MURCIA. “No sé quién me ha traído al mundo, ni qué es el mundo, ni qué soy yo mismo; me hallo en una terrible ignorancia de todo; no sé lo que es mi cuerpo, qué mis sentidos, qué mi alma, ni qué esa misma parte del yo que piensa lo que digo, que reflexiona sobre todo y sobre sí misma, y no se conoce a sí misma mejor que al resto. Veo estos terribles espacios del universo que me envuelven, y me veo afectado a un rincón de esta vasta extensión, sin que sepa por qué estoy colocado en este lugar más bien que en otro, ni por qué este breve lapso que me ha sido dado para vivir, me ha sido asignado más bien en este punto que en otro de la eternidad que me ha precedido y de toda la que me sigue. No veo por ninguna parte sino infinidades, que me envuelven como un átomo y como una sombra que no dura sino un instante para no volver. Lo único que conozco es que pronto voy a morir, pero lo que más ignoro es esta misma muerte que no soy capaz de evitar”. El matemático, físico, filósofo y teólogo francés Blaise Pascal abría así un párrafo de sus Pensamientos.
Pascal es conocido por sus contribuciones en plano teórico como la teoría de la probabilidad y el desarrollo de pensamiento filosófico que publicó tras un trastorno depresivo y una experiencia religiosa profunda en 1654, pero esa “terrible ignorancia respecto a todo”, expresión del aguijonazo que impulsa a la lucidez que conlleva un invento, le causó la inquietud suficiente para inventar una calculadora mecánica —la pascalina, la primera calculadora que funcionaba a base de ruedas y engranajes—, la jeringuilla, la prensa hidraúlica y una ruleta, así como un protoservicio de autobuses públicos.
En Cosas (y) materiales. La magia de los objetos que nos rodean (Turner, 2017) Mark Miodownik, ganador del premio Winton de la Royal Society al mejor libro de ciencias, explora algunos de los inventos que pueblan nuestra cotidianeidad desde lo más básico, el material del que están compuestos. Ganador del premio Winton de la Royal Society al mejor libro de ciencias. Cosas (y) materiales nos muestra los datos ocultos y las historias del papel, el cristal, la porcelana, el chocolate o el hormigón con la mirada de un científico y el asombro de un infante.
“(Los materiales) son mucho más que los fragmentos de materia de diferentes colores que vemos. Los materiales expresan y de manera compleja, las necesidades y los deseos humanos. Para crearlos –para satisfacer la necesidad de ropa y cobijo o el deseo de comer chocolate y ver películas– hay que hacer algo extraordinario: investigar a fondo su estructura interna (…) Parece alquimia, pero con un conjunto limitado de componentes atómicos se pueden, en efecto, crear materiales con propiedades muy diferentes (…) Es difícil exagerar la importancia tecnológica –y también filosófica- del siguiente principio de la ciencia de los materiales: conocer la composición química básica de los materiales no basta para entenderlos. Sin esta idea no habría podido construirse el mundo en el que vivimos”.
La misma editorial, Turner, ha rescatado en los últimos años tres libros que ponen en relevancia la importancia histórica de Nikola Tesla para la cultura del invento: Nikola Tesla. El genio al que le robaron la luz —la primera biografía que se publica en español sobre uno de los personajes más influyentes de la ciencia contemporánea. Un trabajo de la escritora norteamericana Margaret Cheney—; Yo y la energía — volumen que recoge dos de los textos más importantes del propio Tesla y Firmado: Nikola Tesla. Escritos y cartas, 1890-1943, libro que recopila la producción de cartas del inventor a su familia, narrando sus éxitos y planes; cartas a sus jefes y patronos, contando sus proyectos y sueños; cartas a los amigos, cartas a los periódicos y hasta cartas con quejas y peticiones de dinero.
Hay información sobre la génesis de los grandes inventos más allá de las preguntas del Trivial. Hay nombres propios más allá de Leonardo Da Vincci, Thomas Edison o Louis Pasteur. Hay pequeños inventos casi anónimos que son parte intrínseca de nuestro día a día. También hay una buena pila de libros, documentales, podcasts y otros artefactos de contenido que comunican la cultura del invento. ¡Pero qué invento es esto! es el podcast de RNE conducido por Guillermo Summers G., quien aborda con un toque de humor la historia de los inventos más relevantes de todos los tiempos. Desde el bolígrafo a la bombilla, pasando por la cremallera, la fregona, la guillotina o la gomina.
La Escóbula de la Brújula es un podcast conversacional de Podium Podcast dedicado a la Historia, las leyendas y las tradiciones. Dentro de esa temática, el equipo que dirige Jesús Callejo dedica algunos de los episodios a narrar cómo se pergeñaron parte de los inventos que configuran nuestra historia. En el episodio 95, dedicado a los inventores hispanos, Callejo junto al experto Alejandro Polanco, analiza las creaciones de los visionarios capaces de inventar aparatos como el Talgo, las jeringuillas desechables, las calculadoras, los transbordadores, las máquinas de vapor, los submarinos o la radio. Un programa que destierra la idea de que las mentes brillantes hispanas solo saben poner palos a las cosas (el Chupa Chups, la fregona o el futbolín son inventos con acento español).
Siobhan McHugh es la fundadora de RadioDoc Review, la primera revista de análisis crítico de podcasts. McHugh considera que “Al desarrollar nuevas modalidades de documentos sonoros, el podcast ha hecho algo más que dar renovado aliento a la radio. En pocos años, la ha reinventado, al tiempo que le ha permitido forjar vínculos más estrechos con los oyentes”. En sus investigaciones se fecha la creación del primer podcast en agosto de 2004, cuando Adam Curry, un videojockey de la MTV, utilizó la especificación del RSS para poder añadir archivos al mismo.
Hedwig Eva Maria Kiesler, conocida como Hedy Lamarr, es la responsable de que el 9 de noviembre se conmemore el Día del Inventor. Lamarr, además de actriz, fue coinventora, junto a George Antheil, de un sistema primigenio que permitiría las comunicaciones inalámbricas de largas distancias. Marie Curie, Virginia Apgar o Gertrude B. Ellion son algunos de los nombres femeninos más frecuentemente nombrados en la cultura del invento. Pero hay más, claro que hay más. En este campo, la nueva literatura infantil se encarga de poner en relevancia la figura de decenas de mujeres esenciales para la ciencia. Mujeres de ciencia. 50 intrépidas pioneras que cambiaron el mundo de Rachel Ignotofsky (Nórdica libros), Las chicas son de ciencias. 25 científicas que cambiaron en mundo de Irene Cívico, Sergio Parra y Núria Aparicio (Montena) o Supermujeres, superinventoras: Ideas brillantes que transformaron nuestra vida de Sandra Uve (Lunwerg Editores) dan muestra de ello.
En el interesantísimo La edad de los prodigios, Terror y belleza en la ciencia del Romanticismo (Turner), Richard Holmes crea una crónica torrencial sobre los descubrimientos, inventos y producciones artísticas que supusieron un cisma respecto a la cultura de la humanidad antes de finales del siglo XVIII. El elenco de personajes que analiza es mayoritariamente masculino, pero Holmes destaca la figura de Mary Somerville, matemática intérprete y divulgadora que junto a Caroline Herschel fue una de las primeras mujeres en ser elegida miembro de la Royal Astronomical Society.
Aparte de la creación de productos culturales, la labor académica es esencial para divulgar la acción científica y limar el analfabetismo científico. Universidades como la del País Vasco (UPV/EHU) a través de la Cátedra de Cultura Científica, se encarga de promover el conocimiento científico y tecnológico y romper la absurda dicotomía entre ciencias y letras.