El calor residual sigue acosando a la estructura del edificio siniestrado y ya nos hemos olvidado del incendio de Campanar. Una semana después de la tragedia, hablando con dos empresarias sobre la ola de solidaridad con la que la ciudadanía había respondido, rebajé la euforia confesando mi deseo de que esa conciencia hacia el bien común no se apagara junto con el fuego del incendio. No ha pasado ni un mes de lo acontecido en aquel cementerio infernal y el tema se ha quemado como el papel de fumar. La emoción primeriza se ha calmado con el paso del tiempo, la intensidad que caracteriza a estos tiempos posmodernos ha dado paso a la indiferencia; sólo aquellos que pasan diariamente por el esqueleto calcinado parecen acordarse del fuego y las cenizas.
El papel de periódico se quema más rápido que el de fumar. Cuando acudes al kiosco a comprarlo, las últimas noticias han dejado de ser la novedad. Me estoy acordando de eso que decía Gonzalo Serrano en las retransmisiones de Fórmula 1: "Si parpadeas te lo pierdes". El tiempo en la sociedad 2.0 pasa más rápido que antes. Se suceden las informaciones, los protagonistas, los hechos; Antonio García Ferreras vuelve a su casa con agujetas en los brazos de tanto dar paso a sus reporteros. Los sucesos se suceden sin parar, que si una guerra por aquí, que si un incendio por allá, que si Koldo por acá. Torrente de actualidad en el que nos tenemos que zambullir, posicionarnos, mojarnos. Leía un tweet de uno que, desde el sofá de su casa, decía ser pro Israel en la guerra con Hamás; mi conciencia pensó al instante que qué iba a saber él si no sabía ni dónde estaba la franja de Gaza.
"Nos refugiamos en las malas noticias para autojustificarnos, para confirmar que somos buenas personas"
Se culpa a la izquierda de ser la urdidora de las mini causitas, sin embargo, todos terminamos abrazando las nuestras propias para asegurar la superioridad moral sobre el resto. En la antigua Grecia se recreaban asistiendo a tragedias teatrales como Edipo Rey para que a través de la catarsis se olvidarán de sus problemas, relativizaran su amarga vida, calmaban su corazón alumbrando las desgracias ajenas. Ahora los informativos son nuestro propio espejo trágico que consuela nuestra conciencia. Cuando empezó la guerra de Ucrania miles de buenos samaritanos se fueron a Kiev a ayudar los refugiados; tras la invasión de Israel a Gaza cientos de pseudo analistas cambiaron la estrella de David de la bandera israelí por una esvástica; con el incendio del edificio de Valencia miles de almas se apresuraron a auxiliar a los damnificados. Un aplauso a todos los que ayudaron a los ucranianos y a los afectados por la tragedia de Campanar, pero me gustaría saber si en su día a día hacen lo propio, es decir, sí tienen esa solidaridad con sus allegados; ¿le da arroz a su vecino aquel que ha enviado comida a Ucrania? Siempre pongo el ejemplo de ese que se va al Congo a salvar niños desnutridos pero luego es un capullo con su compañero de trabajo.
Nos refugiamos en las malas noticias para autojustificarnos, para confirmar que somos buenas personas. Cada día tiene su afán y cada día tiene su causa justa con la que nos creemos Batman; no deja de ser toda una máscara moral. Ahora tenemos lo de Koldo y su pandilla sacada de Torrente (¿Será todo en realidad una promoción de la nueva película de Santiago Segura?). Calibramos nuestros niveles de honestidad señalando con el dedo acusador sin saber si nosotros haríamos lo mismo de vernos en la misma tesitura. Damos lecciones morales en público, pero en privado sucumbimos ante nuestras tentaciones más íntimas. Ignoramos que Koldo y su banda también tienen una vida como nosotros, una familia, no estamos ante especímenes importados de un planeta lejano.
Me alegran todos los aluviones solidarios que han provocado episodios como el de Ucrania o el incendio del complejo de Valencia, bravo. Me emocionan también los reproches hacia todos los chorizos, bravo. Ahora bien, quizá, no deberías de esperar a que se quemara un edificio para sacar tu lado solidario, a tu vera tienes otros muchos que también necesitan de tu caridad. También deberías reflexionar sobre tu honradez más intimista, expurgar tus pecados antes de juzgar a gente como a Koldo, porque a lo mejor, repito, sólo a lo mejor, de poder llevarte una jugosa comisión teniendo el convencimiento de que nadie se percatará, tú también lo harías.