A pocos días de las elecciones presidenciales en Estados Unidos, la situación económica y las tensiones sociales han polarizado a los votantes hasta extremos nunca vistos, y los ciudadanos norteamericanos se enfrentan a una disyuntiva que, desde mi perspectiva, bien podría resumirse en "susto o muerte".
Tras el primer y único debate entre los candidatos, Kamala Harris y Donald Trump, varias personas me preguntaron qué pensaba sobre sus propuestas económicas. Mi respuesta fue clara: ninguno de los dos presenta soluciones serias y razonables a los problemas que enfrenta la economía norteamericana. Ambos prometen cambios, pero las soluciones de fondo brillan por su ausencia.
Uno de los temas más importantes —y el que más preocupa al ciudadano medio— es la economía. En ese ámbito, ambos candidatos mostraron más de lo mismo. Harris criticó la situación económica heredada de la administración de Trump, destacando la necesidad de crear una "economía de oportunidades", mientras Trump se jactó de haber gestionado una de las economías más fuertes de la historia. Pero ¿realmente alguno tiene una solución para los problemas estructurales del país?
La realidad es que la economía de Estados Unidos tiene un problema estructural muy grave: su colosal deuda pública y un déficit fiscal que se sigue disparando. Ambos candidatos eluden enfrentar este problema de manera directa, y esto es preocupante. Durante el mandato de Trump, la deuda pública aumentó considerablemente, en gran parte debido a la pandemia de COVID-19 y a los paquetes de estímulo que se lanzaron para reactivar la actividad económica. Pero bajo la administración de Joe Biden y Kamala Harris (no hay que olvidar que aunque ahora se quiera desmarcar, Harris ha sido la vicepresidenta de Biden), la deuda continuó creciendo hasta alcanzar niveles históricos, con un déficit fiscal que parece fuera de control.
Ambos candidatos han sido vagos en cuanto a sus soluciones para este problema. Ninguno ha detallado cómo planean reducir la deuda ni el déficit. En su lugar, continúan prometiendo un crecimiento económico sostenido, pero sin abordar cómo piensan financiar sus propuestas sin seguir endeudando al país. Esto deja la economía "dopada" por el gasto público, que a corto plazo da la ilusión de crecimiento, pero que a largo plazo amenaza con empobrecer a las generaciones futuras.
Para entender la gravedad del problema, es importante recordar cómo se mide el crecimiento económico. El Producto Interior Bruto (PIB) se calcula sumando el gasto público, el consumo privado, la inversión empresarial y las exportaciones netas. En la última década, el gasto público en Estados Unidos ha aumentado de manera espectacular, con especial énfasis en los últimos cuatro años. Esto ha permitido mantener el PIB en niveles saludables, lo que favorece la imagen del gobierno de turno.
Sin embargo, este crecimiento impulsado por el endeudamiento tiene efectos perniciosos. La deuda masiva presiona las finanzas públicas, lo que inevitablemente termina afectando al ciudadano medio. Aunque en apariencia hay crecimiento y empleo, la calidad de esos empleos no siempre es suficiente para mantener el nivel de vida. De hecho, muchas familias se ven obligadas a trabajar más horas o tener más de un empleo para poder llegar a fin de mes.
El ciudadano común puede pensar que la deuda pública no afecta directamente su vida cotidiana, pero esta percepción es equivocada. Para financiar la deuda, el gobierno recurre a la Reserva Federal, que inyecta liquidez en el sistema monetario, lo que a su vez provoca inflación. Los efectos son evidentes en el aumento de los precios, especialmente en sectores como la vivienda, la energía y los alimentos. Aunque oficialmente la economía está en crecimiento, el poder adquisitivo de las familias se reduce, empobreciéndolas lentamente.
La inflación que se genera por este aumento de deuda es una de las razones por las cuales muchos estadounidenses sienten que, pese a tener empleo, no logran mejorar su calidad de vida. Este es un fenómeno preocupante, ya que, aunque los números macroeconómicos puedan sugerir estabilidad, el bienestar de la población se deteriora a pasos agigantados.
A nivel fiscal, Harris y Trump presentan enfoques diferentes, pero igualmente problemáticos. Harris propone recortes fiscales para la clase media y aumentos de impuestos a las empresas y las rentas más altas para financiar sus ambiciosos programas sociales, que incluyen inversiones en educación, sanidad y energías renovables. Trump, por su parte, apuesta por extender los recortes fiscales implementados durante su presidencia, especialmente aquellos dirigidos a las empresas, y financiar parte de ellos a través de aranceles a las importaciones.
Si bien ambas propuestas parecen atractivas en ciertos sectores de la población, ninguna de ellas soluciona el problema de fondo. Aumentar los impuestos a los ricos y a las empresas, como propone Harris, no generaría los ingresos suficientes para financiar el masivo gasto público que requiere su programa. Por su parte, los recortes fiscales de Trump y su enfoque de desregulación pueden impulsar el crecimiento a corto plazo, pero seguirían inflando el déficit y la deuda, agravando el problema.
Muchos analistas sugieren que una victoria de Trump animaría a las bolsas, ya que sus políticas son más "pro-empresa". Sin embargo, la realidad es que a las bolsas no les ha ido mal ni con Trump ni con Biden. Sectores como la energía renovable, la tecnología y la infraestructura podrían beneficiarse con una victoria demócrata, mientras que las industrias del petróleo, la farmacéutica y la construcción podrían ver un auge si Trump vuelve al poder. Pero, en cualquier caso, ninguno de los dos candidatos parece tener una respuesta clara para los retos fiscales que enfrentará la economía norteamericana.
En estas elecciones, los votantes se enfrentan a una difícil elección entre dos candidatos que ofrecen más promesas que soluciones reales. La deuda pública, el déficit fiscal y la inflación son problemas estructurales que seguirán afectando a la economía de Estados Unidos, independientemente de quién gane las elecciones. La verdadera pregunta es si alguno de ellos será capaz de proponer medidas concretas para detener la espiral de endeudamiento y empobrecimiento que está afectando al país.
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