MURCIA (EP). Jornadas laborales intensivas, compactas, con flexibilidad en los horarios para conciliar, adelantar el cierre de servicios, del 'prime time' televisivo y de las propias horas de comida son algunas de las medidas que cuatro expertos han planteado para la racionalización de el uso del tiempo, quienes han planteado las posibilidades que ofrece el teletrabajo aunque han querido dejar claro que "el trabajo obligado en casa" por el confinamiento no es sinónimo como tal del teletrabajo al que aspirar.
Así lo han dejado de manifiesto los cuatro primero comparecientes llamados a la comisión especial de estudio sobre los usos de tiempo para impulsar políticas concretas de racionalización de los horarios de Les Corts: el presidente de la Comisión Nacional para la Racionalización de los Horarios Españoles (Arhoe), José Luis Casero; el miembro de Future for Work Institute Jordi Serrano; el trabajólogo y promotor de la iniciativa por la reforma horaria, Fabián Mohedano; y el sociólogo Jorge Moruno.
José Luis Casero ha señalado que cuando constituyeron Arhoe en 2003 pensaron que la disolverían en unos años al conseguir implantar horarios más racionales pero no ha sido así pero los avances en la conciliación de la vida laboral y personal han sido "muy escasos". Ha recordado que esa conciliación mejora la competitividad y el rendimiento económico de las empresas y la flexibilización de tiempos y espacios de trabajo "es una de las herramientas de recursos humanos más efectivas". "Conciliar no es trabajar menos, sino mejor", ha incidido.
Además de la flexibilización laboral, ha apostado por otras acciones concretas como que las televisiones adelanten el 'prime time' que ahora comienza casi a las 23 horas, que se coordinen los horarios laborales y escolares y sensibilizar a la población sobre el valor del tiempo y de la puntualidad. "Se habla en España de los 5 minutos de cortesía, ¿los puntuales no merecen esa cortesía?", ha planteado.
Casero también ha aludido a la necesaria corresponsabilidad familiar entre hombres y mujeres, especialmente después de que la pandemia de Covid-19 haya dejado a todos en casa. Antes, ha recordado, España estaba a la cola en conciliación en la Unión Europea y lo que se ha vivido en el confinamiento "no es conciliación" porque esta implica poder disfrutar de una libertad que ha estado restringida. "El trabajo forzado en casa no es teletrabajo y la estancia obligada en casa no es conciliación", ha advertido, al tiempo que ha subrayado que para implementar ese teletrabajo se necesitan unos protocolos de "desconexión" y también evitar que se dé una feminización de esa movilidad.
Ha admitido que antes de la pandemia desde Arhoe no eran partidarios de la jornada laboral de cuatro días, sino de una jornada "digna de cinco días" para no generar expectativas irreales, pero ahora están a favor "como mecanismo a explorar" en el impulso a un nievo modelo socioeconómico y el reparto equitativo del trabajo. Casero ha incidido en que si durante el verano las empresas ponen en marcha jornadas intensivas estas podrían prolongarse todo el año, y ha recordado que las jornadas partidas derivan de los años 40 del siglo XX cuando las personas tenían dos trabajos y una pausa entre ellos, pero hoy no es necesario. "Perdemos muchas veces el tiempo, tenemos que organizarnos mejor, empresarios y trabajadores", ha zanjado.
Jordi Serrano, miembro del Future for Work Institute, ha coincidido en que en España se trabajan muchas más horas que en otros países de Europa y, sin embargo, somos menos productivos, y también ha señalado que en el panorama post-Covid hay muchas empresas que están definiendo políticas de teletrabajo que, a su juicio, "se quedará". Ha advertido de que en el estado de alarma se ha visto la sobrecarga que en algunos casos ha supuesto el teletrabajo, mientras que hay quien lo ha aplaudido al permitirle conciliar y quien lo ha pasado mal porque no tenía en casa la estructura ni las posibilidades de realizarlo.
Fabián Moreno, promotor de la iniciativa para la reforma horaria, también ha aludido al teletrabajo obligado por la pandemia, pero ha advertido de que teletrabajar "no es trabajar igual pero en casa" y ha agregado que se ha dado el paso tecnológico para poder llevarlo a cabo, pero no el cultural, con lo que simplemente se ha "reproducido el presencialismo". Falta por ejemplo, ha dicho, implementar el derecho a la desconexión.
Además, esta es "una parte de la solución, no una finalidad en sí misma", por lo que se ha referido a otras cuestiones en la misma línea de sus predecesores: compactar la jornada para salir antes de trabajar, horarios flexibles de entrada y salida, avanzar los horarios de las comidas e irse antes a dormir, reducir como mucho a una hora la pausa para comer y cerrar antes los servicios y equipamientos públicos. Por ello, ha reclamado al Gobierno un pacto social y una ley que no solo regule el teletrabajo, sino el resto de cuestiones que afectan al uso del tiempo y a los propios ritmos circadianos de los ciudadanos.
El trabajo, ha dicho, no debe ocupar todo el tiempo de una vida, "no puede ser la parte central", y el escenario postpandemia es "una oportunidad para plantear medidas de transformación". Ha reiterado que es compatible que el empleado mejore su calidad de vida y la empresa gane más dinero.
Por su parte, el sociólogo Jorge Moruno ha aludido a la necesidad de vivir mejor y reducir el estrés, algo que va asociado "a trabajar menos" tiempo. "Dormir más, comer antes y cerrar antes", ha resumido, remarcando que en los países en los que menos se trabaja es "donde mejor se vive". "No se trata de adaptar los horarios de los niños a los del trabajo, sino los laborales y comerciales a las necesidades de la vida", ha señalado, para agregar que hay que "arrancarle tiempo al trabajo y dárselo a la vida".
Respecto al teletrabajo, ha indicado que tiene aspectos positivos como la reducción de desplazamientos, pero también ha aludido a que puede conllevar que uno "no sabe dónde termina la relación con el trabajo y dónde empieza su vida", estando expuesto a un "estrés continuo". Por tanto, cree que es una realidad que "no hay que fetichizar ni demonizar", sino que hay que generar las condiciones para que "no se convierta en una situación tiránica