¿Y TÚ QUÉ MIRAS?

Los problemas de 'El problema de los tres cuerpos'

5/04/2024 - 

MURCIA. A ratos apasionante y a ratos todo lo contrario, la adaptación de la famosa novela de ciencia ficción del chino Liu Cixin, primera parte de una trilogía, resulta una serie desigual, que combina momentos excelentes con otros rutinarios y frustrantes. Es como si la inestabilidad asociada a un sistema de tres cuerpos, tal como plantea el famoso problema físico al que hace referencia el título, se hubiera contagiado a la serie. Cierto es que a partir del tercer capítulo se hace más interesante en general, aunque no deja de ser llamativo que uno de los momentos culminantes, en concreto cuando un experimento crucial que se lleva a cabo en la historia se prueba, nos pille más bien indiferentes y no con el alma en vilo, las pulsaciones aceleradas y al borde del asiento, que es lo que le tocaría. Eso que tantas veces David Benioff y D. B. Weiss, los creadores de esta serie, consiguieron con su anterior título, nada menos que Juego de Tronos

En parte, de eso tiene la culpa la caracterización de los personajes, algo en lo que triunfó absolutamente la adaptación de las obras de las novelas George R.R. Martin, donde hasta los dragones nos importaban. Aquí, salvo el investigador interpretado por Benedict Wong, y Ye Wenjie, la científica encarnada por Rosalind Chao, y poco más, el resto nos dan un poco igual. Planos, poco definidos y con escaso carisma, no nos conmueve lo que les pase y las relaciones entre ellos. Y sin personajes, lo siento, no tienes nada, lo hemos dicho mil veces, por muchos misterios científicos con aire de thriller y efectos especiales carísimos y molones que despliegues. No es problema de los actores, sino de la concepción de los personajes: intérpretes tan solventes y dúctiles como Liam Cunningham o Jonathan Pryce tienen poco a lo que agarrarse. Parece mentira que Benioff y Weiss hayan cuidado tan poco este aspecto, crucial para el éxito planetario y la calidad de Juego de Tronos. 

Y eso que no está nada mal esa idea de que los científicos están desencantados del mundo viendo que no les hace caso y que la ciencia no parece importarle a nadie. De hecho, es estupenda, pero no está bien desarrollada. Se plantea con mucha potencia al principio, tanto en la acción que transcurre en China en los años de Mao, como la que sucede en el presente en Reino Unido. El problema es que no está bien desarrollada y acaba sin fuerza, subsumida por las idas y venidas y los líos del grupo de científicos protagonista, mucho menos interesante. El componente de thriller atrapa, solo que luego se pierde, y los enigmas iniciales son atractivos y abren nuestra ansia de saber más, pero, de algún modo, pierden fuelle. 

No ayuda una parte que, a priori, debería ser espectacular, pero que resulta más bien anticlimática. Me refiero al mundo de realidad virtual en el que algunos personajes deben entrar para empezar a entender lo que está sucediendo. Ese mundo, lo que allí sucede y su interacción con los científicos es narrativamente muy relevante, pero en su dimensión estética y audiovisual no acaba de funcionar; se percibe como un añadido tosco y, sobre todo, muchas veces visto en películas y series. 

Que a ratos la serie no funcione también tiene que ver con cierta dificultad a la hora de entender algunas cosas, no solo de orden científico. ¿Quién diablos es Wade? ¿Por qué tiene tanto poder? ¿Qué pasa en el resto del mundo? No basta con ver en las pantallas que rodean a los personajes imágenes de disturbios por aquí, sectas por allá y políticos hablando. ¿Qué hacen los gobernantes del mundo? Ante la catástrofe futura que se avecina ¿nadie más actúa? Son cosas en las que no puedes dejar de pensar, metida en un relato de ciencia ficción que plantea un desafío tan grande y con tantas implicaciones políticas, éticas y humanistas que, asombrosamente, escamotea aspectos fundamentales.

Pero lo cierto es que la serie, de vez en cuando, nos compensa con escenas que nos absorben, tanto en lo visual como en lo narrativo, como lo que sucede con un barco en el capítulo 5, titulado “El Juicio Final”. Hay suspense, hay tensión, hay emoción, hay dolor, y sentimos que algo relevante se está jugando en esos momentos. Es todo eso que no trasmite, como les decía al principio, la secuencia en la que se lleva a cabo el experimento crucial que había ocupado las vidas de los protagonistas durante mucho tiempo, un clímax sorprendentemente fallido. 

Llegada a este punto, me doy cuenta de que he expuesto sobre todo lo que no funciona y casi no he dicho nada de lo que sí lo hace, que lo hay. El resumen sería el siguiente: vista globalmente su primera temporada con sus ocho episodios, la serie es entretenida y, a veces, apasionante y consigue arrastrarnos, pero también resulta decepcionante por las enormes posibilidades que contiene y que no acaban de cuajar. Si no se espera mucho de ella, vale, pero su ambición era claramente otra. Viéndola, sientes que debería ser memorable, pero no lo es. Veremos si hay segunda temporada y algunas de estas debilidades se subsanan, para convertirse en la gran serie que debería ser.