CARTAGENA. Las tetas de la cantante Rocío Sáiz han despertado una polémica nacional, pero pocos comentaristas han prestado atención al carácter polisémico de tales atributos femeninos. Y digo femeninos porque los hombres, más que tetas, lucimos tetillas. Cierto, exhibimos el pene más grueso en relación con el tamaño del cuerpo de todos los simios, pero en cuanto a mamas nos gana la más lisa de las féminas. Y ese el primer misterio de este asunto: ¿por qué las hembras de la especie Homo sapiens tienen abultadas las tetas todo el tiempo, en vez de solo en los periodos de preñez y lactancia, como ocurre en los demás mamíferos?
Las hipótesis se multiplican, prueba inequívoca de que no sabemos con certeza el significado evolutivo de esa característica, tan exclusiva de nuestra especie como pueda serlo la escasez de vello corporal. Si Desmond Morris nos llamó El Mono Desnudo, bien podría alguna osada antropóloga escribir un libro que se titulase La Mona Tetuda. Dos explicaciones brillan por encima del resto. Según una versión, los pechos continuamente abultados conferirían un cierto atractivo sexual. Igual que nuestros orondos glúteos, que nadie sebe muy bien qué pintan y ningún otro primate los posee, los senos femeninos serían un reclamo sexual.
Esa hipótesis se basa en el indiscutible hecho de que los pechos, y en especial los pezones, gozan de una profusa inervación que los conecta con ciertas áreas cerebrales relacionadas con el placer. No escasean las mujeres que pueden alcanzar el orgasmo mediante la mera estimulación de los pezones. Así que, en efecto, existe una relación directa en las tetas y la sexualidad. No es que queramos cosificar a las mujeres; es que la madre naturaleza nos ha hecho así. Y esa conexión es, en las relaciones heterosexuales, bidireccional: muchos hombres se sienten atraídos por los pechos femeninos y muchas mujeres experimentan placer mediante sus pechos. En cuanto a las relaciones lésbicas, carezco de lo suficiente información para hablar con autoridad, pero no me cuesta imaginar que la situación será muy parecida. ¿Y qué decir de la masturbación femenina, tan elogiada por la podemita Ángela Rodríguez, alias Pam? Pues que no todo consiste en acariciarse el clítoris o explorar la vagina: los pechos también cuentan. Si lo dudan, pregúnteselo a Pam.
Admitida esa conexión entre tetas y sexualidad, cabe preguntarse si Rocío se quitó la camiseta para excitar a sus espectadores. Y la respuesta, mal que nos pese, es negativa. No, no creo que fuese ese su propósito, sino uno de naturaleza política. Supongo que Rocío se descamisó para "épater le bourgeois", que traducido literalmente sería "despatarrar al burgués". O sea, para provocar, para transgredir. En suma, un gesto de libertad frente a la presunta represión ejercida por el sistema. Y esa vez lo logró gracias a la providencial intervención de un agente de la policía local, que la instó a cubrirse, con el consiguiente escándalo. Ese dato es esencial: sin ese esforzado cumplidor de la legalidad indumentaria, las tetas de Rocío no habrían merecido ningún titular periodístico.
"el sexo se ha convertido en un producto más de consumo, tan exacerbado que ha desmovilizado a los trabajadores"
Dicen que han expedientado al benemérito colaborador, y que incluso la Fiscalía ha abierto una investigación para determinar si cometió abuso de poder, pero en mi opinión más merece una medalla. Sin su ayuda, la pretendida provocación rociera habría pasado por completo desapercibida. ¿Por qué? La explicación en corto es que estamos curados de espanto y hartos de ver todo tipo de mamas en las playas y en fotografías. La explicación más profunda e interesante la dio hace muchos años un tipo llamado Herbert Marcuse, autor de El hombre unidimensional y otros libros sesenteros de gran éxito. Ya nos avisó el bueno de Marcuse de lo que él llamaba la desublimación genital. Dicho de forma más accesible, el capitalismo avanzado habría normalizado la promiscuidad sexual y todo tipo de usos de los genitales de ambos sexos, tetas incluidas, para disimular la explotación del resto del cuerpo humano con fines laborales. De ese modo, gestos como quitarse el sostén o la camiseta, al estilo de Rocío, dejaron de ser actos revolucionarios para convertirse, involuntariamente, en actos de integración en el sistema. Dicho cínicamente: enseña las tetas todo lo que quieras el sábado, pero el lunes a currar con las manos y, peor aún, con el cerebro a disposición del patrón. Y por cierto, avisaba Marcuse, el patrón puede ser el Estado, porque la desublimación genital también había calado en los países comunistas. En resumen, el sexo se ha convertido en un producto más de consumo, tan exacerbado que ha desmovilizado a los trabajadores, tanto en los países comunistas como en los capitalistas.
Ha comentado Montiel con acierto que el destete sexualizado de décadas anteriores, al estilo de la Cantudo, contribuyó a la transición de la dictadura franquista a la democracia. Lleva razón, pero esa conquista ya se produjo y ahora enseñar las tetas solo puede producir un sobresalto en ingenuos como el policía vestidor. Insisto: ha prestado un impagable servicio al ayudar a crear la ficción de que descamisarse sigue siendo revolucionario, cuando ya solo es, Marcuse dixit, una parte del espectáculo. Como decía Cioran, la única etapa verdaderamente revolucionaria es la pre-revolucionaria. Y eso vale también para los descamisados. ¿No os acordáis de cuando Guerra decía que el PSOE era el partido de los descamisados? ¿Y cuando un humorista inventó la liga de los descorbatados? Pues bien, ahora cualquier ministro, incluso del PP, se mueve sin corbata y también la ministra Belarra deja libres sus pezones ¿Revolución? No; integración mediante la desublimación genital.
Y, para fastidiar más, tengo que recordar la segunda hipótesis de por qué las mujeres tienen siempre abultadas las tetas. Es todavía más desmoralizadora: para dificultar que la tribu sepa tempranamente que está embarazada. Porque, dicen los que así piensan, mantener la incertidumbre sobre la preñez ayudaría con consolidar el compromiso masculino con la pareja, imprescindible para criar la prole. Después de todo, desde el punto de vista evolutivo, copular con una preñada es derrochar semen de balde, así que mejor emborronar la búsqueda de mujeres nos preñadas. ¿Está embarazada Rocío? Ni lo sabemos, ni nos importa, porque todo eso solo tenía sentido en una etapa muy primitiva de la hominización. Ahora, Marcuse pinta más que Darwin al hablar de tetas.
Por cierto, que también cumplen una función nutricia. En tanto que ubres, compartimos ese carácter con los demás mamíferos. Incluso un tipo tan tradicionalista como Linneo lo reconoció y por eso nos incluyó en la clase de los Mamíferos, animales con pelo y ubres. Finalmente, cumplen una función médica: explorarlas es imprescindible para pillar a tiempo el temido y frecuente cáncer de mama.
Balance: me apuesto algo a que Rocío no se descamisó para que la ayudásemos a identificar cualquier bulto sospechoso, ni como parte de una campaña a favor de la lactancia, ni mucho meno para exaltar los embarazos, sino como signo de libertad sexual y de transgresión. Y solo lo logró gracias a la ayuda del policía. Bendito sea, pero lea a Marcuse, hombre, antes de meter en otro lío al doctor Ballesta.