El pasado año entró en vigor el Reglamento europeo sobre las subvenciones extranjeras que distorsionan el mercado interior (FSR, como se conoce aquí en Bruselas), que es aplicable desde el 12 de julio de 2023. Aprobado en tiempo récord, teniendo en cuenta el engranaje legislativo de la Unión, el Reglamento rápidamente contó con el apoyo de los Estados Miembros y el Parlamento Europeo debido a la extraordinaria y urgente necesidad de proteger el mercado interior frente a las subvenciones otorgadas por terceros Estados –como China, Rusia o Estados Unidos– a empresas que operan en nuestro mercado.
La consecuencia directa de la, por entonces, falta de control por parte de la Comisión Europea de estas subvenciones no era otra que el 'dopaje' sistemático de ciertas compañías por parte de gobiernos extranjeros, poniendo en peligro la autonomía estratégica de la Unión así como la viabilidad de las empresas europeas en sus mercados debido a la falta de subsidios equivalentes por parte de los gobiernos de los países europeos.
"el mercado interior ha sido creado para nuestro disfrute, usémoslo para garantizar nuestra conservación"
De manera histórica, la pasada semana, la Comisión Europea anunció la primera investigación en virtud de este nuevo Reglamento contra un fabricante de trenes propiedad del Estado chino que pretende arrebatar a la española Talgo la licitación de un contrato público en Bulgaria valorado en 610 millones de euros para el suministro de trenes eléctricos de tracción. La cuestión jurídica por analizar es si la compañía china (CRRC Qingdao Sifang Locomotive) ha recibido subvenciones estatales que le permitieran presentar una oferta indebidamente ventajosa frente al resto de competidores, poniendo en riesgo el mercado interior europeo.
Si bien la Comisión dispone hasta el 2 de julio de este año para adoptar una decisión definitiva, esta podrá consistir en la prohibición de la adjudicación del contrato, la aceptación de los potenciales compromisos que la empresa china proponga para subsanar la distorsión, o bien la ausencia de objeciones al no encontrar elementos concluyentes sobre la capacidad de las subvenciones de efectivamente distorsionar el mercado.
¿Y qué tiene que ver Rousseau en todo esto de la guerra geopolítica entre potencias? ¿A qué se debe su inclusión en el título de este artículo? En el año 1755 se publicó su Discurso sobre el origen y los fundamentos de la desigualdad entre los hombres, una obra en la que concluye que el hombre es bueno por su naturaleza, siendo corrompido por una sociedad egoísta, corrupta y viciosa. Dirá Rousseau que, en sus inicios, "el primer sentimiento del hombre fue el de su existencia; su primer cuidado, el de su conservación. Los productos de la tierra le proveían de todo, lo necesario; el instinto le llevó a usarlos". Esta fue, en mi opinión, la primera fase del desarrollo de las grandes empresas europeas: nos encontramos un mercado interior que ha sido creado para nuestro disfrute, usémoslo con la finalidad de garantizar nuestra conservación y crecimiento.
Sin embargo, "pronto surgieron dificultades; hubo que aprender a vencerlas. La altura de los árboles, que le impedía coger sus frutos; la concurrencia de los animales que intentaban arrebatárselos para alimentarse, y la ferocidad de los que atacaban su propia vida, todo le obligó a aplicarse a los ejercicios corporales; tuvo que hacerse ágil, rápido en la carrera, fuerte en la lucha". Las grandes compañías europeas, compitiendo entre ellas bajo un Tratado que declara incompatibles con el mercado interior las ayudas estatales que falseen la competencia favoreciendo a determinadas empresas (Artículo 107.1 TFUE), tuvieron que hacerse fuertes para sobrevivir en el mayor mercado libre del planeta. Si una de ellas era aupada por su gobierno, normalmente de nacionalidad alemana o francesa, el resto podía invocar el Tratado para garantizar la igualdad entre los hombres.
El problema, como bien identificó Rousseau hace más de dos siglos, es que "a medida que se suceden las ideas y los sentimientos, y el espíritu y el corazón se ejercitan, la especie humana sigue domesticándose, las relaciones se extienden y se estrechan los vínculos… Este fue el primer paso hacia la desigualdad y hacia el vicio al mismo tiempo". Las reglas vigentes en el mercado interior, debido a la extensión de las relaciones con nuevas conexiones más allá de nuestros compañeros de cabaña europea en el bosque rousseauniano, dejaron hace tiempo de ser suficientes para garantizar un mercado interior en el que todos pudieran competir en igualdad de condiciones. La, por entonces dominante, empresa alemana cerró sus fábricas al no poder hacer frente a la competencia –quizás desleal– de quien contaba con un potente tercer Estado como principal accionista y avalista.
¿Y cómo acabó la historia de esta particular desigualdad? Mediante el establecimiento de "los primeros deberes de la cortesía, aun entre los salvajes; y de aquí que toda injusticia voluntaria fuera considerada como un ultraje". Esto es, con el establecimiento y creación de un Reglamento sobre las subvenciones extranjeras que distorsionan el mercado interior capaz de considerar un ultraje el atentado contra los deberes de la cortesía. Al fin y al cabo, ¿no se pretendía alcanzar un mercado interior en el que la competencia fuera garantizada bajo unos parámetros de igualdad? ¿Hasta qué punto la participación de la empresa china en la licitación pública búlgara atenta contra el principio de igualdad? La Comisión, no por su juicio geopolítico, sino en virtud de su más potente herramienta –el Estado de Derecho y su poderosa capacidad normativa–, deberá ahora determinar el alcance de esta potencial distorsión y su relación con la desigualdad descrita por Rousseau. Hasta entonces, los europeos al menos sabemos que el marco ha sido creado, y sólo falta aplicarlo.
Pablo Javier Torres Méndez es estudiante del Máster en Derecho Europeo en el Colegio de Europa (Brujas, Bélgica)