Sus Siete Dogmas en los que abogan por el respeto a la libertad y la dignidad de todas las personas, sus campañas para ayudar a los sin techo y su obsesión con que una creencia no puede anular una teoría científica sitúa a los seguidores del Templo de Satán estadounidense más cerca de los cristianos de base que de otra teoría. Un documental, Hail Satan? recorre el movimiento durante los últimos años y muestra por qué merece respeto: están amenazados por sufrir un mass shooting en cada acto que realizan
MURCIA. De un tiempo a esta parte han llegado noticias de las actividades del Templo de Satán en Estados Unidos. Generalmente, hacían referencia a la colocación de estatuas y monumentos de temática satánica y su reivindicación como una minoría religiosa más que debería gozar de los mismos derechos y obligaciones que cualquier otra religión en Estados Unidos, un país donde la primera enmienda de su Constitución dice así: "El Congreso no hará ley alguna por la que adopte una religión como oficial del Estado o se prohíba practicarla libremente".
Sin embargo, este nuevo viejo culto tiene bastante enjundia. No se reduce a una broma, aunque no esté exento de provocaciones. Un documental de Penny Lane, Hail Satan? (Magnolia Pictures, 2019) analiza el movimiento desde su formación con acceso a fuentes directas.
Según explica uno de los fundadores del culto, en el momento en el que aprendes cómo funcionan los medios de comunicación, es muy fácil que tú seas quien les manipula a ellos. Para poner en práctica esta teoría, organizaron un encuentro con un actor frente al capitolio. No había más de tres personas detrás de la pancarta satánica, el discurso solo se lo dio a los periodistas convocados y a algún espontáneo. Tuvo la suerte de que alguien le gritó que iba a ir al infierno por lo que estaba haciendo, a lo que el actor replicó: "eso creo y estoy muy emocionado".
Con actos de este tipo que tan bien daban en cámara y recogían reacciones airadas lograron entrar en los informativos nacionales. Lucien Greaves, con su ojo de cristal, un portavoz oficial, fue entrevistado hasta en Fox News. La segunda oleada llegó cuando se fueron a hacer "rituales" a la tumba de la madre de un líder ultra que realizaba campañas homófobas. Entre el paripé que hicieron sobre la lápida, como frotarse los testículos con ella, lo fundamental era que aparecían personas del mismo sexo besándose. Luchaban contra la intolerancia a su manera.
Este equívoco, pensar que Estados Unidos es un país cristiano oficialmente apoyados en el lema "In god we trust" (En Dios confiamos), tiene parte de su origen en las dos oleadas de pánico moral del siglo XX, explica Lane. La primera fue a raíz del enfrentamiento con la URSS en la Guerra Fría y de que los comunistas, los ateos, tuvieran la bomba atómica y pudieran lanzarla en cualquier momento.
Para la autora, esta situación hizo que calara el mensaje entre amplias capas de la población de que los estadounidenses se habían apartado de Dios y de que si no se aferraban a él de nuevo podría caer sobre ellos el apocalipsis.
Menos predecible fue el caso de los años 80, cuando se desató una oleada de pánico moral que arremetió sobre todo contra las letras de las canciones de música popular, muy especialmente las de heavy metal. En imágenes de archivo impagables aparecen informativos exagerando crímenes atribuyéndoselos a sectas satánicas y fantaseando sobre el funcionamiento de estas. Se muestran documentales donde se enseña a los padres cómo buscar "señales de comportamiento satánico en sus hijos". Salen ahí matrimonios, él con su bigote a lo Flanders, hurgando en los enseres de sus hijos en búsqueda de un pentagrama o algún tipo de cuchillo infernal.
