BRUSELAS. Mientras la Unión Europea revisa el tratado de libre comercio con Sudáfrica, que permite la entrada de productos citrícolas sin aranceles, este país se prepara con un importante cambio de producción con transgénicos para adaptarse a la nueva normativa del Pacto Verde y la estrategia agrícola “De la granja a la mesa” (Farm to Fork). De esta forma, afrontaría con más oportunidades el proceso de transición ecológica que implica condiciones más estrictas en el control fitosanitario. La Unió de Llauradors sigue denunciando la entrada de cítricos con plagas a la Unión Europea (UE), procedentes del continente africano.
El Consejo de la Unión Europa solicitó un estudio sobre las nuevas técnicas genómicas, que ha confirmado que “los productos transgénicos tienen el potencial de contribuir a sistemas agroalimentarios sostenibles”, en línea con los objetivos de la nueva normativa que prepara la Unión Europea para la transición ecológica. El estudio concluye que “cualquier acción política debe tener como objetivo permitir que los productos transgénicos contribuyan a la sostenibilidad, al tiempo que su aplicación en el sector agrícola no debe socavar otros aspectos de la producción de alimentos, por ejemplo, en lo que respecta a la agricultura orgánica”.
Durante el proceso de revisión del Tratado con la UE, Sudáfrica va a potenciar su producción agrícola de alimentos modificados genéticamente para seguir teniendo abiertas las puertas del mercado europeo, mientras se adaptar a los cambios regulatorios que implican altos costes para productores y exportadores.
Tolerantes a las plagas
Parte de ese proceso será ampliar la adopción de cultivos genéticamente modificados de alto rendimiento, tolerantes a la sequía y a las plagas. Esto permitirá a los agricultores usar menos tierra para producir más alimentos y reservar más tierras para su preservación. Este país, que ya produce transgénicos, intentará así aumentar su cuota de mercado, una vez la UE modifique las restricciones a las importaciones de transgénicos, como ha señalado una sentencia del Tribunal de la UE.
Un estudio realizado por Genetic Literacy Projects (GLP) explica que, de acuerdo con estos cambios, los nuevos productos derivados de técnicas genómicas tienen el potencial de contribuir a sistemas agroalimentarios sostenibles en línea con los objetivos del Pacto Verde Europeo y la Estrategia “De la granja a la mesa” (Farm to Fork). Hay que recordar que la política comercial comunitaria busca el compromiso de terceros países sobre el uso de pesticidas y el bienestar animal, y la lucha contra la resistencia microbiana, por lo que su legislación es muy estricta aunque los controles son insuficientes.
Precios competitivos
Otra área de crecimiento para las exportaciones sudafricanas es el alimento producido orgánicamente de alto valor, cuyas cadenas de valor de exportación ya se ajustan a las normas en este sector. Sin embargo, estos alimentos tienen una baja producción ya que todavía están dirigidos a nichos de mercado en la UE. Pero la Estrategia Farm to Fork busca hacerlos convencionales, lo que podría ser una oportunidad para Sudáfrica si los agricultores pueden comenzar a producir volúmenes más altos a un precio relativamente competitivo.
En este estudio de GLP, los economistas sudafricanos Wandile Sihlobo y Tinashe Kapuya establecen la necesidad de intervenciones financieras deliberadas para evitar el aumento de la desigualdad de los agricultores sin recursos que no puedan aplicar las nuevas tecnologías. También apuntan a una posible deslocalización de la "mala producción" a Sudáfrica. Es decir, los productores de alimentos que no puedan cumplir con las disposiciones de la estrategia "Farm to Fork” podrían reubicar parte de su cadena de valor en Sudáfrica, centrándose en las exportaciones a Oriente Medio y Asia, donde las normas alimentarias son mucho menos estrictas.
Por tanto, ambos expertos establecen cuatro factores fundamentales que impulsarán el restablecimiento del sistema alimentario a través de la estrategia Farm to Fork serán: el cambio técnico, la innovación del modelo de negocio, creciente demanda de alimentos y una política de cambio de regulación. “La clave está en el apoyo técnico y financiero que puede aportar la UE para facilitar la transición de Sudáfrica y alinear su entorno regulatorio con el enfoque en la salud y la sostenibilidad”, concluyen Sihlobo y Kapuya.
Sudáfrica tiene 1,3 millones de hectáreas de tierras de cultivo adicionales que se pueden poner en producción de manera sostenible. Ello implica, además, innovación tecnológica para reducir la huella de carbono del sistema agroalimentario.