas han sido tan injustamente juzgadas en la cultura contemporánea como Yoko Ono. Lennon la amaba y respetaba. Aprovechó su proyección mediática para darle visibilidad al mensaje feminista que ella, en tiempos en los que el feminismo aún era una rareza, no se cansaba de difundir. Se la acusó de manipular y confundir a su marido por el simple hecho de que su marido se cansó de hacer lo que se suponía que tenía que hacer, que entre otras cosas implicaba dejar a los Beatles.
Gruen también cuenta cómo Yoko le pidió que la ayudara a hacer la foto para la portada de Season of Glass, el disco que publicó tras el asesinato de su esposo. La imagen, muy criticada en su momento, era un primer plano de las gafas rotas y ensangrentadas de Lennon junto a un vaso de agua -medio lleno o medio vacío-, frente a un ventanal del edificio Dakota que daba a Central Park. Aquella imagen representaba lo sentimientos de una mujer que había perdido al hombre que amaba de la manera más brutal. Cuando alguien alcanza la fama absoluta parece que el sujeto en cuestión ya no se pertenece a sí mismo, y menos aún a sus familiares y amigos.