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el paspartú

5 negros, 2 blanquitos, 1 rubio, otro gris y otro, pobre, sin nariz

La editorial Media Vaca devuelve a la vida el álbum ilustrado Los 10 perritos de José Mallorquí (texto) y Rafael de Penagos (ilustración), publicado en 1943 por la editorial Molino, de Barcelona. Una macabra cuenta atrás con “ilustraciones modernas en vivos colores” que hará las delicias de niños y ancianos

29/12/2020 - 

MURCIA. Antes de que los adultos comenzáramos a tratar a los niños como si fueran unos seres idiotas, protegiéndolos para que no oigan hablar de la muerte, la violencia, la política o el sexo, no sea que comiencen a hacer preguntas y haya que dedicarles un tiempito; antes de que la mojigatería entrara en los consejos editoriales, en los planes de estudio, en las ampas sin hache, se publicaban libros infantiles en los que esos asuntos de este mundo eran tratados sin grandes alharacas, pero también sin ambages.

Queramos o no, la crueldad es un rasgo distintivo de los seres humanos. Está presente en la vida cotidiana y su casuística es enorme, pero llama la atención sobre todo su aparición insospechada en los pasatiempos de los niños: en sus pensamientos, en sus juegos, en sus canciones. ¿Recuerdan aquella melodía sobre Joan Petit, aquél que, cuando baila, lo hace con el dedo, con la cabeza, con el culo, y así con las diversas partes de su cuerpo? Lo que quizás no sepan es que el infortunado Joan Petit fue un labrador occitano que lideró las revuelta campesinas contra Luis XIV a finales del siglo XVI y que fue condenado a la tortura de la rueda, desmembrado hasta la muerte. O aquella otra tonadilla francesa: alouette, gentille alouette, je te plumerai (alondra, amable alondra, jo te desplumaré): la cabeza, el pico las alas, las patas… cantábamos con simpáticos gorgoritos. Y es que la utilísima —y atroz— técnica de provocar el miedo no sólo sirve para mantener a un pueblo adormecido sino que funciona fetén para corregir la conducta de los pequeños descarriados. Si recuerdan a Atahualpa Yupanqui y la nana popular Duerme negrito, recordarán también cómo mamá trabaja en el campo, tiene frío, no le pagan y si el negrito no se duerme vendrá el diablo blanco a comerle la patita; un ser terrorífico que, en el ámbito ibérico, tiene su versión en la figura del Coco, que, de manera análoga, vendrá y se comerá a esos temerarios desvelados.

Lo cierto es que esas musiquillas que, por qué no reconocerlo, nos enseñaban eficazmente los números o las partes del cuerpo, entraban mejor con un poco de humor macabro, al tiempo que servían de válvula de escape para liberar las pulsiones del mismo modo en que, ya de adultos, nos refugiamos en la ficción o en la imaginación para dar rienda suelta a los más oscuros sentimientos.

Una de esas canciones populares fue la estadounidense Ten Little Indians (Los diez indiecitos); una cuenta atrás en la que cada uno de los diez muchachos va muriendo bien por su imprudencia, bien por su natural predisposición a meterse en problemas. Adaptada en 1868 por el compositor Septimus Winner con el título de Ten Little Injuns, pronto mutaría en Inglaterra como Ten Little Niggers, (Los diez negritos) e inspiraría a Agatha Christie para su célebre novela homónima de 1939, más tarde renombrada como And Then There Were None (Y no quedó ninguno) —para evitar a medias sus connotaciones racistas— y llevada al cine por René Clair en 1945.

A partir de entonces, las diferentes versiones de la canción se fueron sucediendo, perdiendo poco a poco su controvertido origen para pasar a hablar de diez pececitos, diez monitos o —en su versión más popular en español— diez perritos que van desapareciendo a medida que avanzan las estrofas. Fue así como, en 1943, llegaría la publicación en España de Los 10 perritos, escrita por José Mallorquí e ilustrada por Rafael de Penagos en la editorial Molino, de Barcelona. En esta versión ilustrada, el lector va restando perritos de una manera más o menos trágica: atragantado con un bizcocho, asesinado por un gato, arrastrado por un pez o enfermo de tos, siempre con un divertido ripio que anuncia los perros que quedan en el haber. 

Por aquel entonces, Mallorquí (Barcelona, 1913 - Madrid, 1972) gozaba de una gran popularidad como escritor de novelas de diferentes géneros, —de entre las que destacarán, a partir de ese mismo año, las aventuras del oeste protagonizadas por el justiciero enmascarado El Coyote— y este librito infantil sería publicitado, en un alarde técnico para la época, como una obra con gran “profusión de ilustraciones modernas en vivos colores”. No en vano, contaba con la mano experta de Penagos (Madrid, 1889-1954) de marcada influencia europea, que era el ilustrador más popular del momento y firma habitual de las principales revistas ilustradas de la época, como La Esfera, Nuevo Mundo o Blanco y Negro.

