Uno de los tres pilares del Estado de bienestar, a saber: educación, sanidad y bienestar social, sufre una nueva (y ya van muchas) agresión o tentativa de seguir aniquilando su verdadera naturaleza, cómo no en pleno verano y siempre con un objetivo: adoctrinar.
MURCIA. El problema de la educación en España es recurrente, pero no creo equivocarme al afirmar que cada vez va a peor, pues la intervención de los políticos siempre amenaza con destrozar o marginar cualquier atisbo de cordura y sensatez. Es decir, se merma una y otra vez un sistema educativo que debería primar la disciplina y el esfuerzo, basarse en la verdad y la razón y buscar la libertad fomentando un espíritu crítico del alumno. Pueden decir todo esto para promocionar cualquier nueva ley educativa o medida, pero cuando se lee el texto íntegro, se repasan los libros de texto y se conoce la puesta en práctica, todo va en la dirección contraria, todo se centra en lo emocional, en la relatividad como gran valor, y si no basta con leer párrafos como este del borrador del Ministerio de Educación explicando en qué consiste la educación en valores: "movilizar el conjunto de conocimientos, destrezas, actitudes y valores que permiten al alumnado tomar conciencia de su identidad personal y cultural, de ciertas cuestiones éticas y sociales relativas a la convivencia, y del carácter interconectado y ecodependiente de su vida con relación al entorno". Sí, ecodependiente.
La covid-19 ha acelerado el proceso de lanzar noticias y propuestas que, aunque a primera vista parezcan ridículas o fuera de lugar, poco a poco van calando en la sociedad, pero es algo que lleva años instalado en nuestra política y en los medios de comunicación. La perversión del lenguaje es una de esas formas de hacer ingeniería social que tanto gusta a la izquierda, piensen que, si uno habla correctamente en un foro público sin atacar el vocabulario ni repetir palabras, puede ser tildado de machista o cualquier otra lindeza. Se implantan dogmas que además de faltar a la verdad, suelen ser ridículos, porque se pretende modificar la realidad y el comportamiento natural de las personas.
La educación es la piedra angular del proceso de crear una nueva sociedad, donde todo es voluble, y cualquier axioma es puesto en solfa y llevado al debate público para negar esa teoría o proponer otra alternativa que genera la duda y la confusión sobre algo que era un principio irrefutable. El gobierno amenaza con darle la vuelta al sistema educativo una vez más y lo explican a través de términos que no reconoce ni la RAE ni el corrector de Word, que son soflamas políticas puestas de manera forzosa sobre la mesa por colectivos minoritarios pero influyentes que acaban logrando sus propósitos por curiosos que parezcan.
Uno de los temas que sin duda forma parte de este nuevo mundo y esta nueva educación, es el más que manido cambio climático. Interesante es repasar los artículos que se publicaban hace tan solo veinte años anunciando que este año ya no habría playas en el Mediterráneo y en el norte de España habría palmeras y la gente iría de manga corta. Las olas de calor, como la anunciada para estos días, siguen produciéndose en verano, como los incendios forestales tantas veces provocados por pirómanos pero también por el viento y las elevadas temperaturas, las lluvias torrenciales en primavera y otoño, algo habitual en nuestra zona mediterránea y así podríamos seguir con fenómenos climatológicos que son cíclicos y que además sufren modificaciones en períodos de siglos, no de décadas, es decir, que es complejo tener una visión clara como nos venden porque además las mediciones son muy recientes, pero siempre ha habido transformaciones en la tierra y en el clima, pero no como llevan años anunciando en períodos humanos sino geológicos.
Con toda honestidad, la verdadera preocupación para quienes creemos en la libertad del ser humano es que tanto la nueva educación, la nueva normalidad, el cambio climático y tantos mantras pretenden inoculárnoslos sin dejar espacio al debate, la duda y la sana crítica. Se impone una verdad oficial única e inmutable que prefiere señalar y criticar al disidente que con argumentos y razones quiere que al menos se abran debates cerrados en falso. Dicen que tenemos los políticos que nos merecemos y yo me pregunto ¿qué hemos hecho para merecer esto?