MURCIA. Una de las series más esperadas de la temporada es la primera producción de HBO España, la adaptación la exitosa novela de Fernando Aramburu, Patria, que se estrena el próximo 27 de septiembre. Hace unos días, HBO difundió en Twitter el cartel de promoción, acompañado por este texto en el tuit: “Todos somos parte de esta historia. #PatriaHBO”. Supongo que ya lo saben: se montó la de dios en twitter y ahora ya fuera de él, que hasta el ministro Marlaska ha dado su opinión.
No pienso ver la serie. Cómo se atreven. Infame equidistancia. Falta de respeto. No se pueden equiparar víctimas y verdugos. Etc. Etc. Etc. Mucha indignación. Gran parte de ella en un montón de tuits de cuentas vinculadas a la derecha o a la extrema derecha pidiendo la cancelación de la serie y el boicot a la cadena bajo el lema #CancelaHBO. No han faltado algunas figuras conocidas, como la inefable Rosa Diez y su peculiar cosmovisión, culpando directamente a Pedro Sánchez (¡!), que debe ser el hombre más poderoso de la tierra según nuestro extremo centro, la derecha, la ultraderecha y la ultraultraderecha: alguien capaz de desatar una pandemia y controlar a Soros y Bill Gates mientras diseña la programación de HBO.
Lo cierto es que la caverna, en su afán, tan molesto y dañino, por hacer ruido como sea y embarrarlo todo, le ha hecho la campaña a HBO. Lo que este lío va a suponer es que, si alguien no sabía del estreno de Patria, ahora ya sabe. Pero, más allá de los evidentes intereses y maniobras políticas que hay detrás de la respuesta al cartel y la llamada al boicot, conviene hacer un poco de pedagogía y análisis de imagen y del relato. ¡Cuánta falta nos hacen estas enseñanzas en los curriculums de primaria y secundaria!
Primera enseñanza, elemental: para criticar y juzgar cualquier obra cultural hay que verla antes. Esta es fácil. Puro sentido común, ese que tanto escasea. Nadie ha visto la serie, pero un montón de personas están opinando sobre ella ¡a partir de una imagen fija, de un anuncio! Es más, estoy segura de que muchos de los opinadores indignados no han leído la novela ni tienen la menor intención de hacerlo. Y no tienen HBO. Ya saben, no tengo pruebas, pero tampoco dudas.
Segunda enseñanza, también elemental: es una ficción. No, esperen, lo voy a poner en mayúsculas y con exclamaciones, a ver si así se enteran: ¡ES UNA FICCIÓN! No solo la serie y la novela lo son, por mucho que se inspiren en la realidad. También el cartel, las fotos que en él aparecen. Son una construcción, una imagen hecha con actores y actrices, decorados, iluminación, efectos, vestuario, maquillaje, etc. Una representación. Resulta asombroso ver en twitter cómo la gente indignada le ofrece a HBO alternativas a las imágenes, consistentes en fotos de atentados reales de ETA y de víctimas también reales, o incluso estadísticas de asesinatos. La confusión entre realidad y ficción, un signo de nuestros tiempos, es desoladora. Y la base de un ejercicio represor inaceptable que lleva a la censura y, lo que es peor, a la autocensura.
Tercera enseñanza. Usuarios de twitter y titulares de prensa no dejan de repetir el mantra: HBO equipara a las víctimas y los verdugos. Equipara. Veamos. Que haya dos imágenes juntas no significa que se contrapongan, ni que se equiparen, o que una anule a la otra o la desmienta. La novela y la serie cuentan la historia de dos familias enfrentadas por la violencia. Una dualidad que está en el libro original, en el que cada familia vive de un modo distinto la situación, y que el cartel mantiene. Es una foto más otra foto. Significa que forman parte del mundo que el relato ha construido. Un mundo ficcional inspirado en la realidad de nuestro pasado más reciente. Y, como en él, hay gente de todo tipo: víctimas, verdugos, gente que mata, gente que consiente, gente que duda, gente que tortura, gente que no entiende, gente que aguanta. Sobre todo, gente que sufre. Es el “Todos somos parte de esta historia” con que HBO acompañó a la imagen. Exactamente eso.
¿Toda esta reacción significa que no está nuestra sociedad preparada para ver representadas algunas cosas? ¿Por ejemplo, que en la lucha contra ETA y su entorno hubo torturas, abusos policiales y judiciales, la cal viva y todo aquello? No lo digo yo, lo dice, entre otros, el Tribunal Europeo de Derechos Humanos en unas cuantas sentencias contra el gobierno español.
