El coronavirus es ese bicho que nadie sabe su procedencia exacta, cuyo tratamiento va desde el paracetamol, reposo y líquidos hasta antivirales para tratar el VIH. Es ese bicho que vamos a contener lavándonos las manos mucho y tosiendo sobre nuestros codos. Ese bicho que tiene una tasa de mortalidad del 3%, que te puede enviar al patio de las malvas o encerrarte en una habitación un par de semanas. Ese bicho se ha llevado por delante a todas las bolsas del planeta en una caída de los valores bursátiles solo comparable a la producida por Lehman Brothers.
Últimamente he escuchado a muchos analistas hablando y confiando en un efecto rebote una vez contenido, controlado y superado el coronavirus. Para una parte de ellos, no existen evidencias técnicas que justifiquen estas caídas más allá del estado de pánico transitorio en el que han entrado los inversores a cuenta de la epidemia en cuestión. Para mí, todos esos trillones de deuda pública, los tipos negativos y la facilidad para subir impuesto en vez de reducir gastos son más que suficientes para que cualquier evento de efecto global desestabilice la confianza de los inversores, pero eso es para mí, que no soy analista bursátil. Hablan de la buena marcha de la bolsa durante el 2019 y de los máximos de cotización alcanzados en los meses de enero y febrero de 2020. Las grandes incertidumbres del año pasado habían desaparecido, Trump había firmado la paz arancelaria con Xi-Jinping y el Brexit iba a ser pactado, en términos generales el PIB mundial crece a menor o mayor ritmo en uno de los ciclos expansivos más largo de la historia. ¿Entonces? ¿Tienen razón? ¿Se recuperará pronto la bolsa tras el coronavirus?
Antes, si Estados Unidos estornudaba, Europa se resfriaba. China tiene coronavirus, Europa se lava las manos
Cualquiera que tenga la respuesta correcta puede hacerse millonario. Lo cierto es que nadie tiene una bola de cristal para saber lo que va a pasar, pero que no hay mal que cien años dure y al final de todo se sale, con eso y 15 euros se puede ir al cine. Todo dependerá del tiempo que se tarde en contener la epidemia y la profundidad de las medidas que se vayan a tomar para conseguirlo. No es lo mismo lavarse mucho las manos que estar obligado a hacer una cuarentena en casa. Lo primero es una cuestión de higiene personal fácilmente asumible, lo segundo implica paralizar prácticamente la economía. China ha cerrado centros de producción, lo que ha provocado desabastecimiento en numerosos mercados, por no hablar de lo que ha dejado de consumir, China es el gran consumidor del planeta en este momento. Son sus turistas, son sus productos, es su moneda. El coronavirus ha puesto muchas cartas encima de la mesa, entre ellas, la importancia y la dependencia de la dictadura china en todos los sentidos. Antes, si Estados Unidos estornudaba, Europa se resfriaba. China tiene coronavirus, Europa se lava las manos.
La bolsa es la esencia de la realidad; eso sí, no refleja lo que ya ha pasado, evalúa el futuro
Estados Unidos y otros países han bajado sus tipos de interés para evitar que el pánico de los mercados financieros se traslade a la economía ‘real’, que el crédito no llegue a empresas y familias y empiece a crecer el paro. Dicho así parece que la bolsa y la realidad de la economía transitan por universos paralelos sin molestarse, evitando cualquier tipo de contacto. Mentira. La bolsa es la esencia de la realidad: pero eso sí, no refleja lo que ya ha pasado, evalúa el futuro. Al final no se nos puede escapar que muchas de las ventas que no se han realizado ya no se van a realizar, no se van a posponer, se han perdido. El año que viene no vendrán el doble de turistas a ocupar plazas hoteleras que no tenemos. No puedes combatir los efectos de un coronavirus de la misma forma que Lehman Brothers.
Covid-19 viene con una factura debajo del brazo, directamente proporcional a las medidas que va anunciando Fernando Simón. Antes de que llegue todo ese efecto rebote en las bolsas, todo ese recuperar los niveles de principios de año, vamos a ver un aumento del paro, un aumento del déficit y otra reducción de las previsiones de crecimiento, de hecho, ya se está produciendo, pero no ocupan titulares. Habrá efecto rebote, claro que lo habrá, al final de todo se sale, no hay mal que cien años dure.
Ignacio Gil Ruiz es economista