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Juan Tallón: "Es fascinante con qué facilidad todo se rompe"

4/03/2020 - 

MURCIA. Juan Tallón atesora como propio uno de los sentidos más envidiables que tiene el ser humano: el sentido común. También el de cierto asombro ante lo cotidiano. Ambas cualidades se despliegan con especial ahínco en Rewind, su nueva novela publicada en Anagrama que narra la historia de un trauma brutal protagonizado por un grupo de estudiantes que viven en Lyon. Paul, Emma, Luca e Ilka junto a una familia marroquí son los protagonistas de esta novela que indaga en cómo nos reconstruimos tras la hecatombe más devastadora. Tallón, en estado puro.

-El título del libro, Rewind, alude a la posibilidad de volver atrás pero leyéndolo me parecía que el tiempo fundamental de la novela es la pausa, ese momento en el que ocurre algo y la vida se para.
-La vida se para. Llegas a creer que desaparece o que, al menos, se destruye pero no enseguida. Pero sí, que la vida se pone en movimiento y tú tienes que acompasarte en este movimiento. La vida siempre continúa. Con una clase de movimiento que es hacia delante pero también hacia detrás porque las cosas que suceden en el pasado no quedan atrás sino que a menudo te envuelven y, en este mismo sentido, están arriba, debajo, por detrás, a un lado y a otro.

-En una parte del libro dices: “La vida cambió de alcance y significado en unos pocos segundos. Pasó de ser algo que se rendía a un acto de entusiasmo o de inteligencia -aunque se recorriese en solitario- a ser un recipiente en el que te hundías por tu propio peso”. Partiendo de esa premisa, no sé si tenías la preocupación y por eso escribirte el libro o más bien al revés.
-Creo que la preocupación también se inventa. De hecho, la historia en la que se resume Rewind no es algo que a mí se me aparece como proyecto en el minuto uno. De hecho, mi principal obsesión es escribir una novela que esté narrada en multiperspectiva, por varios personajes, que cada uno aporte a un hecho común una mirada particular. Que narrador a narrador se vaya completando la historia. Ese sí era el punto cero. Sabía cómo quería contar pero no tenía nada que contar.

-¿Primero fue la forma y después el contenido?
-Primero tenía la estructura que puede parece que es como no tener nada pero es fundamental. Además, en literatura sí puedes empezar por el tejado porque se sostiene realmente. Pero claro, hay que completar y la historia viene después: el gran conflicto, los personajes, etc..

-¿La novela se entiende por acumulación, no?
-Sin duda.

-¿La escribiste también así, de forma cronólogica?
-Sí, de esa forma. Como tú la lees, la novela fue escrita. Y siempre midiendo la dosis de información que cada personaje debía aportar, de tal modo que el lector necesitase leer el siguiente capítulo, esto es como un puzzle de seis piezas que, para estar completo, debes llegar al final del libro.

-Hablabas antes del conflicto y hay una cosa que dice Ursula K. Le Guin en el libro que ha publicado Alpha Decay que me gustaba. Ella afirma que si decimos que una historia se tiene que basar en el conflicto, limitamos enormemenre nuestra visión del mundo. Y después añade que ver la vida como una batalla es tener una visión del mundo muy limitada. No sé si estás de acuerdo.
-A uno le gusta pensar que cuando inventa, ficciona y miente lo hace porque quiere y se siente inmensamente libre y es el jefe de las cosas que escribe. Pero todos estamos influenciados por el mundo que nos rodea. Yo me atrevería a decir que el mundo que me rodea no fue la gran energía que necesité para escribir esta novela. Porque es verdad que busqué un gran conflicto pero no pensé en un principio en una gran explosión de la que estuviese detrás un extremismo. Ensayé con otro tipo de grandes conflictos traumáticos y no me convencía, hasta que encontré este conflicto.

-A veces, mientras leía Rewind, sobre todo en la parte que explica el segundo después al gran hecho que todo lo cambia, me acordaba de El colgajo de Philippe Lançon. Él sí tuvo que recurrir a su memoria para escribir su libro y tú no. Y esa es una gran diferencia, ¿no?
-Son dos libros que comparten muchas cosas pero, al mismo tiempo, son totalmente diferentes. El de Lançon parte de la necesidad de ser fiel y honesto a los hechos que ocurrieron. O intentar serlo, al menos, porque a veces la memoria también inventa. Digamos que lo suyo es una crónica que no quiere permitirse ficciones y, por otra parte, no las necesita en absoluto. Por otro lado, el ánimo de mi libro era muy diferente porque yo no tenía interés por contar el mundo, sino por crearlo.

