MADRID. La llegada de ómicron ha dado lugar a una complicación de la COVID-19 no reconocida anteriormente en niños pequeños: la laringotraqueobronquitis, también conocida como crup. En el primer informe revisado por pares hasta la fecha, los médicos del Boston Children's Hospital (Estados Unidos) describen 75 niños que acudieron al servicio de urgencias del hospital con laringotraqueobronquitis y COVID-19 desde el 1 de marzo de 2020 hasta el 15 de enero de 2022.
Algunos casos fueron sorprendentemente graves, requiriendo hospitalización y más dosis de medicamentos en comparación con la laringotraqueobronquitis causado por otros virus. Algo más del 80% se produjeron durante el periodo de ómicron.
"Hubo una delimitación muy clara desde el momento en que la ómicron se convirtió en la variante dominante hasta el momento en que empezamos a ver un aumento en el número de pacientes con laringotraqueobronquitis", dice el doctor Ryan Brewster, primer autor del informe, que se ha publicado en la revista científica 'Pediatrics'.
La laringotraqueobronquitis, conocido médicamente como laringotraqueitis, es una enfermedad respiratoria común en bebés y niños pequeños. Se caracteriza por una tos característica y una inhalación ruidosa y aguda (conocida como estridor).
Se produce cuando los resfriados y otras infecciones víricas causan inflamación e hinchazón alrededor de la laringe, la tráquea y los bronquios. En los casos graves, incluidos algunos vistos en el Boston Children's, puede restringir peligrosamente la respiración.
Los estudios de COVID-19 en animales han descubierto que la cepa ómicron tiene más "preferencia" por las vías respiratorias superiores que las variantes anteriores, que se dirigían principalmente a las vías respiratorias inferiores. Esto puede explicar la repentina aparición dla laringotraqueobronquitis durante la oleada ómicron, según Brewster.
En consonancia con el patrón general de laringotraqueobronquitis, la mayoría de los niños con COVID-19 y laringotraqueobronquitis eran menores de 2 años y el 72 por ciento eran varones. Salvo un niño con un virus de resfriado común, ninguno tenía una infección vírica distinta del SARS-CoV-2.
Aunque ningún niño murió, nueve de los 75 niños con laringotraqueobronquitis asociado a COVID-19 (el 12%) necesitaron ser hospitalizados y cuatro de ellos (el 44%, o el 5% del total) requirieron cuidados intensivos. En comparación, antes de la COVID-19, menos del 5 por ciento de los niños con laringotraqueobronquitis eran hospitalizados y, de ellos, sólo entre el 1 y el 3 por ciento requerían intubación.
En general, el 97 por ciento de los niños fueron tratados con dexametasona, un esteroide. Todos los que fueron hospitalizados recibieron epinefrina racémica a través de un nebulizador, que se reserva para casos moderados o graves, al igual que el 29 por ciento de los niños tratados en urgencias. Los que fueron hospitalizados necesitaron una media de seis dosis de dexametasona y ocho tratamientos de epinefrina nebulizada para controlar sus síntomas.
La causa del crup es un virus. La mayoría de los niños tienen un solo episodio de crup, pero unos pocos tienen episodios repetidos iniciados por infecciones víricas que gradualmente disminuyen en frecuencia y gravedad. el niño presenta ronquera y una tos frecuente, de sonido extraño, que se describe como metálica o perruna. El crup varía ampliamente en su gravedad, y suele afectar a niños pequeños, menores de 5 años.
"La mayoría de los casos de laringotraqueobronquitis pueden tratarse en el ámbito ambulatorio con dexametasona y cuidados de apoyo. La tasa de hospitalización relativamente alta y el gran número de dosis de medicación que necesitaron nuestros pacientes con laringotraqueobronquitis por COVID-19 sugieren que este virus podría causar un laringotraqueobronquitis más grave en comparación con otros virus. Es necesario seguir investigando para determinar las mejores opciones de tratamiento para estos niños", detalla Brewster.
Los expertos recomiendan que el niño sea expuesto a espacios con humedad, que se consigue rápidamente dejando abierta el agua caliente de la ducha para cargar la atmósfera de vapor. Sacar al niño afuera, a la ventana o a la calle, para respirar el aire frío nocturno, o a la cocina para respirar aire frío de la nevera también abre las vías respiratorias. Estos remedios son inofensivos y hay poca evidencia científica de que supongan alguna diferencia en la evolución del niño, pero se ha visto mejoría.