MURCIA. En el año 2000, Nevenka Fernández, de 24 años, concejala de Hacienda en el Ayuntamiento de Ponferrada, sufre una persecución implacable, tanto sentimental como profesional, por parte del alcalde, Ismael Álvarez. Nevenka decide denunciar, aunque sabe que deberá pagar un precio muy alto: en un principio, gran parte de su entorno no la apoya, la sociedad le da la espalda y la acusa, y los medios la someten a un juicio público. Él fue condenado y dimitió. Ella tuvo que empezar una nueva vida fuera de España.
Esta es la historia inspirada en hechos reales que cuenta Soy Nevenka, la nueva película de Icíar Bollaín, escrita junto a Isa Campo, inspirada en Hay algo que no es como me dicen: El caso de Nevenka Fernández contra la realidad, de Juan José Millás, y en El poder de la verdad, el relato de 200 folios nunca publicado donde la propia Nevenka cuenta su calvario (también hay una miniserie documental sobre el caso puesta en pie en 2021 por Ana Pastor y disponible en Netflix), y que, tras presentarse en la Sección Oficial del reciente Festival de San Sebastián, llega a los cines este viernes.
Protagonizada por una impresionante Mireia Oriol en un papel complicado, Bollaín muestra a su protagonista como una suerte de pionera del movimiento #MeToo (mucho antes de que se inventara este término) al llevar por primera vez a un político influyente y popular ante los tribunales por acoso sexual y laboral. A través de este caso real, la película habla de la dura y dificilísima situación a la que se enfrentan las víctimas de acoso o abuso sexual; de entrada, lo complicado que resulta identificarse como víctima, reconocerse en esa situación, y decidir qué hacer con ello, de su vulnerabilidad, su soledad, su angustia y asfixia creciente, su profundo dolor, el sentimiento de desamparo, el miedo, la pérdida de confianza con una misma y con el resto del mundo, el constante juicio interno al que a su vez se someten las víctimas, del sentimiento de vergüenza y culpa que a menudo arrastran.
Con ello, también de la normalización de estos casos en la realidad, del silencio que los envuelve, de cómo, casi siempre, el entorno de la víctima esconde y es cómplice (a menudo también sin ser del todo conscientes de ello) de estas situaciones de violencia, del proceso de revictimización de la víctima cuando es sometida a juicio (tanto social como legal), de su lucha por recuperar la dignidad que siente arrebatada.
Icíar Bollaín cuenta todo ello con su característica sencillez, sin florituras ni efectismos, con un realismo por momentos desgarrador, reflejando con verdad y humanidad cómo un hombre, en este caso, un típico cacique de pueblo que se cree que todo le pertenece y puede hacer lo que quiera con las personas que cree de su propiedad (aunque ese hombre podrían ser tantos otros), destroza por completo la vida de una chica de 24 años. Resulta un acierto que la historia se cuente desde el comienzo, remontándose al principio de la relación entre la víctima y su verdugo, mostrando cómo es ese proceso de acoso a lo largo del tiempo, cómo una relación que en su inicio nosotros mismos podríamos ver como normal se convierte en un infierno. Y se agradece que los personajes no estén exagerados ni caricaturizados, que se refleje la cotidianidad de acosadores como Ismael Álvarez (también es un logro de su intérprete Urko Olazabal que el personaje nos repugne desde el principio sin la necesidad de esas exageraciones), esa normalidad e impunidad con la que actúan mientras los que ven y saben callan.
“Ismael Álvarez fue condenado por acoso sexual a una multa de 6.840 euros y 12.000 de indemnización y renunció a todos sus cargos. Un año más tarde, en 2005, el Tribunal Supremo ratificó la sentencia. Ismael Álvarez fue el primer político condenado por acoso sexual en España. En 2011 Ismael Álvarez se volvió a presentar a las elecciones con el partido independiente IAP. Sacó 5 concejales. Nevenka Fernández no consiguió trabajo en España y tuvo que abandonar el país. Hoy vive con Lucas y sus hijos y desarrolla con éxito su carrera profesional”, se cuenta en el cierre. Soy Nevenka es una película que remueve. Una película que cuenta con verdad y valentía un caso de abuso y acoso sexual y laboral, lo que es y supone en la vida de la víctima, cómo la marca para siempre (aunque consiga rehacerla). También, cómo desde entonces, más de dos décadas, hemos cambiado como sociedad en la forma de ver y actuar en estos casos, pero en realidad no tanto.