MURCIA. Creo que fue Schopenhauer el que habló de la admiración de la belleza y sobre la tranquilidad que podemos llegar a sentir cuando vemos algo bello. Es increíble, pero sucede. Cuando vemos muchas cosas bonitas juntas nuestra cabeza no puede llegar a asimilarlas y nos sentimos agotados, tranquilos, en paz. No hay momento para pensar en lo que tienes que hacer después o en lo que te duele.
Siempre digo que yo solo creo en dos cosas. Bueno, no que crea, solo que son dos cosas que nos deben importar de verdad. La bondad y la belleza. Cuando Juan Vidal presenta colección siento ambas. Es inevitable. Siento una profunda pasión por todo lo que hace. La perfección en la técnica, el sensible estudio de la fortaleza femenina y la exploración de la seducción son las constantes del trabajo de Juan Vidal.
Miércoles. Calle Infantas, detrás de la Gran Vía de Madrid. El diseñador se unió a Madrid es Moda con su primera colección nupcial en una exposición efímera dentro de su estudio, que se ha convertido en un lugar de peregrinación para todos aquellos que admiramos la sencillez y a la vez la ostentación. Para quienes no se resisten a llevar cancán y, en otros casos, mangas abullonadas extra grandes que se cortan en mitad del brazo, antes de llegar al hombro y hacer una manga convencional. Porque en Juan Vidal convencional no hay nada.
En el atelier de Juan todo es perfecto. Todo tan blanco, tan limpio, tan puro. El diseñador impecable tras su camisa, también blanca, recibiendo a sus invitados con su tímida sonrisa con la que ha seducido a una industria con el aura de misterio que envuelve su trabajo. Podríamos decir que nos recibe casi de uniforme para no restar importancia a sus propuestas. Sin llamar la atención y con las palabras justas, porque ya hablan las telas por él. Allí va todo a son. Sus bocetos son elegantes; los libros sobre la mesa están puestos por algo y los pliegues de las telas han sido estructurados con intención de que queden despreocupados, como puestos a última hora.
“Llevo desde la madrugada aquí”, me confesó por lo bajini. A aquello le pregunté si estaba nervioso. “Bueno, es que siempre faltan cosas”, fue su respuesta. El perfeccionismo es el alacrán que por el pecho mora de Juan y con él hace que si convoca a la gente con sus novedades, allí que vamos. A envolvernos entre la belleza y la perfección. Y al otro lado de la ventana, ¿el Nirvana?
Compuesta por 20 piezas, la cápsula Bridal se define por su gran variedad de estilos, volúmenes, materiales y trabajos artesanales, donde destacan los encajes chantilly entelados en satén de seda o los técnicos acompañados de organza sobre crinolinas semi-transparentes. Una colección donde conviven propuestas tradicionales y elaboradas con otras más contemporáneas y desnudas de artificio. Para novias que no se resisten a casarse de corto, con la espalda descubierta o en un traje de ensueño, pero también para las que quieren un cancán, sienten la pasión por el encaje y adoran la diferencia.
“Yo lo primero que diseñé fue un traje de novia”, fue lo que me confesó cuando me dijo que estaba en esta colección. Tenía quince años. Fue una conocida quien detectó lo que ni si quiera él había visto en si mismo: un talento exquisito para vestir a las mujeres. Con esta colección Juan hace un recorrido a sus orígenes. Una retrospectiva personal que vuelve a su Elda natal y a nosotros nos regala la belleza de lo bien hecho, de lo que se ha sabido confeccionar, de la moda de autor nacional.
Accesorios hay, pero pocos. O muchos. Depende de lo que quieras entender por accesorio. Grandes lazadas, botones extra y su icónica “médula espinal”, esa rosa de tela que sitúa en mitad del pecho y viaja espalda abajo. Esta vez en su formato nupcial. Creo que si tuviese que imaginar a una mujer que vibre a su estilo, sería aquella que no se resiste a ser ella misma porque en esos veinte diseños hay un hueco para cada una que quiera vibrar con el estilo del diseñador.
Suelo tener palabras para definir lo que veo, pero esta vez Juan me ha dejado sin ellas. Esperaba muchas cosas -muchas son predecibles-, pero me ha roto todo lo que imaginé. Quizá, solo quizá, podría decir que es mucho más que un diseñador de moda. Coco Chanel dijo de Balenciaga que era el único couturier. Yo digo de Juan que es un espeleólogo de la naturaleza humana desde aquellas cuatro paredes blancas en el centro de Madrid, mientras con una mano dibuja sobre el papel lo que nos va a sorprender y con la otra se revuelve el pelo. Y luego, al levantar la cabeza del boceto, mirando las ventanas se puede pasar una eternidad imaginando qué hay tras las cortinas buscando, como dice la canción, sesenta memorias perdidas con las que decir, oficialmente, que nos tiene locos.
Y así, sin más, descubrí que yo solo creía en la elegancia. Y que esta tenía un nombre: Juan Vidal.