CARTAGENA. ¿Quién no ha echado de menos los guisos, los sabores, los olores, aquellas imágenes que te marcaron desde tu infancia o las tradiciones que, en la distancia, no se pueden disfrutar? La nostalgia es un sentimiento de tristeza mezclado con placer y afecto cuando piensas en tiempos felices en el pasado. Cuando estamos alejados de nuestros seres queridos o de aquel lugar en el que crecimos, surgen esos sentimientos inherentes en cualquier ser humano que se hacen palpables de forma proporcional a la distancia que nos encontramos de ellos.
Por tal motivo es lógico que una imagen, una canción, un olor nos despierten esa felicidad momentánea que necesitamos experimentar alguna vez en la vida. Adela Ramos Escudero lo experimentó mientras vivía en Holanda, a miles de kilómetros de su Quitapellejos natal: ¿cómo no iba a echar de menos los crespillos o los rollos de Pascua de su Cartagena?
A Adela se le encendió en ese momento la bombilla y decidió emprender, junto con su hermana Esther con un negocio que acerque Cartagena en una pequeña caja a cualquier parte del globo terráqueo. Ahí surgió la idea de estas dos empresarias hace cinco años y ahí sigue, con sus altibajos normales en estos momentos, tratando de repartir el recuerdo de la ciudad, su gastronomía, tradiciones, imágenes o sus ‘dejes’.
‘Cartagena en una caja’ es un viaje al pasado sin lugar a dudas. "Recibimos muchos mensajes, e incluso algún que otro vídeo, de la gente a la que le ha llegado su caja con productos de aquí, de Cartagena, porque la nostalgia es un sentimiento que te hace feliz por un rato", explica Esther mientras nos atiende en su puesto del mercado Santa Florentina.
El negocio que puso en marcha junto con su hermana aglutina "gastronomía, el paisaje, nuestros símbolos, el mar, nuestras costumbres y nuestra cultura", tal y como dicen en su página web. Crespillos, michirones, rollos de Pascua, hueva y mojama o aceitunas cartageneras entran en estas cajas, acompañadas de imanes con recuerdos de Semana Santa, imágenes antiguas de Cartagena, tazas con palabras muy cartageneras ('picosequina', 'malafollaica,' 'porsaquero'…), vasos de asiático y hasta una botellica con arena del Mar Mayor, como conocen los cartageneros que veranean en La Manga al Mediterráneo.
Las cajas tienen un precio de 25, 30 o 35 euros y el cliente elige qué quiere meter en la misma, bien para regalar o para recibir en su domicilio allá donde quiera que esté. "Hemos mandado nuestras cajas desde Albacete a Miami", añade Esther, porque la añoranza no depende tanto de la distancia física sino de la emocional. "Es todo muy sentimental", añade. Desde alumnos Erasmus, hasta gente que ha pasado unos días en la ciudad o cartageneros que viven tiempo lejos de su casa, buscan por internet para llevarse a su casa un poco de Cartagena.
También tienen puntos de recogida repartidos por Cartagena. Se pueden hacer los pedidos por la web y retirarlos en el Soldadito de plomo y en Dar la lata (mercado Santa Florentina).
La pandemia, explica la quitapellejera, les ha afectado y la alegría de otros momentos no lo es ahora para su negocio, ya que estos recuerdos también los servían como regalos en una boda, congresos o incluso en las tiendas de Puerto de Culturas. Con la caída de este tipo de actividades, el negocio también se ha resentido. Andan dándole vueltas a su idea para recuperar el terreno perdido y seguir alimentando la melancolía con sabor cartagenero.