La vida, esa suma de casualidades, decisiones y suerte. Una de ellas, la de tener pueblo
Cuando era niño vivía en Cartagena, y al llegar las vacaciones de verano me preguntaban mis compañeros del cole "Y tú, ¿a qué playa vas?" Y yo les respondía, ¿playa? A ninguna, yo voy a Carcabuey, el pueblo cordobés de mis padres. Algunos se extrañaban, otros gesticulaban con desprecio y superioridad pero solo los que también tenían pueblo decían ¡qué guay! el mío se llama…
Sin embargo, el que estaba en un nivel superior eras tú pues ibas a vivir experiencias nunca soñadas por los que se quedaban en el barrio o los que se iban a la playa aunque fueran a un destino fijo durante muchos años. Ahora, cuando quiero vacilarle a alguien le digo que veraneo en mi casa de la sierra y entonces veo su cara de envidia.
Tener pueblo ¡Qué suerte! Pero, ¿Qué es un pueblo? Para la cantante María Ostiz "Un pueblo es, un pueblo es, un pueblo es/ Abrir una ventana en la mañana y respirar /La sonrisa del aire en cada esquina/ Y trabajar y trabajar/ Uniendo a vida, vida". Y según el diccionario de la RAE, pueblo (del latín populus) es una población más pequeña y con menor número de habitantes que una ciudad y dedicada especialmente a actividades relacionadas con el sector primario. Pero también es el conjunto de personas que vive en una población, región o país así que todos somos pueblo.
A falta de una norma global, cada país ha creado sus propias reglas adaptadas a sus particularidades para considerar cuándo un núcleo de población pasa de ser un pueblo a ser ciudad. En Dinamarca se considera ciudad a partir de 250 habitantes, lo que nos parece muy curioso pero claro ellos tienen solo 5 millones en todo el país. En Francia son 2.000, en Estados Unidos 2.500 y en España a partir de 10.000 habitantes.
Y qué suerte tener pueblo, quien no haya tenido pueblo no puede entenderlo. En el pueblo no solo te reencuentras sino que eres de allí aunque no vivas allí, son tus orígenes. Y estabas deseando ir para contarlo después y volver, volver y volver. Y de esa necesidad para el urbanita y del problema de la España vaciada surgió en 2012 un icónico anuncio de la bebida Aquarius.
Es muy bonito ser de ciudad pero llegan las vacaciones y miles de personas gritan “me voy a mi pueblo” pero ¿y tú qué? Nunca has tenido pueblo, te sientes huérfano y cuando empiezas a superarlo ellos vuelven y te cuentan todo lo que han hecho y les preguntas ¿Y los niños? Ah! Pues corriendo por la plaza.
Admitámoslo, la gente que tiene pueblo es afortunada. Por eso Aquarius quería poner en contacto a pueblos que necesitan gente con gente que necesita pueblo. Así que pusieron en marcha un “orfanato de urbanitas” para que se dejaran adoptar por un pueblito bueno lleno de gente extraordinaria. El medio rural necesita gente y la gente necesita pueblo.
¿Y allí que hay? Me preguntaban en el cole y en el barrio. Ya sea en mi pueblo cordobés o en alguno de la Región de Murcia como Aledo, Ojós, Librilla o Blanca te deparaban experiencias y cosas que no estaban en la ciudad y que mis compañeros no entendían. La más importante la familia, tanto la residente como la que volvía al pueblo desde otros puntos de emigración. Y la segunda, las amistades que perduran año tras año cual indestructibles fueran pues se nutren de muchos buenos momentos acumulados año tras año.
Y claro, el pueblo en sí que ofrecía libertad con control ¿y tú de quién eres? el pueblo te cuida y podías irte a la plaza desde pequeño. El pueblo ofrece tranquilidad, seguridad y familiaridad. En el pueblo casi todo sucede antes que en la ciudad, pandilla, piscina, acampada, guateque, taberna, primer beso y primer baile en fiestas con verbena etc. Si el pueblo tenía playa era lo máximo pero a esos el turismo les robó su encanto tradicional. Yo me quedo con mi querido Coy (Lorca) y su playa de río.
En el pueblo te olvidabas hasta de la televisión y de otras cosas que parecían imprescindibles para sumergirte en un mundo diferente, una vida tradicional y rural. Todavía había burros, cabras o vacas, naturaleza, oficios y comercios tradicionales y las tabernas. Ahora, los pueblos, aun manteniendo su identidad, se globalizan y se parecen mucho unos a otros.
Hoy en día, los pueblos van perdiendo el turismo de emigración en su segunda generación. Qué triste paradoja, ahora que muchos pueblos están mejor que nunca, en cuanto a servicios e infraestructuras, van perdiendo población (España vaciada) y turismo de emigrantes y se incorporan a la dura competición por captar turismo.
Es tiempo de coronavirus y de postconfinamiento. Y a eso se refiere ELE en su canción para Bankinter "Volverán esos momentos/De las cosas cotidianas/Una cena con amigos/Vacaciones en la playa/Las verbenas en las plazas…" Con el transcurso de los años te das cuenta de lo importante que ha sido el pueblo en tu vida, y mantienes las ganas de volver.
Con la edad, el pueblo es reposo, tus orígenes, tu historia y te distancia del bullicio urbano. En definitiva, estoy orgulloso de tener pueblo y de su gente. Pero ahora que vivo en Murcia capital algunos compañeros de trabajo me preguntan ¿te vas al pueblo este verano? y yo les respondo ¿qué pueblo? y ellos contestan, Cartagena.
“Los pueblos son libros. Las ciudades periódicos mentirosos". Federico García Lorca.
Francisco José Montes Ramírez es arqueólogo, guía interprete y especialista en museos y patrimonio cultural