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EL GATO EN LA TALEGA  / OPINIÓN

SeCyT'23: La ciencia y su magia

Semana de la Ciencia 2023. Fotos: C. M. M.

22/10/2023 - 

MURCIA. Son muchos años, con cierta intermitencia, pero entre unos y otros sumando unos quince, en los que he participado de forma activa en la Semana de la Ciencia y la Tecnología que organiza la Fundación Séneca en Murcia. Todos ellos, excepto uno, en la caseta de mi centro de investigación desde hace 23 años: el Instituto Murciano de Investigación y Desarrollo Agrario y Medioambiental. Y los que me quedan.

La primera en la que estuve era becaria, situación habitual para quienes elegimos la investigación como profesión, y los nervios campaban a sus anchas en los preparativos, alcanzando picos elevados en los instantes previos para desaparecer nada más comenzar las actividades con la llegada de los chicos y chicas deseosos de experimentar. Estos nervios siguen presentes edición tras edición como garantía de que daremos lo mejor de nosotros para generar vocaciones científicas, superando las expectativas cada año. Y todo este puñado de añitos ha tenido un denominador común que ha sido la ilusión de hacer efectiva la transferencia de conocimiento a nuevas generaciones portadoras del gen de la curiosidad.

"DURANTE TRES DÍAS los centros de conocimiento regionales y sus personas nos encargamos de visibilizar nuestro trabajo"

Durante tres días, en la SeCyT, los centros de conocimiento regionales y sus personas nos encargamos de visibilizar nuestro trabajo. La mañana del primero es de actividad experimental frenética por la llegada de autobuses de diferentes IES no solo regionales, sino también de la vecina Alicante. En dicha jornada el Jardín del Malecón revierte en hervidero de talento en potencia. Y de profesionales de la investigación que recordamos la importancia de prender la mecha, el chute de energía que estas generaciones nos transmiten y lo esencial que es hacer circular el saber de forma intergeneracional. En un momento de esa mañana, los stands recibimos la visita de los altos cargos, acompañados de rectores y rectoras, así como de los directores de los institutos de investigación regionales y el director de la Fundación Séneca. A veces puede ser una Corte, pero siempre es un instante cordial por la propia ciencia, por el respeto que esta y sus personas llevamos a cuestas más allá del lenguaje económico. A algunos les tengo mucho cariño, no en vano, en la edición del 2014, el destino, mi propia curiosidad de experimentación, sociológica en este caso, y el "más difícil todavía" al que tiendo me colocaron en esa parte.

Precisamente ese año las sensaciones fueron diferentes. Los nervios esa vez se dieron como un gusanillo en el estómago al visitar el stand del IMIDA y me invadió la calidez de esas cosas que son familiares, propias, y van pegadas a ti sin posibilidad, ni ganas, de separarlas. Ese año viví la SeyCT con el peso de la responsabilidad ampliado, pero también retador en cuanto a los desafíos que se presentaban. A veces tenía que controlarme para no intentar participar en un ensayo o entrar en el universo de la explicación científica. Dada mi naturaleza disfrutona, trabajé la política científica con ilusión desde ese nuevo prisma porque la ciencia merece luchar por ella desde dentro, desde su profundo conocimiento. 

Volviendo a la SeyCT, con la belleza de los claroscuros, queda prendido en mi memoria cercana el año en el que el personal del IMIDA fuimos de forma pacífica y responsable, con nuestras camisetas negras con las letras blancas que formaban la frase "IMIDA en precario". Y gracias al tesón, a la capacidad de negociación, a la realidad y a un sentido de justicia basada en los hechos, el IMIDA hoy camina por la senda de consolidación de su personal en un proceso que ha sido ejemplo de negociación colectiva. Una potente inyección para el propio Instituto que avanza con paso firme en una investigación aplicada lúcida y de valor.  

En el presente, este año la novedad ha sido la visita del IES de mi hijo, mi propio Instituto, el Ruiz de Alda de San Javier. Así que el legado sigue fluyendo en una incesante replicación del ADN vital. La alegría, de nuevo, ha hecho su aparición con ganas y persistencia. Quizá por ella este año ha sido el que más veces hemos realizado el experimento propuesto. Una práctica que va camino de ser leyenda resistente a la obsolescencia y que trata ni más ni menos que de obtener una madeja de ADN visible. Creo que es por el afán de intentar visibilizar aquello que existe más allá de los que tus ojos captan y las fuentes de información citan, aquello que existe bajo la visión del conocimiento científico.  

Las vocaciones científicas son algo extraordinario. A pesar de saber que es una carrera de fondo, altamente competitiva, con dificultades en la creación de puestos de trabajo consolidados en nuestro país, las nuevas generaciones sienten la llamada de la ciencia. Las herramientas digitales lo han cambiado todo y han logrado acelerar la actualización científica y la divulgación. Creo en estas nuevas generaciones más sociales, porque esa capacidad de trabajar en red es una base fundamental del trabajo investigador, a pesar de su competitividad derivada mayormente por la precariedad laboral y la financiación. El trabajo en equipo y la comunicación son imprescindibles y actúan en doble dirección; para el personal investigador en potencia y para el consolidado.

La foto que acompaña este artículo es la de un equipo formado por compañeros y compañeras de diferentes equipos de investigación del IMIDA. Es una foto familiar, al final de una jornada intensiva y feliz desarrollada con éxito. Algunos han estado esos 23 años que cuento, otros se han incorporado por el bonito camino. Todos sabemos de lo de los demás. Poco a poco hemos ido construyendo un Instituto de Investigación muy aplicada a la resolución de problemas, bastante cercano y a pie de campo. El coraje y la lucha siempre la hemos llevado a cuestas porque ser más pequeño en dimensiones físicas y económicas implica poner sobre la mesa que la grandeza está en la singularidad y en una trayectoria sólida muy luchada. Al verla siento alegría, esa emoción científicamente no controlada, que nos hace creer en la ciencia tanto como en su magia. 

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