Todos llevamos días escuchando el famoso 'Resistiré' del Dúo Dinámico para afrontar esta etapa de dificultades por el confinamiento y la crisis económica que ya invade a muchas familias y profesionales.
Efectivamente la ‘Resistencia’ es una de las dos principales estrategias para hacer frente a las dificultades.
¿Y la se otra cuál es?
La ‘Resiliencia’.
¿Y cuál es la diferencia?
Resistencia y Resiliencia son dos conceptos que enseño a gestionar en mis cursos de Mindfulness de la Universidad de Murcia, precisamente para hacer frente al estrés y el sufrimiento por tener que afrontar situaciones que nos provocan malestar y rechazo.
La Resistencia se basa en apostar por la fuerza personal para mostrarse más firmes e inflexibles ante las circunstancias de la vida: una manera de imponernos a ellas con decisión, coherencia, consistencia y constancia. Es la actitud del estoicismo griego y de los samuráis japoneses. Se basa en la determinación y la templanza del espíritu. Es una estrategia particularmente cultivada por todos aquellos que realizan actividades de resistencia, alto esfuerzo y duración (triatletas, maratones, ultra-trail, ciclistas, nadadores de larga distancia, montañeros, etc.).
La Resiliencia es una estrategia diferente. El término proviene de la física: es la propiedad de los metales que, sometidos a fuertes presiones exteriores, son capaces de recuperar sus propiedades físicas iniciales. Y eso se le atribuye también a las personas resilientes: hacen de la flexibilidad una de las componentes vitales más importantes. En lugar de resistir, fluyen con los acontecimientos. La filosofía que se le asocia es la que esposa los principios del taoísmo oriental.
Hay una gran diferencia en la actitud de fondo de una y otra estrategia. La resistencia al fin y al cabo se basa en el rechazo de una situación y en la lucha para hacer frente a la dificultad: quien practica la resistencia en realidad no quiere vivir la situación que está experimentando. Simplemente trata de mostrarse y ser más fuerte que esa misma. Los sentimientos asociados a la estrategia de resistencia tienen que ver con la lucha y la competición, así como el deseo de ganar y prevalecer.
Las personas que practican la resiliencia tienden más bien a abrazar la situación de dificultad y hacerla propia. Usarla como oportunidad para el desarrollo personal y la mejora continua. La base sentimental subyacente es la compasión, asociándose al deseo de paz, cooperación y equilibrio con el entorno.
En definitiva, la resistencia se basa en el rechazo de una situación. La resiliencia en la aceptación de la misma, lo cual no ha de confundirse con la resignación.
Si quieres saber si tu actitud ante una dificultad es más de resistencia o resiliencia, piensa en si la dificultad que estás viviendo te provoca más sentimiento de lucha o sentimiento de compasión.
Las dos estrategias pueden ser muy ganadoras según qué circunstancias: la resistencia es más efectiva en aquellos contextos vitales y profesionales en los que la persona siente que tiene o puede tener el control de la situación. Se siente altamente capacitada y posee alta confianza.
¿Pero qué hacer en los entornos como el actual? Entornos en los que sentimos que no dominamos la situación: no sabemos lo que pueden durar los acontecimientos desfavorables y tampoco alcanzamos comprender qué otras consecuencias pueden acarrear. Entornos así llamados “V.U.C.A.”, como el de la cuarta revolución industrial y de la sociedad 4.0 (V.U.C.A. es acrónimo inglés cuyas letras significan respectivamente: volátil, incierto, complejo, y ambiguo).
La resistencia no basta. En estos entornos es preferible optar por estrategias como la resiliencia que, pese a no dotarnos de soluciones inmediatas para resolver la situación, nos permite al menos procesarla de una manera más saludable y equilibrada, ayudándonos a aprender de las circunstancias para, poco a poco, encontrar la manera de afrontarlas creciendo en ellas y a través de ellas. El rechazo subyacente a la resistencia, por el contrario, puede llevarnos a no poner el interés y la curiosidad suficiente y necesaria para buscar resortes ante una situación que se nos escapa del control.
Salvaguardar el equilibrio emocional y mental en situaciones de crisis profunda, donde en lo material las pérdidas pueden ser ingentes, representa un valioso cortafuego para lograr que nos afecten lo menos posible (ojo: no hablo de evitar que nos afecten) y gestionar que el dolor son que se convierta en angustia y sufrimiento.
No siempre podemos elegir lo que nos sucede, pero siempre podemos escoger la forma de afrontarlo: la manera y la actitud de procesar los acontecimientos.
Como decía un viejo sabio chino:
- “No se preocupen de lo que no pueden controlar. En realidad, nada está bajo control”.
Ni lo estuvo alguna vez, añadiría yo.
Roberto Crobu es psicólogo