Hoy es 18 de noviembre

grand place / OPINIÓN

Coronabodies

1/09/2020 - 

Laura y David habían dado negativo en las pruebas de Detección de SARS-CoV-2 tras su encuentro en la terraza y los 15 días de cuarentena obligatoria. Tanto el test PCR, como el ImG y el IgG dieron negativo para ambos, tanto en cuanto a la enfermedad como en anticuerpos. Ninguno de los dos estaba ni había estado en contacto con el virus. Es por ello que decidieron pedir al eHealth la compatibilidad de “coronabodies”, una reminiscencia ancestral de lo que se llamaba la “pedida de mano” en la Era PreCovid. Ello les permitiría encuentros íntimos, pese a que Laura ya no estaba en edad de procrear espontáneamente y tampoco había ninguna necesidad de entrar en prácticas peligrosas en desuso.

Se trataba de una decisión importante en su vida. Los “coronabodies” comenzaron a instalarse en el verano del 2020, con la Desescalada en el Territorio-Europa. El primero en implantarlo fue el gobierno nacional de los Países Bajos. En un llamamiento general a la prudencia y a la serenidad, el Instituto Nacional Holandés de Salud Pública y Medio Ambiente (RIVM) emitió directrices sobre el coronavirus y la sexualidad para limitar la exposición a la covid-19. Para las personas solteras que no tenían una pareja habitual pero que quisieran tener contacto físico", la RIVM recomendaba que se reunieran con la misma y única persona, identificándola como un “compañero de abrazos o de sexo”, un “sex buddy”.

De este modo, los llamados “coronabodies” garantizarían relaciones cerradas en un círculo de dos, con el objeto de no perder el rastro de posibles contagios. Cabe recordar que, en aquellos primeros momentos de la pandemia, no se había generalizado aún la app para el control móvil de la población a través de su smartphone y también tardaría en implantarse el microchip en cada humano.

Cuando se instauró el sistema de identidad biométrica, con la inclusión del estado de inmunidad a la vacuna, no hubo necesidad de legislar para hacer que las vacunas fueran obligatorias, evitando así cualquier debate público. Se generalizaron los pasaportes de inmunidad y los certificados de vacunas para controlar la libertad de movimiento, el derecho al trabajo y al acceso a los servicios y la comunidad. Ello permitía un acceso controlado a la actividad social y económica.

La Villa. Foto: RL.

LaGranFábrica fue la primera en instaurar obligatoriamente este “carnet por puntos”, que garantizaba para el ciudadano el acceso al empleo, administrar un negocio o recibir beneficios. El Bill & Melinda Gates Foundation (BMGF) ya había invertido por entonces más de 21 millones de dólares en un proyecto del Massachusetts Institute of Technology (MIT) para crear un sistema de administración de vacunas con microagujas, que inyectaría un troquel reactivo debajo de la piel del receptor que luego era escaneado por un lector. Este patrón actuaba como un tatuaje de código de barras indeleble, permitiendo a las autoridades globales monitorear y controlar el paradero y comportamiento de cada ciudadano. El Estado de Nueva Zelanda fue pionero en tomar la decisión de sacar a las personas de sus hogares y colocarlas en instalaciones de cuarentena, una especie de centros de detención controlados por el ejército.

Otros territorios de Europa llegaron tarde y, durante la Desescalada del 2020, se dieron cuenta de que los brotes y rebrotes de aquel premonitorio verano no sólo procedían de los núcleos familiares o el contacto social en bares y discotecas… Había otro foco importante, discreto y clandestino: los prostíbulos. Así como en los restaurantes era obligatorio dar el nombre y el DNI para seguir la cadena en caso de contagio de algún comensal, nadie daba su filiación en los clubes de contactos, donde el anonimato era la norma.

Pero pronto surgieron otras formas de propagación de la infección. La redes sociales, y en especial Tinder -la más popular de la época para aproximarse a desconocidos- pronto captaron la atención de las autoridades. El choque entre los gobiernos nacionales y LasTec no se hizo de esperar, ya que cualquier tentación de prohibir, censurar o cerrar esta forma de relacionarse socialmente fue prontamente coartada por el poder de las grandes empresas tecnológicas que, precisamente, se habían puesto al servicio de la comunidad para la detección y rastreo de los contagiados.

-“Todo esto no nos va a pasar a nosotros…”, exclamó jubilosa Laura, mientras releía la SIM histórica de la Tieta sobre los primeros tiempos de la pandemia. Seguía planeando su confinamiento deliberado con David, cuando le sorprendió de nuevo ver luces y sombras en la terraza de La Villa. La desolada y negra figura de este edificio del siglo pasado se erguía sobre sus 120 metros, con peligro para los drones que sobrevolaban la ZonaZero-BRX. Tenían el pasaporte del Health en regla y su escarceo en la terraza sin mascarilla no fue avistado por el dron, como habían temido desde el principio. Sólo faltaba un último permiso para poder acercarse sin peligro, pasar la revisión del microchip descontrolado de Laura…

Noticias relacionadas

next