MURCIA (C.G./ AGENCIAS). “Escribimos porque somos lectores. En la poesía hay mucho de innato pero también mucho de aprendido. Y esa metamorfosis, ese autodescubrimiento de uno mismo, tuvo en mí su pleno desarrollo aquí, en Elca”. Estas palabras las firmaba Francisco Brines (Oliva, 1932) allá por 2014, en un reportaje publicado por la revista Plaza, una visita a ese hogar que no es tanto espectador como actor, un espacio con voz propia. Este miércoles, esa casa en Elca abría sus puertas para recibir el mayor galardón que un autor de habla hispana puede recibir: el Premio Cervantes. El estado de salud de Brines le impidió recoger el premio el pasado 23 de abril, ceremonia que acoge tradicionalmente la Universidad de Alcalá, un inconveniente en plena era pandémica que ha derivado en una ceremonia íntima en ese peculiar templo de las letras que tantos poemas ha inspirado.
Así pues, Brines ayer fue anfitrión, abrió sus puertas de par en par para ese merecido homenaje, un encuentro en el que han participado los Reyes, Felipe y Letizia; el ministro de Cultura y Deporte, José Manuel Rodríguez Uribes; el President de la Generalitat, Ximo Puig; la directora general del Libro, María José Gálvez, o el director de la Real Academia Española (RAE), Santiago Muñoz Machado, entre otras personalidades. “El hombre extraño que ahora escribe”, que recitaba en ‘Lamento en Elca’, recibió por fin el galardón de manos de los reyes, quienes entregaron al autor la escultura y la medalla acreditativas del premio, un reconocimiento a la poesía "intimista y entrañable" de uno de los pocos poetas supervivientes de la Generación de los 50. Por su parte, el poeta regaló al monarca una edición especial de La iluminada rosa negra, una antología poética con 40 de sus poemas, prólogo de Carlos Marzal y 20 serigrafías originales del artista Antonio Martínez Mengual firmadas a mano, uno de sus libros más preciados.
Una ceremonia sencilla y privada fue, finalmente, el homenaje que recibió el primer Cervantes valenciano, del que el jurado destacó por "su obra poética que va de lo carnal y lo puramente humano a lo metafísico, lo espiritual, hacia una aspiración de belleza e inmortalidad". Durante la recepción, el President Ximo Puig también alagó su obra poética, que es "mediterraneidad" y "genera paz, libertad y convivencia". Asimismo, agradeció "todo lo que nos da y nos continúa dando" Brines. De igual forma, el President destacó que la entrega del Premio Cervantes se haya realizado en Elca (Oliva) puesto que "Brines es este espacio, este paisaje, es mediterraneidad y forma parte de nuestro itinerario anímico, espiritual y paisajístico".
Por su parte, Àngels Gregori, directora de la Fundación Francisco Brines, resaltó la emotividad del acto, comparándolo con "las últimas palabras de una carta de amor escrita durante 89 años". "Aquí toda tiene sentido: una forma de vivir, de ser, de estar en el mundo y poner emoción en el paisaje valenciano. Que se haya hecho posible este acto aquí en Elca da sentido a su obra y Brines está muy emocionado". Efectivamente, el poeta se ha mostrado "emocionado pero tranquilo", ha apuntado la directora general del Libro, quien ha señalado que Brines ha estado departiendo con los Reyes de "sus dos grandes pasiones: la poesía y Elca". De igual forma, subrayó que Brines es "una de las pocas personas" que una ser integrante de la RAE y poseer el Cervantes y ha alabado su "humor y cercanía".
El acto de entrega supone la culminación de una serie de eventos destinados a ensalzar la obra de Brines, una programación que hace apenas unas semanas reunió a buena parte de los representantes políticos y culturales de València en un recital bajo el lema '10 días para el primer Cervantes valenciano’. Aunque el poeta no pudo acudir, sí envío un mensaje en el que desgranó qué significa para él la poesía: “Ha significado mi destino, porque es lo que yo he querido ser. Es conocer lo desconocido, y lo desconocido es lo más importante de la persona, que, por primera vez, lo ve al descubierto y lo puede describir y se puede emocionar con aquello”, reflexionó. Y es que, al final, para acercarse a Brines, a ese hombre que ahora escribe, no hay más que pasearse por sus versos.
Y el pecho se consuela, porque sabe
que el mundo pudo ser una bella verdad
El legado de Brines está en su obra y, también, en su acción. No en vano, en 2018 pone en marcha la Fundación Francisco Brines, que tiene por objetivo preservar el legado literario y artístico del fundador así como promover todas distintas manifestaciones culturales relacionadas con la poesía y las artes plásticas. De igual forma, el pasado mes de diciembre se puso en marcha la I edición del Certamen Internacional de Poesía que lleva el nombre del escritor valenciano, un concurso que nace con la intención de "recompensar a dos buenos libros de poesía y garantizar su difusión, tanto en la Península como en toda Hispanoamérica”.
Licenciado en Derecho, Brines pronto se sumergió pronto en el mundo de la literatura, cursando estudios de Filosofía y Letras en Madrid. Además, fue durante dos años lector de español en Oxford. Su obra trasluce coherencia y constancia, y, a la vez, sutiles transformaciones. Así, la lucidez precoz del primer libro, Las brasas (1960), Premio Adonais 1959, da paso a los poemas histórico-narrativos que conforman Materia narrativa inexacta (1965) y al sinuoso y reflexivo Palabras a la oscuridad (1966), Premio de la Crítica. Aún no (1971) abre caminos nuevos, como la sátira y un desgarrado existencialismo que preconiza la visión desengañada y a la vez metafísica de Insistencias en Luzbel (1977). Con El otoño de las rosas (1986), Premio Nacional de Poesía, recobra Brines la transparencia para, años más tarde, llegar a La última costa (1995), en el que alcanza unas difíciles desnudez y pureza expresivas. Como reconocimiento a toda su labor poética, Francisco Brines fue distinguido con el Premio Nacional de las Letras, que otorga el Ministerio de Cultura.