El director plantea una historia sin diálogos que pasa de la angustia de una madre heroinómana al terror psicológico del tráfico de niños
MURCIA. “Del temor al amor”. Ese es el viaje al que según Juanma Bajo Ulloa todos nos enfrentamos en algún momento. En mayor o menor medida, con más o menos oscuridad, pero al final, hasta que no conseguimos superar todas las creencias irracionales que determinan nuestro ser, nos vemos paralizados. El recorrido vital está determinado por elementos como la infancia, la religión o la ideología, que marcan totalmente nuestras vidas. Y eso es lo que ha querido plasmar el director de cine conocido por películas como Alas de mariposa o La Madre muerta, que vuelve (aunque él mismo dice que nunca se ha ido) con su nueva cinta: Baby.
Baby comienza con la angustiosa realidad de una madre heroinómana sumida en la catástrofe de parir a su bebé en medio de una situación que no puede empeorar: tiene síndrome de abstinencia, se ha quedado sin dinero y no puede contar con nadie. Inmersa en la convicción de que su estado no va a mejorar, decide vender a su bebé, con todo el dolor del mundo, pero también con momentáneo alivio. Al poco se da cuenta del tremendo error que ha cometido y decide ir en su busca. A partir de ahí, el malestar y la angustia se van transformando sutilmente en una atmósfera oscura que raya el terror psicológico.
Con Baby, Bajo Ulloa parece volver a sus inicios. La ambientación barroca y la estética lóbrega recuerdan a sus inicios en el mundo del cine, allá por 1991, cuando estrenó la película -Alas de mariposa- que le haría ganar el Goya con tan solo 23 años. Ahora se nota que tiene mucha más experiencia. Se ve en elementos como el uso de la naturaleza como un personaje más de la película o en el hecho de que no haya ni un solo diálogo a lo largo de las casi dos horas de duración (sin que ello resulte aburrido para el espectador por el frenesí con que todo está narrado). La película ha sido presentada durante la mañana del jueves en los Cines Lys, y se podrá ver a partir de este viernes. El elenco está encabezado formado por Rosie Day como protagonista, por Natalia Tena, Harriet Sansom Harris y Mafalda Carbonell.
La contundencia del argumento de Baby hace casi que te olvides de que los personajes no dicen ni una palabra en toda la película. De hecho, ni siquiera hace falta. O al menos así es como lo explica Bajo Ulloa a Castellón Plaza. “A veces no es necesario decir nada. El lenguaje cinematográfico es suficiente. Los creadores a veces utilizan el texto por miedo y por comodidad. Hoy en día, la industria del cine te lo da todo demasiado mascado”. En ese sentido, la primera versión de la película tenía texto, más personajes (en la versión final aparecen tan solo cuatro actrices -además de dos bebés-, todas ellas mujeres) y más decorados y figurantes. “He ido eliminándolo todo. No necesitaba nada, me sobraba con lo que vemos en la pantalla. Estuve a punto de incluir unos pequeños textos al principio de la cinta, pero al final los eliminé en el montaje. Baby ha ido formándose a lo largo de un proceso largo”.
El director, por otro lado, no ha querido lanzar un mensaje demasiado concreto con su película. Explica que muchas veces “no tiene una explicación de por qué hace las cosas que hace” y que, simplemente, “es el espectador quien extrae sus propias conclusiones, quien interpreta desde su óptica lo que ve en la pantalla”. No obstante, si algún factor común se puede leer en Baby, eso es el afán desesperado de una mujer por salir del atolladero y encontrar una segunda oportunidad en un mundo que le ha dado la espalda (o al que ella ha dado la espalda).
El subtítulo del filme es Del temor al amor, y hace referencia a todas esas creencias que nos limitan y que, fruto de los radicalismos, hacen que algo puro y bueno como el amor se transforme en miedo y rabia hacia algo que no comprendes. El autor explica que hoy en día tenemos herramientas de sobra para entender el mundo, y que debemos huir de esa sensación de que “todo nos ha venido dado”. Baby lo pone en evidencia, y trata la cuestión de ese camino entre el amor y el miedo a través de una estética plagada de simbolismos que por otro lado no impiden que sea una película de lo más explícita.
