MURCIA. Mi inconformismo emocional ha hecho que me replantee qué piezas llevar en los momentos más clave de mi vida. Es fácil que recordemos momentos por lo que llevábamos puesto. Creo que hay dos momentos que marcan la vida. Uno de ellos es cuando te casas, porque pienso que no hay gesto más bello que decir que quieres pasar un tiempo con alguien, porque lo de toda la vida ya lo vamos viendo sobre la marcha y si surge. Lo de toda la vida es si hay suerte, porque si no hay que volver a intentarlo tantas veces como haga falta. Ese día yo siempre he dicho que me vestiré de Sybilla. Se lo confesé una mañana mientras desayunábamos en el centro de Madrid en una cafetería de la parada de metro de Noviciado. Se murió de la risa y no me dijo nada, pero tiene que aceptarlo. “Como una de tus chicas” le dije.
Otro momento clave en la vida de las personas es cuando nos morimos. Nos cuesta mucho hablar de morirnos por esa idea católica que seguimos arrastrando a pesar de presumir, un sesenta por ciento de la población, ser ateos. Un infierno se opone al cielo para buscar la vida eterna. Por eso debemos de ser buenos. Pero es que yo ya no quiero ser bueno. Ahora quiero ser listo y eso no es compatible con ser bueno. Podéis intuir que no creo en nada, ni en vidas eternas ni en resurrecciones milagrosas. Creo en el fin. El final de la película. Todas las películas deben de tener un buen final para ser recordadas. La cuestión es que cuando me muera, que me vistan de Berhanyer 1956. De toda la vida se han puesto las mejores galas para sobrellevar la vida eterna.
¿No es acaso la declaración de amor más bella decir que quiero pasar junto a un Berhnayer la eternidad? Pero no por la firma, a mí el que me interesa es Sergio de Lázaro, su actual director creativo, que es un artista y de los pocos que puede conseguir que yo disfrute viendo un traje sastre desfilando por la pasarela. Solo me pasa con tres personas ese amor por sus trajes. Pero es que con los de de Lázaro es diferente. Lo de las firmas puede cambiar mucho según el creativo que decide enfundarse la chaqueta de director.
Si tuviese que definir su “Collection +1 AW24/25” creo que las palabras adecuadas serían elegancia eterna. Tras la desaparición de la firma con la muerte de Elio Berhanyer, la vuelta de la mano de Sergio de Lázaro propone siluetas que desafían y redefinen el concepto que tenemos de ella. Ya era creativo Berhanyer, pero es que Sergio añade ese punto de rebeldía que tanto gusta, que tanto necesitamos, que tanto nos provoca con los pilares que definen su buen gusto: la excelencia, vanguardia y globalidad.
La clave de la colección radica en su mensaje provocador: “Romper las etiquetas en el vestir para reconstruir un nuevo dresscode”. Toda una declaración de intenciones que habla de la forma del creador a desafiar los límites presestablecidos en el mundo de la moda. Ya lo hacía –y esperamos que siga haciendo– en su firma Casa Otrura, que he llegado a pensar que le pusieron casa porque cuando vamos nos sentimos como en un hogar. Nos preparan un café y empezamos a charlar de la vida. Y a su vez tiene mucho que ver el Elio, que tras la guerra tuvo que reinventarse y empezar de cero, reconstruyéndose prácticamente.
Lanas de merino, sedas ligeras, denim y popelines hacen de la firma una apuesta de calidad por los materiales exquisitos que varían en tonalidades que van desde el negro, al azul empolvado, aguamarina, calabaza y los tonos más castrenses, que añaden profundidad a los diseños, creando una paleta que equilibra la sobriedad con la innovación. La tradición con aquello que vendrá. Que unen a Elio con Sergio y los fusiona en una danza eterna.
Además, la colección abraza una amplía variedad de prendas; desde túnicas a trajes de chaqueta, faldas masculinas, faldas de vuelo, total looks denim unisex o patas de elefante, entre otros. Pero es en las siluetas donde la colección verdaderamente sorprende. Sergio de Lázaro ha explorado extremos tanto en el largo del talle como en el evasé, introduciendo el concepto innovador del "overevasé". Este término, acuñado por el propio diseñador, representa una ruptura con las convenciones establecidas.
La opresión sobre la silueta desaparece, dando paso a siluetas vigorosas que incorporan la sastrería de manera innovadora. Patrones meticulosamente elaborados, como el construido sobre canesú, formas godet o twist, dando un giro fresco a la herencia del maestro Berhanyer. Los estampados de estilo años 60 se reinventan, fusionando tejidos y formas elípticas, creando un atractivo juego gráfico en los patrones.
Creo que si existiera vida eterna, vestido por de Lázaro, San Pedro debe de abrirte de par en par las puertas del cielo ante tanta belleza y si este no cae sucumbido ante sus bellezas, el mismísimo diablo no podría resistirse a ellas. Cualquiera caería rendido ante ella, hasta los santos más santos pecan–y mira que yo solo conozco los que tienen parada de metro en Madrid–.
Y así, sin más, sobre tener de oferta lo eterno.