MURCIA. Era el 18 de mayo de 1994. En Madrid, en Ronda de Toledo, número 24, un grupo de autodenominados 'autónomos' que apenas superaba el centenar se mantenían encerrados dentro del inmueble y, ayudados por otros cientos en la calle, hacían frente al amplio despliegue policial que pretendía desalojarlos. Y la orden fue cumplida trascurrida la mañana. Se desalojaba para ser derribado el Centro Social Okupado y Autogestionado Minuesa. Terminaba así una ocupación que duró cinco años y que supuso una prolija actividad social, cultural (y contracultural) y política de nihilistas de todo tipo y condición entremezclados con movimientos de lo más variopintos.
Se habló en esos días, a raíz de un artículo periodístico, de la "República de Minuesa". No entendieron nada. La autogestión colectiva no tiene nada que ver con ningún tipo de organización reglada. Es, probablemente, uno de los experimentos sociales libertarios que duró más tiempo (aunque con una muestra en términos estadísticos muy reducida).
A finales de 1985, un grupo de jóvenes okupan un local abandonado en la calle Amparo 83, en el distrito de Lavapiés, con la intención de disponer de un espacio para sus actividades socioculturales al margen de las instituciones. Se crea el Kolectivo de Okupadores de la Kasa Amparo 83.
No durarían ni 12 días en ese local, pero la cierta repercusión y los problemas judiciales que les acarrea es el germen de La Asamblea de Okupas de Madrid. La finalidad es ocupar espacios abandonados donde desarrollar las actividades que cada cual tuviera a bien, de forma autogestionada, sin intervención estatal o de partidos políticos y sindicatos.
"Durante más de 5 años, el Centro Social Autogestionado Minuesa estuvo funcionando con un sinfín de actividades de toda índole"
Tras casi tres años de animosa actividad en varios edificios donde el desalojo les llegaba enseguida, la solidaridad con el encierro de los trabajadores en los talleres de imprenta de la sociedad Hijos de E. Minuesa, S.L. provocó cuando estos abandonaron la entrada de aquellos. La Magistratura de Trabajo embargaba el edificio para poder hacer frente a las indemnizaciones de los trabajadores. Estos abandonaron el encierro y miembros de la Asamblea ocuparon viviendas del inmueble, en sintonía y haciendo frente común con inquilinos legales de renta antigua que habitaban el edificio. La situación judicial del embargo, las relaciones entre la propiedad y los inquilinos legales y la lentitud de la Justicia fueron ideales para que la okupación se prolongara en el tiempo.
Durante más de 5 años (finales de 1988 a mayo de 1994), el Centro Social Autogestionado Minuesa estuvo funcionando con un sinfín de actividades de toda índole. Se juntaban lo más granado de la sociedad madrileña: tribus urbanas autoexcluyentes (como punkies, skinheads antifas, hippies…), estudiantes de "la facu" (Facultad de Ciencias Políticas y Sociología que daban una vertiente más política), grupos musicales vetados en Rockola como tarjeta de presentación (Sin Dios, Tarzán y su puta madre buscan piso en Alcobendas,…), movimientos políticos sin adscripción partidista (anarquista, ecologistas sin ONG, marxistas sin carné,…), movimientos sociales reivindicativos (antimilitaristas e insumisos, anti cárceles, asociaciones de inmigrantes, miembros del LGTBI+ ajenos a COGAM,…).
"Mi mente es férrea en el rechazo de actitudes libertarias, ilegales e irrespetuosas; Pero mi alma aplaude desde una esquina"
El catálogo de actividades incluía desde las más festivas (y que además sufragaban los gastos) como conciertos y representaciones teatrales, a talleres y escuelas de idiomas, serigrafía, teatro, danza, autodefensa (pero no impartidos por Daniel Esteve…), medios de información propios (desde fanzines a una pequeña emisora de radio), y a jornadas y reuniones de lo más variopinto: feminismo, solidaridad, internacionalismo, el problema de la especulación y la vivienda, colectivismo, la problemática de las drogas, la homosexualidad, el sida, el antifascismo… Todo bastante tendencioso, aunque destaco en positivo el espacio dedicado a las Madres contra la Droga y ese granito de arena para contener la plaga de la heroína y la cocaína, que golpeaba con dureza ese Madrid de los 80s.
¿Y qué hago yo hablando de esto, siendo un burgués acomodado con ideas liberales, felizmente casado por la iglesia, de buena familia y tributando todo lo que gano, cediendo el paso a las señoras y sin nada que reprochar al explotador que me tiene contratado?
En realidad, creo que somos capaces de manejar nuestras ideas racionales, que deben regir la vida, con las preferencias irracionales que mantenemos escondidas y que solo mostramos muy de vez en cuando.
Y a mediados de los 80s, entre mi adolescencia y juventud, comencé a escuchar La Polla Records y Kortatu, a leer algunos fanzines alternativos, a mostrar interés por noticias de índole anarquista… Nunca llegué a ser militante, ni siquiera claramente simpatizante, quizá por pudor, más que por falta de convencimiento.
La vida continuó y mi mente evolucionó a ideas mucho más convencionales. Sin embargo, un sustrato de simpatía irracional me ha quedado por estos movimientos. Mi mente es férrea en el rechazo político y social de actitudes libertarias, ilegales e irrespetuosas con los demás. Pero mi alma aplaude sordamente desde una esquina cuando pasa desapercibida.
Creo que todos nos identificamos en menor o mayor proporción con el estribillo de la canción de Pata Negra, que dice: "Todo lo que me gusta es ilegal, es inmoral o engorda".
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