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El legado del porno digital

Llegan noticias de que se están batiendo récords de consumo de pornografía con el encierro en casa debido al coronavirus, pero, tal y como han mostrado varias investigaciones, al mismo tiempo que nos encontramos en la época en la que más pornografía se consume, menos dinero ganan con ella los que la protagonizan. La 'uberización' económica de este sector ha devaluado por completo un negocio que, en su modelo gratuito por medio de plataformas de vídeos, ha sido acusado de servir como pantalla para blanqueo de dinero

23/05/2020 - 

MURCIA. "Si los menores de la casa pasan horas encerrados en su cuarto conectados a Internet, asuma que es probable que hayan sucumbido al porno...". Comenzaba así Celia Blanco un artículo en El País a principios de mayo  El porno digital ha sido un tema recurrente en estos dos meses de confinamiento y estado de alarma como consecuencia de la pandemia de coronavirus. Numerosas noticias han informado de que durante estos días ha aumentado el consumo hasta niveles nunca vistos.

La pornografía sigue siendo un tabú con diferentes vertientes. Siempre se ha considerado que quien recurría a ella mostraba una flaqueza, por eso muchos consumidores guardan un elocuente silencio sobre estos temas y no se les conoce gustos, preferencias o ni siquiera momentos de alivio. Por otro lado, la explotación del cuerpo de la mujer llega a unos extremos tan grotescos en algunas de sus manifestaciones que para el feminismo es un fenómeno a perseguir y su consumo un hábito repugnante.

Con lo que nadie contaba, sin embargo, era con el futuro. En un cómodo dispositivo portátil, cada ciudadano puede ver ahora cualquier expresión pornográfica cuando le apetezca donde le apetezca. Y gratis. Daniel Mundo, profesor de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires, decía recientemente en una entrevista que con la invención de la imprenta, lo primero que se publicó fue la biblia y lo segundo, grabados pornográficos. Resulta difícil, por lo tanto, encontrar oscilaciones en el interés que despierta la pornografía, parece que es perenne.

Hace unos años comentamos en esta columna la serie de documentales After Porn Ends, una recopilación de entrevistas a estrellas del porno jubiladas. Había casos en los que se hablaba con cierto orgullo, como Ginger Lynn, que decía que en su época se codeaba con el star system y "si hubiera trabajado en McDonalds y no me hubiese gustado, sí sería una puta, pero a mí me gustaba follar". No obstante, en la mayoría de las conversaciones salían adicciones por medio, abusos en la infancia y dificultades para salir adelante tras el retiro. El caso de Janine Lindemulder era particularmente doloroso, ya que perdió la custodia de su hija sin prácticamente opción a defenderse solo con que leyeran su currículum en el juicio.

Fuera de las historias personales y experiencias concretas, con la intención de mostrar una perspectiva, en Sudance TV se ha emitido otro documental muy recomendable, Pornocracy, filmado por la ex actriz porno francesa Ovidie. El reportaje por un lado mostraba el auge y caída de la profesión. Hubo unos años dorados, donde se ganaba muchísimo dinero, pero la 'uberización' de la economía golpeó con fuerza el sector a todos los niveles. Cuando el desarrollo de internet permitió la emisión de vídeos en streaming con facilidad, la aparición de los canales acabados en "Tube" que ofrecían porno gratuito devaluaron por completo el negocio. La premisa del trabajo de Ovidie era que nunca se ha visto tanto porno como en la actualidad, pero a costa de la industria tradicional que explotaba el negocio. En esos momentos, se necesitarían más de doscientos años para ver todo el contenido gratuito de Pornhub.

'Pornocracy'

Al mismo tiempo que el vídeo se devaluaba, se desarrolló el negocio de las webcams. La posibilidad de chatear en directo y ver a través de una cámara a una mujer. Una actividad, que como mostraba el documental, se concentran en países en situaciones económicas complicadas, como Rumanía o Colombia, donde las chicas tienen que someterse a jornadas laborales extenuantes para ganar sueldos que triplican el salario medio de sus países aproximadamente. Muchas de ellas, como las que entrevistaba, para poder pagarse la universidad.

Lo cierto es que esos testimonios no son antiguos. Cuando Netflix le dedicó también un documental al fenómeno Hot Girls Wanted, algunas decían que con el porno se pagaban la universidad y otras que no iban a malgastar el dinero que ganaban en la universidad para luego tener un curro alienante. No obstante, en el reciente documental francés Yo fui el rey del porno, de Raphaël Siboni, lo que se mostraba era precisamente eso, que un rodaje pornográfico era una rutina agobiante y repetitiva como pocas. Casi tanto como ver un documental que vino con la vitola de haber escandalizado a Francia, pero seguramente fuese a causa del tedio.

En la última entrega de After the porn ends, la tercera, la actriz Alex Chance revelaba que su caso se aburría complemente con su trabajo ordinario, venta de casas, y que con el porno por fin había encontrado algo satisfactorio. Priya Rai, sin embargo, al ser hindú, confiesa que recibió muchas amenazas de muerte. Además, al ver a su hijo ir a la universidad, siente que se ha perdido algo en la vida. Lo reconoce con lágrimas, después de contar que no puede ir al campus a buscarle por la agitación que se produce entre sus compañeros. En otro testimonio se cuenta que es frecuente en la enseñanza u otras profesiones que se despida a los profesionales cuando se descubre que tienen un pasado en el porno. Es un estigma, como contaba Janine en la parte dos.

Alex Chance

Otro cariz toma el asunto cuando se trata de escenas extremas. Dobles o triples penetraciones anales. Imágenes que se consiguen entre dolores y arcadas hasta que el cuerpo se acostumbra a base de entrenamiento. Hubo un documental, Rocco, que debió su existencia básicamente a este problema. Acusado de tratar a las mujeres con violencia en sus escenas, el actor italiano rodó esta hagiografía de sí mismo en la que se presentaba como víctima de la vida y mostraba que sus actrices eran un poco sadomasoquistas y les gustaba lo que hacían con él.

Lo más relevante del Pornocracy era el caso de MindGeek, la empresa que logró agrupar a todas las web de vídeos gratuitos, tirando los precios por los suelos de cualquier actividad pornográfica. Con acusaciones un tanto difusas, Ovidie denunciaba que el escalofriante caudal de tráfico que manejan estos portales -PornHub tiene hoy más de 100 millones de visitas diarias-, para lo que podía servir era como pantalla de otro tipo de actividades, tales como mover dinero entre paraísos fiscales o algo peor, el lavado de dinero. Historia que cuenta una fuente pistola en mano, porque, según dice, está amenazado por estas investigaciones y ya le llegó un mensaje de que le podían quemar la casa. Un testimonio que no es porno, pero que resulta bastante más explícito.

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