Lógicamente, la parte más divertida es la dedicada a los juegos de rol en la época en la que Dungeons & Dragons pegó el pelotazo. La documentalista ha dado con testimonios de jugadores arrepentidos que describen ante la cámara como si fueran ex drogadictos cómo se metían en habitaciones oscuras a tirar los dados y acumular cartas. Un actual miembro del Templo de Satán cuenta que cuando de pequeño se enteraron las madres de sus vecinos de que jugaba al rol forzaron a sus hijos a retirarle el saludo. Se convirtió en un apestado.
Según explica Lane, las autoridades han intentado presentar cargos contra sus actividades, pero era imposible con la legislación vigente. En Estados Unidos el estado no es nadie para decidir cuál es la expresión religiosa correcta.
Ya hubo antecedentes de sectas satánicas en el país décadas atrás, pero tenían un aspecto más social y teatrero que político, que es lo que distingue al culto actual. De nuevo en imágenes de archivo, se ve que esas sectas de los 60, aunque tuviesen un punto ridículo con ceremonias en las que uno llevaba cuernos y las mujeres están semidesnudas, estaban basadas en el ateísmo. El líder comentaba en su día a los medios que un miembro de su secta se sentía mal porque se masturbaba una vez al día, pero al integrarse entre los satánicos lo hacía tres veces y sin complejo de culpa alguna. Es decir, su vida había mejorado notablemente.
Es gracioso cuando los actuales ideólogos del Templo de Satán cuentan que hasta en la Biblia el que tiene más sentido común es el diablo. Ponen como ejemplo cuando tienta a Abraham con no asesinar a su hijo a sangre fría porque se lo ha ordenado Dios, o el momento en el que se aparece a Jesús en el desierto y la primera forma de ponerle a prueba que tiene es invitándole a no pasarse 40 días sin comer y le pegue un bocado a unas piedras convertidas en pan. Son interpretaciones interesadas y no del todo exactas, pero están cargados de sentido a la hora de cuestionar el dogmatismo.
Porque a la hora de analizar el contenido de sus propuesta es cuando uno arquea una ceja. Normalmente, todo lo relacionado con lo satánico es apriorístico. Primero, se adopta lo satánico y luego se le busca una explicación más o menos coherente. Una vía de escape buena era la filosofía nietzscheniana. En este caso, lo que explican en el documental los nuevos satánicos llama mucho la atención.
Limpian playas, recogen productos para la higiene de las mujeres sin hogar, tienen unos mandamientos, los Siete Dogmas, que se reducen a respetar la libertad y la dignidad de los demás, así como su intimidad. Están en contra de la pseudociencia, consideran que nunca una creencia puede imponerse a una teoría científica. No son teístas, cuando hablan de su movimiento rechazan la palabra "seguidores", abogan por "colaboradores".
Sale uno con barba de chivo que dice muy serio con voz ronca que si se comete un error, uno tiene la obligación moral de reparar el daño. Podríamos hablar de sentido común, pero lo que subyace de su filosofía no es otra cosa que el cristianismo de base. Esa doctrina casi olvidada que sitúa la importancia de la fe en los actos de las personas, no en su creencia en Dios.
Pese a todo, al final del documental se le quitan a uno las ganas de frivolizar o bromear con esta gente. Es más, se les coge un gran respeto. Han recibido amenazas de muerte de toda clase. Salen antes de montar un acto. Se les ve colocándose chalecos antibalas preparando un anillo de vigilancia por si aparece un chalao y monta un mass shooting. Ese detalle, el verdaderamente tétrico de toda esta historia, pone de manifiesto que no se puede tomar a broma su compromiso por mucho humor que le pongan con la referencia fija al demonio.
No solo era un agente de la Gestapo y la Falange, aparte de perseguir a los republicanos más destacados que habían escapado a Francia, se dedicó a desvalijarlos. Además, montó una organización para ayudar a los judíos perseguidos por los nazis que tuvo como fin robarles todos sus bienes. Incluso en sus últimos años en activo en Bélgica, siguió robando dinero de la embajada española, pero por fin fue descubierto. Entre sus víctimas, Companys, Azaña y un gran olvidado, Zugazagoitia