MURCIA. La crítica musical es como una especie de animal agonizante que nunca termina de morirse, por eso, cada tanto, alguien escribe algo acerca del estado de la crítica musical. La crítica musical me recuerda al nombre de aquel grupo inglés de los ochenta que se llamaba Pop Will Eat Itself (El Pop Se Devorará A Sí Mismo). Llevo bastante tiempo preguntándome en voz alta -escribiendo- sobre el estado de dicha práctica y para qué demonios sirve hoy en día (en caso de dudas, se puede seguir el rastro a través de estos artículos dominicales, los cuales publico desde hace seis años). Esta es una preocupación que me viene de lejos. Entonces suena el portero electrónico, escucho el ruido del ascensor subiendo a mi piso y a continuación recibo un paquete de cartón de los que da gusto abrir. Dentro está Papeles subterráneos. Fanzines musicales en España desde la transición hasta el siglo XXI, un primoroso volumen, cuidadamente editado por Libros Walden. César Prieto se ha ocupado, junto a Manuel Moreno y Abel Cuevas, de la selección de fanzines españoles que da forma y sentido a dicho libro. Papeles subterráneos es algo así como la continuación de otro libro, responsabilidad de Cuevas y Moreno, publicado también por Walden bajo el título Todo era posible: Revistas underground y de contracultura en España, 1968-1983.
En Papeles subterráneos aparece Estricnina, lo cual me produce no poca alegría. No es que dude, a estas alturas, de que el fanzine con el que debuté como comentarista musical merezca su pequeño lugar en esta historia de la prensa alternativa a la prensa alternativa. Hace siete años, Juan Puchades ya tuvo a bien rescatar los tres números del fanzine y convertirlos en libro. Pero no puedo evitar cierta sorpresa cuando compruebo, en ocasiones como esta, que no me han olvidado o, directamente, eliminado. En cualquier caso, Papeles subterráneos documenta una época que ya pasó. La época en la que, si querías leer sobre un grupo que te gustaba mucho, ya fuese Derribos Arias, Bauhaus o Suicide, prácticamente tenías que escribirte tú mismo el texto. En aquel entonces, cada aficionado a músicas que no eran las de curso habitual tenía la necesidad de publicar su propio pasquín para que quedara constancia de que otra manera de ver la vida era posible. Hoy los fanzines son los posteos en las redes sociales y el papel solamente sirve para imprimir lo que no podemos tocar en internet, así que Papeles subterráneos levanta acta de un momento en el que la prensa musical oficial necesitaba renovarse y un escuadrón de fanzineros de toda España le dio algunas ideas sobre cómo hacerlo. Algunos de aquellos esforzados reporteros y editores son ya figuras irreemplazables en el panorama cultural español: Luis Calvo -Elefant Records-, Kiko Amat, Rafa Rodríguez -Verlanga-, Juan Vitoria -Discos Amsterdam, Los 39 Sonidos- o el mismo César Prieto -responsable de la sección literaria en Efe Eme y creador del sello discográfico Disco de Paseo- por citar solamente a algunos de ellos.
Cuando comencé a hacer Estricnina la inspiración venía de otros fanzines locales, que tenían enfoques irreverentes. Pero también, y esto lo cuento en el artículo que he escrito para el último volumen de Cuadernos Efe Eme, me inspiraba mucho en un periódico mensual llamado New York Rocker que en España apenas tenía eco y en València no tenía ninguno. También usaba como modelo editorial el Interview de Warhol, sobre todo la manera de afrontar las entrevistas, que eran charlas informales en las que la edición se aplicaba de una manera totalmente aleatoria. De Interview salieron la hoy celebrada Fran Lebowitz -cuyos dos libros acaba de publicar Tusquets en un solo volumen titulado Un día cualquiera en Nueva York- y el no menos imprescindible Glenn O’Brien, autor de la columna llamada Beat, que era lo más de lo más. Ahora me estoy leyendo Intelligence for dummies, una recopilación de artículos de O’Brien, fallecido en 2017. Redescubrirlos es también redescubrirme a mí mismo, al jovenzuelo airado y en constante estado de excitación que fui, reencontrándome con ideas y conceptos y frases que gracias a ellos ya formaban parte de mí y que, gracias a la experiencia, ahora puedo entender mucho mejor. Leyendo a O’Brien me entra nostalgia de una época en la que el crítico musical también podía ser un ideólogo, un pensador, un artista y no un mero publicista de sí mismo. No tengo ni idea de cuál es el futuro de la prensa musical, pero me quedo con esta frase de O’Brien: “En las revistas del pasado hay mucha escritura importante que merece ser recuperada”.
Cuando se habla de la crisis del periodismo musical rara vez se habla de la raíz del problema. Abundan las quejas acerca de la servidumbre hacia la industria, acerca de la falta de independencia, blablablá. Lo que nunca leo es que esta especialidad está considerada como una afición, no como un trabajo a través del cual puedas ganarte la vida dignamente. Y ya no hablo del momento actual, me refiero a los tiempos previos a la pandemia y a los tiempos anteriores a esos tiempos. Siempre se habla de lo que se espera del periodismo musical, de su sacrosanta función, de cómo deberíamos ser los salvadores de conceptos que a la gran mayoría de la gente le importan un pito porque no se ha sabido explicar la importancia real de la música en nuestra vida y nuestra sociedad. Este es un género que predica para el converso y el converso solamente quiere que le hablen de lo que le gusta y que le digan aquello que quiere oír. La música pop es la madriguera ideal para los esnobs. A su público no le hace ninguna gracia compartir sus preferencias con demasiada gente, excepto cuando llega la hora de irse a un festival. Tampoco les gusta que les mareen con ideas nuevas acerca de sus ídolos.
Si te dedicas a la prensa musical significa que tienes que ejercer un trabajo por el cual, normalmente, se te paga poco o mal. Porque así está establecido. Los periodistas musicales que no pertenecemos a la plantilla de algún medio, somos tristes trabajadores en régimen de autónomos. No tenemos derecho a casi nada. Pero si alguien te pide un artículo sobre REM o St Vincent se supone que te invaden unas ganas locas de olvidarte de tus problemas y ponerte a escribir como un enajenado. Como si esto no fuese un trabajo ya que, se da por sentado que es algo que nos gusta mucho hacer. Es cierto. Esto no necesariamente lo haces porque hayas estudiado periodismo, en muchas ocasiones lo haces por pasión y ni siquiera te metiste a estudiar una carrera para hacerlo, como en mi caso. Pero la pasión no paga las facturas ni te pone la comida en la mesa. Yo, de cara a las vacaciones, enfoco mi pasión hacia otros menesteres, como, por ejemplo, disfrutar de Papeles subterráneos, que tiene ese morbo añadido de mostrarme mi propia juventud en formol. Aunque mi gran vocación es no hacer nada de nada, y menos aún escribir, cuando llegan las vacaciones de verano. Así pues, tened unas vacaciones estupendas y nos vemos en septiembre.