-¿Por qué eliges Lyon como escenario?
-Bueno, escribir sobre Lyon y no haber estado en Lyon era un buen motivo para visitar Lyon. Pero escribí sobre Lyon porque servía a los intereses de la historia. Yo necesitaba un país en el que fuese plausible un acontecimiento como el que se produce en mi novela. Incluso un país en el que ya se hubiese producido algo parecido a lo que sucede en la novela. Y Francia era el país idóneo. No quería una gran ciudad, un París, por ejemplo, sino algo más manejable en término literarios, una ciudad muy universitaria, que atrajera a mucho estudiante del entorno: Italia, España, Alemania... que eran las nacionalidades de los personajes que protagonizan Rewind. Y, después, ¿podría haber elegido otra ciudad francesa? Pues sí, pero en toda decisión de este estilo siempre hay una parte caprichosa. Y para mí Lyon tenía encanto y como aquí mando yo, pues mira...

-Este libro supone un punto de inflexión con el libro anterior (Salvaje Oeste), pero no tanto con Fin de poema. Es verdad que se puede desprender que esta es una novela triste en los que hay momentos muy duros. ¿Cómo se pone a trabajar ahí la imaginación?
-Hay momentos de escritura que no alcanzan el nivel de emoción que cuando lees, sin estar preparado, sí experimentas. No es una novela triste aunque sí narra momentos muy tristes. Lo decía Jabois es su columna el otro día: no es una novela triste, es una novela viva. Y creo que tiene razón porque los personajes experimentan ciertas situaciones que dan buena cuenta de la fragilidad humana pero también nos habla de la indestructibilidad de la gente que es capaz, después de estar rota, de rehacerse. En ese sentido es una novela muy vitalista. Hay gente que no es la que era antes de sufrir un trauma y es otra a partir de ese trauma. Gente que no tiene otro camino que necesitar ser otra persona, pero que tiene que ser.

-Tú dices: “Nadie se recupera de algo así de tal modo que la vida vuelva a su sitio despacio. Simplemente no hay lugar al que regresar. Una de las cosas que se contagia el libro es que el ser humano sigue viviendo a pesar de todo.
-Es fascinante con qué facilidad todo se rompe, desaparece y ya no vuelve a ser lo que era, pero también con qué asombro y dificultad el indivivuo sale adelante. La novela quería caminar sobre ese recorrido. Habitualmente los traumas inesperados suceden en momentos -al menos lo pensamos después- en que nos creíamos felices y llenos de energía. Así que cuando nos recordamos siempre es con gran belleza. Pero cuando todo se rompe siempre es en ese contexto supremo. Y bueno, había que recorrer ese camino, ese último trayecto de cómo nos levantamos. La vida sigue caminos que no sabes que existen hasta que los tomas.

-Dices también que la muerte ya no nos impresiona como antes...
-Yo diría que en la muerte, con todo lo impresionante que es cuando afecta a seres cercanos, hay algo absolutaente normal porque, si lo piensas bien, es algo que se viene produciendo desde que existimos. Y cómo, de tan normal, no es algo en lo que nosotros pensemos de un modo regular. Nadie piensa, “bueno, tal vez, hoy sea el día que me toque morir”. Pero lo que sí pasa es que decimos: “Hoy ha sido el día en el que ha muerto un ser querido”. Hay una parte de conmoción, de gran impresión porque sientes que te resquebrajas al entrar en conocimiento de la muerte de un ser próximo pero, por otra parte, advertirás que el duelo es algo, no diré breve, pero sí se acaba convirtiendo en otra cosa y sigues girando en la cinta.

-Hay un personaje con el que parece que te has cebado: ese pintor o aprendiz de pintor cuya mano salta por los aires en una explosión...
-Ahí quería poner a prueba cómo uno no sólo tiene que sobreponerse a la tristeza sino también a la pérdida de sus sueños y vocación. Es decir, tienes que renunciar a tantas cosas: ya no es que no estén tus amigos, es que ya no estás tú, el que eras. El que quería ser pintor ya no tiene las herramientas para poner en juego toda su creatividad y debe reinventarse completamente. Esa es la tragedia pero también el asombro magnífico.

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