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"Entrenad de forma que los trabajadores que se levantan a las 6 estén orgullosos", el basket de la URSS

Los últimos segundos de la final de los Juegos Olímpicos de Munich, en los que la URSS logró derrotar a Estados Unidos, le costaron una úlcera a Kondrashin con la que estuvo luchando el resto de su vida. Los jugadores de la URSS sufrían concentraciones que duraban meses en las que estaban aislados de todo, por eso a veces se entregaban al vodka y fumaban compulsivamente, pero lograron dominar este deporte en Europa y el mundo, al menos hasta que les destronó Yugoslavia, con choteos y burlas incluidas

7/09/2020 - 

MURCIA. Las palabras de este titular son de Vladimir Komdrashin, entrenador del Spartak. Trabajó durante años sin recibir un salario fijo, le daban igual los bienes materiales, no necesitaba gran cosa. En los entrenamientos, le decía a sus pupilos: "Los habitantes de esta ciudad se levantan a las seis de la mañana, van a trabajar pasando frío en medios de transporte llenos de gente y el fin de semana vienen a ver al Spartak en su tiempo libre. Entrenad de forma que se sientan orgullosos de vosotros". La cita la ha recogido David de la Vega en Retratos tras el telón de acero, un libro de 650 páginas dedicado íntegramente a la historia del baloncesto de la URSS.

Como ocurre con casi todos los aspectos del extinguido país en 1991, es una historia apasionante. Desde los orígenes de un deporte que progresaba lentamente regido por las "reglas de Moscú", primera normativa que dio pie al desarrollo de esta especialidad en la URSS, al contexto del rechazo del deporte profesional que hoy conocemos desde una óptica revolucionaria. Como decía Avel Enukidze: "En las Olimpiadas de Ámsterdam existe un intento de ganar medallas y batir récords a cualquier precio, convirtiendo la defensa del honor nacional en un fin en sí mismo que nosotros no compartimos. En nuestras Spartakiadas, los atletas tienen la oportunidad de demostrar que la cultura deportiva tiene como principal misión preparar a los trabajadores en la lucha por el socialismo". Enukidze era amigo personal de Stalin, pero fue fusilado y pronto se adoptó la línea de competir contra el capitalismo en todos los órdenes de la vida, incluido el deporte.

La selección de baloncesto que pusieron en marcha fue una de las más galardonadas del continente. Tuvo partidos históricos como el de los Juegos Olímpicos de Munich de 1972 contra Estados Unidos y una rivalidad con otro país comunista, Yugoslavia, al que estuvieron enfrentados políticamente largos años. Los balcánicos lograron destronarlos choteándose de ellos.

Al famoso partido contra los americanos le dedica un capítulo entero. "Una alegría demasiado grande para ser escrita con palabras", dice el autor. Sin embargo, de la película que cuenta la hazaña, Going Vertical (Three seconds) de Anton Megerdichev, señala que enfadó a mucha gente por faltar a la verdad. Las mujeres de Kondrashin y Aleksandr Belov presentaron una demanda contra los guionistas: "Cuesta imaginarse a Korkia en un sin vivir porque su presencia en las Olimpiadas dependía de la boda de su hermana. Paulauskas nunca fue señalado por actividades antisoviéticas. Durante la gira americana de 1971, pidió permiso para visitar a unos amigos lituanos. Kondrashin se dio, pero advirtiéndole expresamente que no le decepcionase. Y Paulauskas no lo hizo. Nadie podría saber en 1972 de la enfermedad mortal que parecía Sasha Belov, al contrario de lo que, de forma novelesca, da a entender. En la película también se refleja que Kondrashin se dormía en las semifinales ante Cuba ¡y ni siquiera aparece Bashin!".

Yuri Kondrashin, el hijo, le cuenta al autor que había soñado que la URSS ganaba a Estados Unidos con una canasta decisiva de Belov en los segundos finales. Cuando luego sucedió en la vida real, se sintió "abrumado". Los últimos cinco minutos de ese partido le costaron una úlcera a su padre. Se pasó el resto de su vida luchando contra ella, con restricciones alimentarias y una estricta medicación.

Sobre la rivalidad con los yugoslavos, mi curiosidad se fue inmediatamente antes de la lectura a Bélgica 1977, cuando el gran Moka Slavnic se puso a pasarse el balón con un compañero como su estuviesen jugando al voleibol. Solo dice que Gómelski sentía "respeto y devoción" por Cosic, pero "por Slavnic y sus malos modos no sentía ningún cariño". No insiste mucho en el tema, que debió ser insultante para los soviéticos.

En alguna declaraciones que recoge el volumen, se traspasa la intimidad del vestuario y se pinta un panorama de los que ya no podrían ni soñarse. Por ejemplo, Santi Adama recordando a Belostenny, dice: "Hacia tanto calor que nos íbamos al Balnerario de Panticosa, donde pasábamos quince días concentrados. Cuando Belostenny llegó, me acuerdo de que compartía habitación con Paco Zapata, que me decía: 'Joder, se come los paquetes de tabaco'. Es cierto, en aquella época mucha gente que jugaba al baloncesto fumaba; hoy ya no tanto, en aquella época era normal, pero lo de Alexandr era fuera de lo común. Fumaba en el baño, nunca en la habitación para no molestar a Paco. Luego no había dios que entrar al baño, se pasaba el día ahí".

También es buena la de Serguéi Tarakánov sobre el vodka que irremediable acompaña a la imagen de los eslavos del norte. Comenta: "Hay muchos rumores sobre ello. Bebíamos algunas veces, pero solo como una vía de escape de la realidad porque pasábamos mucho tiempo fuera de nuestro país, sin nuestras familias y sin nada en los campamentos, donde entrenábamos tres veces al día y eran como una especie de prisión. Teníamos muchos viajes también todos los años y no estábamos en casa durante meses. Hoy en día es distinto, porque tienes internet, ordenadores, vídeo, etc... En comparación con España y otras selecciones nacionales, nosotros vivíamos en una especie de prisión, no solo dentro de la selección, sino dentro del CSKA, por ejemplo, donde los campamentos también eran muy estrictos. Pasábamos semanas y meses en ellos, no veías a la familia, no veías a los niños. Era muy duro psicológicamente. Algunas veces nos juntábamos y bebíamos, pero solamente bebíamos para olvidar". El propósito contrario de este tratado enciclopédico absolutamente brillante.

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