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Homoterapias, las torturas con pretextos médicos a homosexuales para que dejen de serlo

La organización estadounidense Éxodo Internacional asegura que ser homosexual puede curarse. Con esta premisa, en el siglo XX se ha sometido a gais y lesbianas a lobotomías y tratamientos de electroshock. En la actualidad, se llegan a realizar hasta exorcismos. Prácticas que condenan al suicidio y la depresión a miles de personas y que siguen siendo completamente legales en múltiples estados de EE UU

11/07/2020 - 

MURCIA. Siempre habíamos pensado que a Lou Reed le aplicaron sus padres una terapia de electroshock de adolescente para evitar que se convirtiera en homosexual, pero cuando murió, su hermana escribió en The Guardian un artículo explicando que no fue el caso, que la terapia se la dieron por un colapso nervioso y su conducta hipersensible y encierros en su habitación. Sin embargo, eso no quita que este tipo de tratamientos fuesen frecuentes hace cuatro días.

En Suecia, desde 1974 estuvieron presentes. Recibían el nombre de "terapias de aversión" o Tratamiento Ludovico, el de la novela La naranja mecánica, que se sigue repitiendo hoy bajo diferentes modalidades. En 1979, el diario El País publicó el testimonio de una mujer que pasó por ellas: "Dos veces por semana, durante dos meses, se me sometió en el Hospital Municipal de Malmö a la terapia de aversión, a razón de una hora por sesión. En una pantalla se me mostraban películas pornográficas. Cuando aparecían escenas de amor entre mujeres recibía una descarga eléctrica; al contrario, cuando se referían a amor heterosexual, hombre-mujer, no sucedía nada. Mi psicólogo estimaba que de esta forma, pasado un cierto tiempo, recobraría mi antigua identidad sexual y reaccionaría con un espasmo de aversión a la sola idea de las relaciones homosexuales. El tratamiento se abandonó finalmente, dada su falta absoluta de resultados prácticos. Hoy vivo feliz con otra mujer".

En la actualidad, en Estados Unidos, las terapias de conversión sexual son legales en numerosos estados. Por ejemplo, el New York Times  recogió hace dos años un testimonio de una persona que pasó por ellas. En esa fecha, 700.000 adultos habían pasado por estas terapias:
"El terapeuta me ató a una mesa para aplicarme hielo, calor y electricidad en el cuerpo. Me obligaron a ver videos en un televisor de hombres homosexuales cogiéndose de la mano, abrazándose y teniendo relaciones sexuales. Se suponía que debía asociar esas imágenes con el dolor que sentía de una vez por todas en convertirme en un niño heterosexual".

El lunes, Documentos TV dedicó un episodio a un documental, Homoterapias (disponible hasta el 21 de julio de 2020) que relataba con testimonios cómo las organizaciones religiosas someten a sus fieles a estas torturas. El reportaje enlaza con los ejemplos citados. Cuenta que en los 60, antes de las terapias de aversión posteriores, se llegaron incluso a practicar lobotomías, al considerar la atracción por personas del mismo sexo una enfermedad neurológica que debía ser tratada.
Con los años, y hasta que la OMS dejó de considerar la homosexualidad una enfermedad, estos tratamientos fueron desapareciendo de la comunidad médica, pero las comunidades religiosas recogieron el testigo. Éxodo Internacional, una organización estadounidense, aparecía en los medios a bombo y platillo anunciando que podía curar a los homosexuales, así como otras asociaciones, por lo general, evangelistas.

En un momento, una víctima, Alan Chambers, que fue presidente de Éxodo Internacional entre 1993 y 2013, comenta que sintió que la Biblia estaba siendo utilizada como arma contra él. Cuando leyó en Corintios 6, del 9 al 11, que los homosexuales "no heredarán el reino de Dios". Esa frase le persiguió toda su infancia. Sintió que tuvo que hacer todo lo que estuviera en su mano para no ser homosexual.

En este contexto, hay creyentes que llegan a someterse a algo que supera los tratamientos en delirio: un exorcismo. Una mujer que sufrió uno, Deb Cuny, aporta su relato. Se pasó 36 horas sin comer y sus padres la llevaron a una iglesia en Arkansas. En una habitación separada completamente blanca, dos pastores y una mujer con los que se puso a rezar hasta que empezaron a manosearla y moverla hasta tirarla al suelo. La gritaron a la cara que sus demonios salieran de ella. Otra víctima que aparece en el documental, Batian Melcher, también pasó por exorcismos durante ocho años. Llegó a escribir un diario en el que relató que estuvo a punto de suicidarse.

Finalmente, el relato que corona la pieza es el del doctor Winkelmann, alemán. "Es una cuestión delicada, si ahora digo que es una enfermedad, me lapidarán, es algo que no puedes decir ni como médico ni como ciudadano, no le gusta ni a la sociedad ni a los medios, por eso digo que es una carga que requiere un tratamiento". Así se presenta este supuesto galeno cuyas teorías sobre la homosexualidad tienen más que ver con el esoterismo que con la ciencia.

Esa es la parte más escalofriante del documental, cuando son los presuntos terapeutas los que toman la palabra. En Lux (Francia) los autores del reportaje se cuelan en un seminario en el que cada verano se celebra un seminario para gente que quiere dejar de ser homosexual. Con una cámara oculta, se ve a los asistentes escuchar a un ponente comentar lo típico, que es un pecado. "Podéis haber tenido pensamientos alguna vez, pero si no habéis practicado el acto, no tenéis de qué preocuparos, estáis en el bueno camino".

Las escenas de uno de ellos tirándose encima telas para decirle a los presentes que no hay suficientes para cubrir su vergüenza, pidiéndole "socorro" a Jesucristo, son sonrojantes. "Atreveros a convertiros en hombres", le grita los presentes. En definitiva, Homoterapias es una mirada en crudo al trauma que perdura y persevera en sectores de la sociedad que, tras la revolución sexual de los años 60, no han llegado a aceptar que su forma de vida o modelo de familia cualquiera que sea no tiene por qué ser lo universal adoptado por todo el mundo. Inseguridades y miedos que seguramente sí que merezcan un enfoque psicopatológico.

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