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EL PODER Y LA PALABRA / OPINIÓN

Ya no compartimos como antes

2/07/2023 - 

MURCIA. Después de decenas de años compartiendo dormitorio he sido expulsado de él. Discúlpenme la confidencia, pero estoy viviendo un acontecimiento importante en mi vida, que no puedo pasar por alto, necesito desahogarme, y mi psicólogo me recomienda ser más asertivo. Estoy en la duda de si ha sido un desalojo o un desahucio, me tengo que informar bien, pero, en cualquier caso, no me he ido por voluntad propia, que conste, y lo peor de todo es que desconozco el desenlace final de este angustioso proceso, sometido como está a una larga lista de espera.

Me explicaré. Todo comenzó cuando María, sin aportar prueba alguna, argumentó que mis ronquidos no la dejaban dormir y, de la noche a la mañana, mi pijama apareció en otra habitación. Obviamente, me vi obligado a pedir una opinión científica al respecto y acudí al neumólogo, quien, después de pasarme un test, me ha puesto en una lista para hacerme unas pruebas. No ha querido aceptar, como dato decisivo para acelerar el proceso (parece ser que hay meses de demora) el agravante de expulsión de la que he sido objeto, ya que afirmó, con una sonrisita, que eso se podía deber a razones ajenas a su especialidad. No le entendí muy bien la indirecta, pero me malicio que quiso sembrar cizaña entre mi mujer y yo.

No fue la primera vez que fui desplazado en mi propia casa. Cuando se emancipó la mayor de mis hijas ya descubrí el sentido de la letra de Joaquín Sabina: "… y no perdí una hija, gané un cuarto de baño". Pues bien, del gozo inicial, de tener dos baños para poder utilizar indistintamente, sobre todo en los momentos de mayor urgencia y apuro, pasé a la sorpresa de comprobar que mi cepillo de dientes había sido trasladado al otro cuarto de baño. "Este es tu nuevo cuarto de baño", me dijo mi esposa, sin negociación alguna, ni días de preaviso. Debería haber imaginado que aquello podía empeorar y haberme plantado ahí, pero me confié creyendo que tenía razón al argumentar que no había romanticismo alguno en compartir el excusado, y no lo hice y, claro, la cosa ha ido a más con los supuestos ronquidos.

"DESPUÉS DE VARIAS SEMANAS DE EXILIO, ME ENCUENTRO MUCHO MÁS DESCANSADO PERO TAMBIÉN ALGO CONFUSO"

María me asegura que sus drásticos cambios se han debido exclusivamente a razones higiénicas y acústicas, peo yo creo que, en su decisión de ir compartiendo cada vez menos cosas, también ha influido su gran afición a la literatura y, en particular, su mala digestión de la mitología. Una vez me contó hablando de Perseo, uno de sus semidioses favoritos, que las Grayas, las hermanas feas de las Gorgonas, compartían entre las tres un ojo y un diente, que se iban pasando unas a otras, según el momento de necesidad. Obviamente, compartir este tipo de cosas tan personales es una asquerosidad, pero extrapolar esos comportamientos a la alcoba me parece una exageración. Yo creo que esas lecturas le afectaron mucho y desde entonces compartimos menos.

Sean cuales fueran las causas, tengo que confesar que, después de varias semanas de exilio, me encuentro mucho más descansado, la verdad, pero también algo confuso, y sobre todo muy preocupado. Descansado, porque duermo mejor y he descubierto que la habitación interior es más luminosa, confortable y cómoda; confuso, porque debería seguir estando molesto con el desplazamiento forzoso y, en cambio, en lugar de rencor, siento alivio; preocupado, porque ignoro si estos dos acontecimientos con el baño y la habitación son meros hechos aislados, o bien forman parte de una secuencia progresiva e irreversible. Aunque he afrontado hasta ahora con buen ánimo los retos, a mi edad no estoy muy seguro de poder adaptarme bien a muchos más cambios, ni encajar con entereza muchas más sorpresas, acostumbrado como estoy a compartir.

Es lo que tienen las listas de espera, que no tienen en cuenta los daños colaterales. Te miran los antecedentes, te exploran físicamente, te pasan el test de Epworth (las preguntas sobre cuánto y cómo duermes), te hacen el diagnóstico… y a esperar la "poligrafía nocturna domiciliaria". Nadie te pregunta si esa espera puede acarrear consecuencias traumáticas decisivas en tu vida. Nadie te da garantías de que la prueba médica llegue antes de nuevos cambios en otros espacios de tu domicilio. Siempre pensé que compartir era la base de la felicidad y no sé si podría dejar de compartir mi siesta en el sillón orejero del salón. Un sinvivir.    

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