Casi ochenta años después, la editorial valenciana Media Vaca se lanza a la reedición de este clásico que, como bien se encargan en recordarnos sus editores, “desde un punto de vista práctico sirve para aprender los números y para iniciarse en la suma y en la resta. A los espíritus metafísicos, en cambio, les enseña que la vida no es más que una sucesión de sumas y restas”. 

El hallazgo, la recuperación y su encaje en la colección

Según Vicente Ferrer, editor de Media Vaca, junto a Begoña Lobo, “encontramos el libro en una librería de viejo de València; el ejemplar tenía la encuadernación rota debido a la mala calidad del papel de la época”. Como si de un par de Hercule Poirot se tratara, los editores comenzaron a rastrear todas las pesquisas a su alcance: “llevaba un sello de marca de propiedad. No es el libro de una niña o niño, sino de un adulto con una biblioteca más o menos importante”. Al buscar más información sobre el misterioso propietario acabaron dando con él en un expediente del año 1939 del Archivo General e Histórico de Defensa. Aunque por el momento se encuentran a la espera de respuesta, todo parece indicar que se trate de un depurado de la Guerra civil. “Pensamos que pudo ser un valenciano que conociera a Rafael de Penagos, ya que en los años 1937 y 1938 estuvo en València dando clases de dibujo en el Instituto Luis Vives y en el Instituto Obrero”.

Pero, aparte del afán detectivesco ya demostrado en la concienzuda labor de investigación de sus proyectos ¿qué mueve a una editorial de gran prestigio como Media Vaca, acostumbrada a generar sus propios proyectos desde cero, a recuperar una obra de hace setenta y siete años? “Decidimos hacer el libro porque apenas es conocido, siendo sus dos autores muy famosos. Tratamos de encontrar un ejemplar en mejor estado que el nuestro en la Biblioteca Nacional, pero los dos que figuran en su catálogo están rotos por el lomo, igual que el nuestro, y los han sacado del préstamo. Nos pareció que sería una buena idea ‘repararlo’ y ponerlo de nuevo en circulación porque es una obra popular sin caducidad, y porque tiene mucho encanto”. 

Y más allá del acto encomiable de hacer saltar el libro de las estanterías para que tenga una segunda vida, se ejerce así una especie de reconocimiento histórico, de un sentido homenaje entre editores: “es un librito infantil producido durante la posguerra que, de alguna manera, habla de la guerra, de la enfermedad, de la pobreza, y retrata un país triste donde malvive la gente. Por suerte tiene un final feliz. Pero parece uno de esos falsos finales felices de las películas que fabrica el productor para no desmoralizar a los espectadores”.

En esa condición de escudriñadores de biblioteca, no es la primera vez que Media Vaca rescata del olvido una joya que pasa a formar parte de su catálogo: “La colección Libros para Mañana, libros de política para niños, son de la época de la Transición, de finales de los años 1970, aunque es cierto que actualizamos las imágenes; Madame Leonarda, de Artur Heras, se publicó en 1976, pero en Alemania, y su autor recuperó el formato original y añadió nuevas historias. Los dibujos de Franciszka Themerson para A través del espejo y lo que Alicia encontró allí son de 1945; no se publicaron nunca en vida de la ilustradora y, antes de la nuestra, solo existían en una edición para coleccionistas de 420 ejemplares”. Revisiones que siempre actualizan y enriquecen el contenido, yendo más allá de la mera reproducción; en este caso, como avisan en el epílogo: “no es una edición facsimilar […] aunque hemos querido que fuera lo más respetuosa posible con el original”.

En el enloquecido contexto editorial de la rueda de novedades que no cesa, la editorial valenciana y sus tres libros al año —con todo su catálogo vivo, en continua reimpresión— se sale de la norma nuevamente, ajena a las prisas y al concepto endiablado de las novedades: “hay libros especialmente logrados que deberían existir permanentemente, de la misma forma que tenemos a nuestro alcance obras literarias escritas hace cientos de años. En Francia, Inglaterra, Alemania, Estados Unidos o Japón, un lector puede acudir hoy a una librería y adquirir los libros ilustrados que leían sus padres y sus abuelos. Entre nosotros no ocurre lo mismo, y es una lástima”.

Título: Los 10 perritos
Texto: José Mallorquí (1943)
Ilustraciones: Rafael de Penagos (1943)
Edita: Media Vaca
Año: 2020
Número de páginas: 48
Tamaño: 15 x 15 cm
Encuadernación: tapa dura
ISBN: 978-84-122263-2-4
Precio: 10€
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