MURCIA. El lunes 16 de noviembre se proyecta en el Festival Internacional de Mediometrajes de Valencia, La Cabina, el documental Hostal España de Chus Domínguez e Inma Álvarez, que se podrá ver en Filmin mientras dure el certamen. La obra retrata la intimidad y cotidianeidad tras los muros de un hostal con ancianos de los pueblos cercanos que o bien ya no pueden valerse por sí mismos o se refugian para pasar el invierno. No obstante, una huésped lo resume mejor en una frase: "hay mucha gente preparada para morirse aquí, de aquí ya no marchamos".
La etiqueta de España vacía se hizo célebre tras el excelente ensayo de Sergio del Molino. Le siguieron obras como Quién te cerrará los ojos de Virginia Mendoza realmente apreciables y luego, a rebufo del fenómeno, manifestaciones más oportunistas que oportunas, como ocurre en este país con todo lo que adquiere cierta relevancia pública. Lo cierto es que estos ensayos reflejaron un problema que tiene unas cuantas décadas de antigüedad y que no es exclusivo de España.
Solo los países que han sufrido verdaderos cataclismos económicos en la historia reciente han experimentado un tránsito de la ciudad al campo. La norma más que la excepción es la acumulación de población y recursos en grandes ciudades. Un caso escalofriante en la Unión Europea es el de las regiones orientales de Croacia, donde la población se va a las grandes ciudades, pero de Alemania. No obstante, hasta en Francia y en Estados Unidos hay manifestaciones del mismo fenómeno.
Las zonas donde hay concentración de población miran estos problemas con la indiferencia prototípica que siente la alegría por la desgracia. A veces con un sentido del humor automático propio de psicópatas. Hay que ser conscientes de lo que supone la lucha por no perder ambulatorios, urgencias rurales y todo tipo de servicios que, encima, son caros de prestar donde hay poca población. Diferentes manifestaciones de variopintas extremas derechas de zonas con concentración de riqueza y población han proclamado a plena luz del día desde hace años que ese dinero se les roba.
En este documental coinciden dos situaciones complicadas, la de la despoblación con la de los ancianos en una residencia. Por sí misma, este segundo caso ya tiene suficiente fuerza para que Hotel España tenga una profunda carga emotiva. Las escenas, grabadas por los propios huéspedes, muestran una vida y una existencia con contadas alegrías. La citada conversación sobre la muerte es tremendamente elocuente. Una mujer, que lleva sus birras consigo -"yo gasto cerveza, sí", le dice a su compañera- comenta las pocas ganas que tiene de morirse, aunque todo el mundo que pasa por allí, de alguna manera o de otra, habla de eso. Unos lo dicen en broma, otros más en serio ya son conscientes de que están viviendo el último capítulo.
Hay escenas propias del cine neorrealista actual que circula por las salas de versión original. Mejor dicho, circulaba. Una muy poderosa es la de una mujer en bata tocando el tambor en la cocina con dos baquetas y pleno entusiasmo mientras escucha un cedé de gaita charra. La cena de Nochevieja también impresiona, con escasa decoración y entusiasmo. Igual que tantos momentos de la vida cotidiana que tienen como banda sonora la letanía de los medios de comunicación, desde los realities a las noticias, suenen casi igual, sobre todo igual de interesantes. En un contexto así se percibe como genuino ruido lo que sale de la tele y, sin embargo, es tan necesario para sobrevivir. Pronto diremos lo mismo de Twitter.
De todos modos, todas estas imágenes son obvias. Las propias de la situación y las mismas que cualquiera que haya puesto un pie en una residencia de ancianos podrá reconocer. Las que marcan la diferencia son aquellas en las que hay buen humor, risas y sincero cachondeo. Es ahí donde los protagonistas vienen a decir "aquí estamos" y son las que dotan de sentido y significado al proyecto.
Formalmente, la gran novedad que aporta Hostal España es que se trata de una obra colaborativa con sus protagonistas. No se produce el indeseado efecto de conejillo de indias con los personajes que aparecen en pantalla. Tienen la dignidad de ser ellos mismos los que presentan su vida, algo tan singular y desconocido, aunque todos tengamos al lado esos ejemplos, como es una pequeña comunidad de ancianos. Llevó un año finalizar el proyecto y contó con la colaboración también de las propietarias del hostal, las hermanas Álvarez.
El montaje se hizo día a día, con la mayor sencillez posible. Domínguez lo considera "leve y efímero". Las historias más dramáticas que le relataron, tomó la decisión de eliminarlas de la película. Le pareció mejor y más poderosa forma de expresión el silencio o los momentos en los que no hablaban. Solo con sus expresiones ya estaba presente esa carga emocional, ha explicado en los medios especializados. Una narración abierta le parecía más interesante que el relato cerrado de una entrevista que pudiera eclipsar, de alguna manera, los detalles sutiles que son los verdaderos protagonistas de esta película y su mensaje.
Personalmente, las imágenes que más me han marcado son aquellas en las que miran por la ventana y comentan lo poco que se ve. La ventana es el único nexo que existe desde el exterior con estos lugares y muchas veces nos encontramos con gente mirando a través de ellas. Este documental permite por un momento situarse al otro lado, con las sensaciones íntimas que supone.