Uno de los problemas de la sociedad moderna reside en la cantidad de medios de comunicación que tenemos alrededor porque transmiten una sensación de estar informados que, en muchos casos, es falsa. Prensa, radio, televisión e incluso redes sociales son utilizados continuamente para estar al tanto de la actualidad, algo evidente ya resulta una parte esencial de sus funciones, pero el problema comienza cuando la exposición continua a estas fuentes acaba por transmitir la impresión de haber adquirido todos los conocimientos necesarios, aunque la mayoría de la población se olvida de que los datos deben ser recibidos y procesados.
Esto significa que las personas requieren analizar los datos antes de hacerlos propios, lo que en muchos casos requiere de un conocimiento previo. De esta forma, es inútil intentar entender la situación política en Egipto sin saber qué fue la Primavera Árabe.
Con esto no pretendo decir que toda la información recibida requiera de un complejo proceso de análisis o de un estudio previo, lo que quiero señalar es que si una persona lee una noticia sobre Egipto y no sabe lo que es la Primavera Árabe, no podrá entenderla. De esta forma se crea la desinformación, con una aparente sensación de conocimiento.
Veámoslo con un ejemplo más sencillo. El diario 20 Minutos compartía en Twitter hace algo más de un año un titular que rezaba “Berto Romero se baja el sueldo para igualar el de su compañera Eva Ugarte: "Trabajamos lo mismo"”. En esa publicación abundaban los comentarios que calificaban de absurda la decisión de reducirse el propio sueldo para igualarlo con el de su compañera y sugerían como mucho más lógico sumar ambos sueldos y dividirlos equitativamente. La realidad es que eso fue lo que ocurrió. Es evidente que el titular da lugar a varias interpretaciones y eso puede desembocar en confusiones, pero el auténtico problema radica en todas las personas que hayan sacado conclusiones precipitadas al leerlo sin molestarse en entrar a la noticia.
Las consecuencias de interpretar mal una noticia de estas características son prácticamente nulas, a lo sumo unos comentarios inapropiados en una comida familiar sobre lo estúpido que es el feminismo moderno, sin embargo, una visión sesgada puede ser un peligro para la población, en especial si incluye a un líder de opinión que influye sobremanera en las personas de su alrededor.
Creo que nadie se atrevería a lanzar la primera piedra contra los que solo leen el titular en más de una noticia, y es natural, pues sería imposible abarcar toda la información, aunque sí debemos ser responsable con la actitud que tenemos ante la información.
En otra ocasión me encontraba comentando con una amiga los resultados de las elecciones generales cuando ella dijo que en su municipio VOX había ganado con el 90% de los votos. Casi blanco y sin saber si reír o llorar, le dije que eso era imposible, que ni amañando las urnas conseguiría un partido 9 de cada 10 votos y le pregunté dónde había leído eso. El artículo en cuestión decía que VOX había sido la fuerza más votada con el 90% de los votos escrutados. Esto significa que, con el 90% de los votos recontados, el partido de ultraderecha era el más votado, aunque el porcentaje de gente que había creído en ellos era mucho menor. La relevancia del error va en aumento.
En ambos ejemplos, y podría añadir muchos más, he elegido casos en los que los errores cometidos eran bienintencionados, carentes de maldad, aunque hay muchos otros casos donde la intención de engañar y confundir es clara. Ya sea políticos, medios, empresas o famosos; estamos acostumbrados a mentiras constantes que vienen desde todas las direcciones, aunque la clave no está en el emisor, ni siquiera en el mensaje, sino en el receptor.
Tanto mi amiga como las personas de Twitter cometieron uno de los errores más comunes de la era moderna, creer que tenían toda la información cuando no era así, y forjar una opinión en base a una falsa verdad. No me molestaré en explicar la necesidad de estar bien informado para participar en la sociedad y ejercer la soberanía popular adecuadamente, pues es evidente para quien se pare a pensarlo un poco y tenga un mínimo de sentido de la responsabilidad social, por lo que me centraré en lo que sí quiero destacar: la predisposición con la que afrontamos la información.
Y con esto me refiero a que debemos tener muy presente lo que no sabemos a la hora de elaborar nuestras creencias, y aún más al interactuar con el resto de personas. Lo importante no es tanto disponer de toda la información sino ser consciente de cuánta poseemos y mantener un espíritu crítico en todo momento.
De acuerdo con mi experiencia, la clave está en partir desde la base de que nunca se tiene la suficiente información, porque es la única manera de evitar la confianza excesiva en el propio conocimiento que termina provocando errores.
De esta forma, la prudencia cobra un nuevo significado en un mundo en el que abundan los medios de comunicación y el reto es ser capaz de distinguir las fuentes adecuadas, así como ser capaz de realizar un buen uso de ellas.
Por mi parte, tengo claro que estar más o menos informado apenas resulta un problema en un contexto en el que se puede buscar cualquier cosa en un solo instante. El verdadero enemigo que hay que combatir es la desinformación, la visión sesgada o incompleta de los hechos. Y es nuestro deber combatirla.