Esa simbología tan presente en Baby cobra fuerza por el tratamiento que hace de la naturaleza y, sobre todo, de los animales. Desde el principio aparece una araña asfixiando a un insecto en sus redes, como una suerte de amenaza para la protagonista. Los pájaros, de otro modo, van acompañándola a través de la película, como si sintieran lo mismo que ella en todo momento. La lluvia y el bosque se plantean como elementos equiparables a los propios humanos, dejando entrever ese mensaje de importancia desmedida que nosotros mismos nos imponemos, y que nos hace convertirnos en personas atemorizadas y frustradas.
“Mi intención con esta vinculación entre naturaleza y humano es que no hay ninguna diferencia entre unos elementos y otros del planeta. Todo es un solo organismo, un ecosistema interconectado. Nos han educado en la idea de que todo son herramientas a nuestro servicio, y eso nunca ha sido menos cierto que ahora, puesto que nunca hemos tenido tanta información para entender que no es cierto”. El director ha señalado que su intención no ha sido hacer una reivindicación ecologista, ni mucho menos. Sin embargo, ha destacado, “antes, o eras ecologista o eras de derechas. Ahora eres ecologista o eres idiota, porque hemos descubierto la verdad, nos la han contado. En Baby, la conexión entre naturaleza y animales con humanos es tan grande que cualquier desequilibrio en lo primero genera un conflicto en lo segundo, en los personajes”. Ante todo, el universo dolorido y “de oscuro cuento de hadas” de Baby profundiza en el concepto del amor y el “poder enorme que tiene tanto como para curar como para dañar. Va directamente a los miedos del alma humana”.
Bajo Ulloa también ha hablado de cómo los circuitos tradicionales del cine dejan muy poco espacio al cine independiente. “No me refiero a lo que las corporaciones estrenan bajo el nombre de ‘independiente’, que en realidad es cine que encaja totalmente con el dogma establecido. Cuando una película no está bajo el paraguas de la corrección política, ni en lo aceptado ideológicamente, y va por libre, no tiene la oportunidad de formar parte de la maquinaria de este país. La creación libre está desapareciendo a marchas forzadas”.
En ese sentido, el director cuenta que hacer películas como Baby “es pagar un peaje que supone no darte a conocer del mismo modo que si hicieras cine comercial”. A lo largo de su carrera, cuenta, le han aconsejado que cambiara de actitud porque es un director valioso que debe ser conocido. “Soy valioso para la máquina, pero como no trabajo para la máquina, no soy valioso. Yo no he venido a este mundo a hacer películas, sino para entenderme a mí mismo y comprender a los demás. Si en el camino hago cine, estupendo, pero no es mi fin. Si hago menos cine por mi postura, pues así será”.
El director de Rey gitano ha hecho hincapié en esa pérdida de libertad hacia la que las sociedades actuales navegan. En concreto habla de la industria del cine. “En la Dictadura hubo censura pura y dura. En la actualidad, los gobiernos y el poder se han ahorrado ese ministerio de censura porque el sistema ha convertido a los propios espectadores en censores. No es necesario que nadie corte las películas. Los guiones libres ya no se escriben porque los propios guionistas se autocensuran y las productoras solo apuestan con lo que coincide con el pensamiento único”. Y añade que los festivales siguen esta misma línea de actuación. “Los jurados siguen la ideología imperante, el género siempre es el mismo y los premios se conceden de la misma manera. El mérito, la creación y la esencia del cine han pasado a un segundo plano. El poder siempre trata de acallar la libertad creativa y tenerla bajo su regazo".
Según él, el arte tiene que nacer de lo visceral y lo emocional, y no de un modelo empresarial. “El arte nunca ha sido tan feo como ahora. Es el mundo al revés: los gobiernos actúan de forma irracional y los artistas y creadores desde el raciocinio del sistema”. La manera que ha existido siempre, según él, de pasar por encima del sistema, es la metáfora y el símbolo: la narración no directa. “Ahora las películas no son así. Hay que contar desde las tripas”.