Analicemos la reacción del autor de la novela, Fernando Aramburu, que ya dio en su momento el visto bueno a la serie. El día anterior al lío de twitter subió a sus redes una foto del enorme cartel de la Gran Vía, con el texto: “Madrid, hoy, ahora”. He aquí la foto:
En ese momento no parece molestarle la imagen. Todo lo contrario. Pero, tras las peticiones de boicot y las críticas, un día después escribe un texto en su blog que comienza así: “El primer cartel promocional de la serie de televisión Patria me parece un desacierto”. En el artículo aclara que la serie, salvo una o dos secuencias que le chirrían, no es así: “Atribuyo el cartel a una estrategia de márquetin que no comparto. Incumple una norma que yo me impuse cuando escribí mi libro: no perder de vista el dolor de las víctimas del terrorismo, tratarlas con la empatía y el cariño que merecen. La serie, en mi opinión, sí lo hace.”
¿En serio el cartel “pierde de vista el dolor de las víctimas del terrorismo, tratarlas con la empatía y el cariño que merecen”? ¿Es equidistante al mostrar dos imágenes violentas que formaron parte de la realidad de Euskadi durante muchos años? Lo llamativo es que la “equidistancia” del cartel solo se le hizo evidente al autor cuando empezó la llamada al boicot y fue interpelado directamente por mucha gente en twitter. ¿Tanta es la presión que el propio escritor se ve obligado a justificarse para evitar ser objeto de críticas?
No hace mucho comentábamos por aquí esa capacidad de cualquier serie USA, buena, mala o regular, de plantear temas incómodos. Me van a disculpar la autocita, pero es que la realidad está de un repetitivo que aburre. Esto es lo que les decía hace unas semanas: “¿no les asombra esa capacidad, o llamémosle libertad, de cualquier serie o peli estadounidense de chicha y nabo para contar los muchos fallos del sistema y exponer las ruindades de los diversos poderes sin tapujos?”
Seguro que recuerdan haber visto series o pelis americanas de esas de relleno, sean de policías o espías o acción, en la que se ven torturas a los presos, comunes o terroristas, denunciadas con toda naturalidad y formando parte de la trama sin problemas. Las cloacas del estado a pleno rendimiento, con agentes de la CIA o de la NSA que matan sin mover una ceja y cumpliendo órdenes, para horror de los heroicos protagonistas sumidos en grandes dilemas éticos. De hecho, podemos construir la negra historia y la realidad de esas agencias estatales de Estados Unidos solo viendo series y películas. ¿De verdad nunca vamos a poder ver esto en una producción audiovisual española? ¿Tiene que pronunciarse el ministro de Interior al respecto, como en este caso?
Necesitamos en España series y películas incómodas, que nos remuevan en el asiento y nos hagan replantearnos algunas cosas. Tenemos que ser capaces de poder contar historias con toda su complejidad y todas sus caras, aunque algunas no nos gusten nada y sean feísimas. Y, sobre todo, aunque molesten a quienes mandan o han mandado desde siempre, esos que no pueden soportar que les saquen las vergüenzas. Vale, a lo mejor algunos de ustedes no quieren ver ficciones que les incomoden, solo entretenimiento y finales felices. Ok, no hay problema, véanlas. Pero déjenme a mí ver otras cosas también.
No puede ser que construir ficciones sobre determinados temas requiera de justificaciones o requerimientos a ministros y representantes públicos. No sé si Patria será buena, mala o regular, no la he visto; en todo caso tiene buena pinta y estoy deseando verla. Lo que sí sé es que espero que haya más series que vayan mucho más allá que esta y planteen todas esas historias que nunca se han podido contar. Por ejemplo: ¿les parece posible aquí y ahora hacer una serie como The Crown, con un tratamiento similar de la monarquía española? Ni de coña, ¿verdad? Pues eso.
A finales de los 90, una comedia británica servía de resumen del legado que había sido esa década. Adultos "infantiliados", artistas fracasados, carreras de humanidades que valen para acabar en restaurantes y, sobre todo, un problema extremo de vivienda. Spaced trataba sobre un grupo de jóvenes que compartían habitaciones en la vivienda de una divorciada alcohólica, introducía en cada capítulo un homenaje al cine de ciencia ficción, terror, fantasía y acción, y era un verdadero desparrame