La formación del nuevo gobierno llegará en unos días, pero la investidura que acabamos de vivir es alarmante no solo por la fragilidad sino por los apoyos recibidos, los discursos que pronunciaron los independentistas y la falsedad tan palmaria del nuevo presidente
La cuesta de enero nunca fue tan cuesta y tan costosa. Las fiestas han pasado, la Navidad ha estado marcado por las clásicas celebraciones cristianas con familia y amigos y un clima de preocupación entre millones de españoles que lo manifestaban de diversas formas. Unos con indignación, otros con reserva, otros con humor, negro sin duda; pero en diferentes conversaciones se palpaba una lógica y razonable tensión por cómo finalizaría la formación del gobierno tras las elecciones de noviembre.
Los hechos han sucedido tal y como se esperaba según la información que hemos ido conociendo y pese a que asumimos que era el guión esperable, cualquiera puede escuchar las numerosas y recientes declaraciones del presidente del gobierno donde con claridad y rotundidad afirmaba que jamás haría nada de lo que ha hecho. En algunos programas de televisión llegó a afirmar “puedo repetirlo todas las veces que quiera, no seré presidente a cualquier precio, no pactaremos con el populismo”.
La réplica que todos conocemos es el tópico que las promesas electorales están para no cumplirlas, y cualquier adulto sabe que además las promesas suelen ser alegatos globales de buena voluntad y compleja realización, como subir pensiones y bajar impuestos. Pero cualquier lector puede entender que negar insistentemente quién puede ser tu socio de gobierno para que confíen en ti, no es la clásica promesa electoral que no puedes cumplir. Creo que es posible afirmar que el recién elegido presidente es un mentiroso, un hipócrita y un cínico y España no merece eso aunque los españoles se hayan pegado un tiro en el pie votándolo.
En estos días, muchos consideran que este nuevo escenario político puede suponer un ataque a las bases de la unidad y la soberanía nacional, algo que con los aliados que ha decidido emprender esta aventura parece más que probable. Pero hay un sentimiento de resistencia y de fortaleza que aunque sea en voz baja, hasta los votantes socialistas decentes pensarán “de peores hemos salido en otros momentos de la historia”. Y así confiamos que sea.
La oposición se ha quedado desnortada y aunque no es lo mejor para la democracia española, también hay que pensar que somos humanos y hay momentos que la realidad supera las ficciones más siniestras. Acaso, ver a los líderes de PNV, ERC o BilduETA chuleando y ninguneando a los españoles en la sesión de investidura es algo que a una persona normal debe provocar un profundo sentimiento de vergüenza e indignación.
Pero en los países democráticos el equilibro en el poder se fundamenta en una fuerte oposición y en este momento España la necesita más que nunca. Se ha generado una especie de movimiento cívico bajo el lema de ‘España existe’, en paralelo con el clásico ‘Teruel existe’, representado además por el siniestro diputado que apoya el pacto con el independentismo mientras vive y trabaja en nuestra ciudad y se lucra de alquilar sus inmuebles al gobierno valenciano. En cualquier caso, es una obviedad que España existe, lo que necesita en estos difíciles momentos es resistir.
Los ciudadanos que desean todo tipo de inestabilidad política, confrontación social o simplemente generar problemas estériles donde no los había, estarán encantados con el nuevo presidente del gobierno. La gente normal y corriente, el pueblo que trabaja, lucha por mejorar sus condiciones y disfruta de su tiempo libre sin pensar en política, está en una tensa espera para ver cómo evoluciona este nuevo y aún desconocido gobierno con políticos que niegan las bases de nuestro sistema, desde la economía de mercado y el mundo de las finanzas hasta la Constitución española y los poderes del Estado que de ella se emanan como el ejército o la justicia.
La acción de la oposición, en mi humilde opinión debe centrarse en tres frentes clave: la acción institucional, sea política o judicial, porque el incumplimiento de la ley sorteándola no es algo nuevo en los políticos nacionalistas; en otro orden, imitando la estrategia tradicional de la izquierda, movilizando la calle constantemente porque motivos, por desgracia, habrá de sobra. Y en último lugar, trabajando el universo digital, desde las redes sociales a todo tipo de información o contenido de interés para que la sociedad no tenga únicamente la TV como medio de informarse. Sin duda alguna, aún podemos afirmar que España existe pero debemos gritar ¡España resiste!