VALÈNCIA. La creciente concienciación sobre el cambio climático, el aumento de los niveles de pobreza y la desigualdad de género son solo algunos de los factores que fomentan la sensación de que es urgente cambiar las cosas antes de que sea demasiado tarde. Presentada en 2016, la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible se diseñó para intentar dar respuesta a estas preocupaciones. La Agenda persigue hacer frente a cuestiones clave relativas al medioambiente, la gobernanza y la igualdad a través de la implementación de 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) que deberían ser adoptados a nivel mundial con el fin de lograr un mundo más equilibrado y más sostenible para todos. Los ODS se centran en cuestiones como el hambre, la pobreza, la educación, el agua potable, la justicia, las energías alternativas o el cambio climático.
A pesar de que los 193 Estados miembros de la ONU adoptaron el plan de acción cuando se presentó hace más de cuatro años, los avances en la consecución de sus objetivos se están viendo obstaculizados por una serie de factores negativos y una falta general de educación sobre los ODS. Según el Departamento de Asuntos Económicos y Sociales de la ONU, el progreso está siendo lento, ya que «las personas y los países más vulnerables siguen siendo los que más sufren y la respuesta mundial no ha sido lo suficientemente ambiciosa. El último Informe de los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la ONU se publicó en julio de 2019. Aunque destaca los avances registrados en los últimos años, también hace hincapié en que no parece que el mundo vaya camino de cumplir los objetivos de aquí a 2030.
Según el informe, unos 150 países han desarrollado políticas nacionales para responder a los retos que plantea una urbanización acelerada, mientras que 71 países y la Unión Europea cuentan con más de 300 políticas e instrumentos en vigor que apoyan el consumo y la producción sostenibles. Aunque estos números pueden parecer positivos, el informe también señala que la reducción de la pobreza extrema se ha ralentizado, que los años transcurridos desde 2015 han sido los más calurosos registrados hasta el momento y que un millón de especies animales y vegetales está en peligro de extinción. Teniendo todo esto presente, es inevitable preguntarse qué papel puede desempeñar la inversión en la lucha contra estos problemas. El informe establece que la financiación es una de las principales esferas que pueden impulsar el avance de los 17 ODS, junto con un mejor aprovechamiento de los datos, un mayor uso de la ciencia, la tecnología y la innovación, y un énfasis en la transformación digital.
Desde el punto de vista de la inversión, el principal problema radica en el hecho de que muchos particulares, empresas y corporaciones tienen un conocimiento limitado de estos objetivos y no los han integrado en sus rutinas laborales diarias. Por un lado, los gestores de activos no están obligados a integrar los ODS en sus procesos o filtros, mientras que la falta de datos y de indicadores clave de rendimiento (KPI) para cuantificarlos implica que disponemos de pocas cifras o de estadísticas para medir los esfuerzos realizados.
Faltan datos consistentes
Un aspecto clave que frena la plena adopción de los ODS por parte de los inversores es el hecho de que las empresas no publican datos consistentes. En un mundo perfecto, nos encantaría poder agregar todos estos datos para saber en qué medida contribuyen las posiciones de los fondos a los ODS. Sin embargo, como cada empresa publica esta información según le parece, y como no difunden datos sobre ESG de forma consistente, resulta extremadamente difícil comparar empresas, medir los avances e informar sobre los fondos.
Aunque se han registrado pequeños avances en la implementación de los objetivos, aún queda un largo camino por recorrer hasta que las gestoras de activos integren regularmente los ODS en sus fondos. Algunas firmas de inversión están usando el documento elaborado por la Sustainability Accounting Standards Board (SASB), que persigue que los objetivos de la ONU resulten más relevantes para los inversores, mientras que otras están creando nuevos fondos especializados basados en los ODS. Cada vez hay más inversores que empiezan a comprender los ODS, lo que representa un gran avance. El cambio empezó con los inversores de capital riesgo, a quienes les resulta más fácil lograr un impacto significativo en las empresas en las que invierten. Y, a lo largo del último año, diversos inversores en mercados cotizados han empezado a plantearse cómo pueden integrar los ODS y utilizarlos a su favor.
Aunque es un inicio prometedor, esta sigue siendo un área de la industria de la gestión de activos bastante nueva y carente de cohesión, como queda reflejado en el estudio realizado por Newton en 2019.Según este estudio, que evaluó a 16 grandes gestoras de activos de Reino Unido y Estados Unidos, cuatro no relacionaron de ninguna forma los ODS con sus fondos, tres indicaron cómo contribuyen sus posiciones al cumplimiento de los objetivos de la ONU, cinco están intentando conectar sus valores y temáticas corporativas con los ODS, y las cuatro restantes los mencionaron en el contexto de las inversiones de impacto.
Es importante destacar que poner en práctica todos los cambios que proponen los ODS llevará tiempo. Hicieron falta décadas para que tanto las gestoras de activos como las empresas en las que invierten se tomaran en serio los factores ESG a nivel mundial. Según la última edición del informe SDG Reporting Challenge, en el que PwC analiza 729 empresas repartidas en 21 territorios y seis grandes sectores de actividad, el 72% de las empresas mencionó los ODS en sus informes corporativos anuales o en sus informes de sostenibilidad. Sin embargo, solo el 19% los mencionó en las declaraciones del consejero delegado o del presidente y solo el 27% había integrado los ODS en sus estrategias de negocio.
Sin centrarse en la fecha límite
Aunque ya han pasado más de cuatro años desde que se creó la Agenda 2030, muchas empresas siguen sin saber muy bien cómo avanzar adecuadamente hacia los ODS o qué impacto podrían tener en su negocio y en sus beneficios. A poco más de una década hasta la fecha límite, ¿es realista pensar que podremos cumplir con todos o, al menos, con alguno de los ODS propuestos? Muchos de los objetivos, como poner fin a la pobreza en todas sus formas en todo el mundo o garantizar una educación inclusiva, equitativa y de calidad y promover oportunidades de aprendizaje durante toda la vida para todos son extremadamente ambiciosos. Es mejor que no nos centremos únicamente en la fecha límite de los ODS, sino en cuánto pueden cambiar las cosas si se ponen en marcha ya las medidas adecuadas.
Si continuamos abordando los ODS al ritmo actual, no alcanzaremos todos los objetivos propuestos para 2030. Pero si no nos fijamos unos objetivos ambiciosos, no lograremos hacer nada. Es posible que no cumplamos todos los ODS de aquí a 2030 pero, siempre que estemos más cerca de hacerlo de lo que estamos ahora, será positivo. Incluso si no alcanzamos todos los objetivos en el 2030, no los abandonaremos, sino que continuaremos trabajando para lograr cumplirlos en un plazo distinto. También podemos evaluar en qué punto estamos en 2030 y, partiendo de ahí, ajustar los objetivos para establecer dónde deberíamos 5 o 10 años después. El objetivo final de los ODS es la transición hacia un mundo más sostenible y, con un poco de suerte, a medida que pase el tiempo registraremos grandes mejoras año tras año que, algún día, darán paso a una perspectiva general más prometedora», concluye.
Lottie Meggitt es analista de Inversiones Responsables en Newton