Al margen del momento vital de cada uno, casi todos sabemos que en esta época llegan dos cosas: el calor y los exámenes, principalmente la famosa y temida Selectividad, que como casi todo ha cambiado de nombre varias veces, todos bastante terribles
La selectividad se celebra estos días, la clásica prueba que como su nombre indica debe seleccionar los perfiles de alumnos para las diferentes carreras universitarias. Una serie de exámenes sobre las materias que han cursado en los últimos años para evaluar sus conocimientos y de ahí poder acceder a una u otra carrera. En muchos casos se da la compleja situación entre lo que uno quiere estudiar y la nota que obtiene de la media entre su bachillerato y su examen de selectivo en relación con las notas exigidas en las diferentes carreras universitarias.
Sin duda y pese a la juventud de quienes se enfrentan a esta prueba, lo natural es tener 17 o 18 años, es un momento crucial en la vida de cada uno, pues los estudios nos orientarán a una trayectoria profesional y en consecuencia vital, si bien siempre existe la posibilidad de cursar otras carreras o de completar y encauzar los intereses y pasiones de cada uno con los postgrados, es decir, los master que ofrecen una amplia variedad de temáticas para focalizar las áreas donde prefieres desarrollar tu carrera laboral.
Las palabras, los conceptos, los nombres sí que importan o al menos deberían importar. Si en español se denominaba Selectividad es porque selecciona a perfiles para distintas carreras, pero han ido creando acrónimos con las palabras evaluando, prueba, acceso y universidad, quizá más descriptivos, pero sin duda menos significativos. Si miramos como denominan nuestros hermanos italianos esta prueba, vemos el gran valor y significado que tiene: maturità, es decir, madurez. Porque realmente los alumnos que realizan este examen demuestran que pasan de la escuela a la universidad, de la minoría a la mayoría de edad y en definitiva debe ser una prueba de aprendizaje, de cultura y en consecuencia de madurez para afrontar la vida como adultos.
Frente a esta realidad universal, cada ley educativa que aprueban los gobiernos socialistas españoles degrada más el mérito, el esfuerzo y la disciplina. Se cometen tantas tropelías, desde pasar de curso con varios suspensos a promover una educación sin memoria, en su más amplio significado, sin recordar la verdadera historia y sin fomentar el estudio y recuerdo de las cosas. Ambas cosas son fundamentales para los primeros años de estudio, para formarnos como personas con criterio y cultura. La cuestión es que frente a lo debería ser, cada vez la ideología y las ocurrencias han pervertido y deteriorado nuestro sistema educativo, especialmente en lo que ahora se llama primaria y secundaria y el bachillerato.
Los exámenes deben poner a prueba los conocimientos y la destreza de los examinados, las preguntas a veces tienen una segunda lectura, una evidente dificultad, pero no deberíamos jugar con la ideología para buscar respuestas a medida. En las pruebas de selectivo de este año que están realizándose, han preguntado literalmente: "Compare el proceso político y legal de democratización política en España en 1931 y en 1977-1978". Fácilmente podemos deducir de esta cuestión que existe un paralelismo, entre una experiencia que quienes la vivieron reconocen su fracaso y que desembocó en una Guerra Civil y una Transición ejemplar que nos ha llevado a las décadas de mayor paz y prosperidad. Aún recuerdo el testimonio de mi abuelo que estuvo en el bando republicano que me decía “Chiquet, aquello era un desastre y las diferentes facciones políticas y sindicales estaban enfrentadas entre sí, la CNT y la UGT".
La manipulación ideológica en los exámenes, y en unas pruebas tan importantes, así como la clara línea de muchos de los examinadores no es algo de ahora. Recuerdo perfectamente uno de los comentarios de texto en mis exámenes de selectividad, en el que mejor nota obtuve. No dudé en explicar lo que intuía que el docente querría leer: se trataba de comentar el contexto político y social de una obra de teatro durante el franquismo, ya se imaginan el final. Hay una excesiva inclinación a moldear a los jóvenes desde las aulas, y pese a que la juventud se guía por diversos valores o actitudes como la rebeldía o la indiferencia, estaría bien que la cordura volviera a guiar el universo académico y que nuestra educación pública fuera realmente de excelencia.