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PRIMAVERA EN LA CÁMARA / OPINIÓN

Prófugo de la democracia

29/01/2021 - 

MURCIA. Salvador Illa ha dejado el Ministerio de Sanidad en uno de los momentos más críticos que vive nuestro país desde la Guerra Civil, mientras los muertos se cuentan por miles y el sistema sanitario vive con la amenaza de un colapso cada vez más cercano. Darias sustituye a Illa, e Iceta sustituye a Darias. La pandemia sigue su curso y el electoralismo del Partido Socialista ha reinado de nuevo.

Si Puigdemont es un prófugo de la Justicia, Illa es un prófugo de la democracia: se marcha por la puerta de atrás sin comparecer ante el Congreso de los Diputados, sin rendir cuentas ante el pueblo español. Mientras tanto, toma las riendas del ministerio Carolina Darias, que en absoluto presenta el perfil técnico que tanto necesita nuestro país para vencer a la pandemia.

"illa Ha mentido, engañado y ocultado información a los ciudadanos"

Como si se tratara de un intercambio de cromos, como aquellos que muchos hacíamos de pequeños en la plaza o en el recreo, Iceta aterriza en Madrid e Illa en Barcelona: un catalán por un catalán y un incompetente por otro incompetente. El trato es justo. La cuota catalana, que antaño era representada por políticos de altura como Borrell, no termina de irse en el gobierno dirigido por los socialistas.

El nuevo ministro de Política Territorial, Miquel Iceta, afirmó en su libro La tercera vía que es positivo "reconocer a Cataluña como nación", pues tiene una "singularidad plenamente reconocida en una España nación de naciones". El desfasado discurso del PSOE (o del PSC) vuelve a sobrevolar La Moncloa de la mano un inepto como Iceta, quien no ha tenido reparo en confesar su preferencia por el referéndum y a los indultos a los golpistas del 1 de octubre. Dudo que la labor de Iceta se centre en resolver los problemas de infrafinanciación, la "España vacía", la pobreza interterritorial o el acercamiento autonómico a una Europa cada día algo más debilitada por los nacionalismos que el nuevo ministro defiende públicamente.

Sin embargo, me preocupa de una manera sobrecogedora la manera en que Salvador Illa, que de salvador únicamente tiene el nombre, ha abandonado el Gobierno de la Nación, aunque el presidente Sánchez lo califique de "desafío apasionante", ofreciendo un rostro amable que ha quedado impune por sus fechorías. Illa no rindió cuentas cuando debía dar paso a los técnicos, ni lo hizo cuando mintió con el afamado e imaginario Comité de Expertos. Tampoco lo hizo cuando vetó a la prensa en sus declaraciones o cuando se evidenciaba la falta de transparencia por el recuento de fallecidos y contagiados durante los once meses de pandemia.

Pretende ser elegido democráticamente aquel que repudia la democracia, la rendición de cuentas, la transparencia, el buen gobierno y la verdad. Ha mentido, engañado y ocultado información a los ciudadanos. Una sociedad democráticamente sana debería exterminar de facto toda conducta similar a esta, independientemente del político que actuara así, fuera cual fuese su color. Sin embargo, me temo que la autocrítica, sobre todo, en la izquierda actual de este país, es un bien muy escaso, pues el orgullo, que más bien es egolatría, nubla la vista de muchos con pétalos de rosa cada día más marchitos.

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