MURCIA. Si hay una voz en la que puedan convivir dos estilos tan distintos como el flamenco y el soul, esa es la de Pitingo. Su Soulería de ida y vuelta llegaba a la Catedral del Cante con el respeto que el cantante le profesa a este templo que le vio nacer como artista en 2004, cuando salió de La Unión con el premio a Cantaor Revelación. Este martes pasado, veinte años más tarde y con aforo completo, Pitingo tenía claro que el concierto iría dedicado a los grandes maestros que estuvieron con él en esos primeros años y que ya no pueden acompañarle, como son Enrique Morente y Juan Habichuela, entre muchos otros.
Con una voz templada que demostraba que conocía muy bien las tablas que pisaba, a capella consiguio que los nervios y la ilusión que traía hasta esta tierra se hicieran amigos y le permitieran disfrutar de una noche especial, en la que el público se entregó a Pitingo. Su parte más ortodoxa abría el concierto por soleá y seguiriya, solo acompañado por la guitarra de Jesús Nuñez, siguiendo por malagueñas con el acompañamiento de parte de su banda, que incluía vientos y seis coristas.
A grito de 'Soulería' la noche fue cogiendo ritmo. "Para mí es una noche muy feliz, porque son veinte años de carrera desde que todo empezó aquí, concursando", confesaba al público, mostrando orgulloso en su americana el 'Castillete de Oro' que solo unas horas antes había recibido. "Para mí el verdadero premio es que después de veinte años pueda seguir aquí con ustedes y que me sigan apoyando, y llevar el flamenco por el mundo entero", añadía. Y citó a Paco de Lucía, a Enrique Morente y Juan Habichuela para agradecerles su apoyo, así como a La Unión y su festival que su nombre pueda verse en la 'Avenida del Flamenco' junto a sus referentes y maestros.
Durante el concierto, Pitingo se aplicó uno de sus principios: "Al flamenco hay que darle personalidad y no se puede imitar". Porque lo que toca Pitingo, tiene su sello. Así que se atrevió a presentar en primicia su versión de Con los años que me quedan y a versionar a Jon Secada con Ángel que dedicó a su mujer.
Los momentos de gospel fueron apareciendo gracias a su coro y sus músicos, que convivieron con otras versiones de temas populares como A puro dolor que emocionó en el Antiguo Mercado Público, o su Cucurrucucu solo a guitarra y voz.
Aprovechó para hablar de su mestizaje y de la historia de su familia, esa que parte de la curiosidad de "un padre Guardia Civil y una madre gitana". Fue con el Stand by me de Ben E King cuando los chasquidos de los dedos de las más de 1.000 personas que allí se congregaron sonaron a la vez, así como sus voces, con un coro que arropó al cantante. Animó a seguir con el ritmo, a "no tener vergüenza", y el público respondió poniéndose en pie con Guantanamera, Kimbara y su versión del Killing me softly. Fue entonces cuando admitió un "sois el mejor público del mundo". Y no fue peloteo.
Se fue del escenario "como se van los gitanos": por bulerías. El fin de fiesta llevó al público a despedir en pie a uno de los artistas que más orgullo produce al Cante de las Minas.
Victorino Martín, presidente de la Fundación Toro de Lidia, recogerá el ‘'Castillete de Oro' este miércoles por la tarde. El Salón de Actos de la Casa del Piñón se abrirá al público a las 20.00 horas para hacer entrega del último 'Castillete de Oro' de la 63ª edición del Festival. Tras el acto, tendrá lugar una tertulia en la que intervendrá Pepín Liria y presentará Pepe Castillo.
Además, la 'Catedral del Cante' se abrirá al talento flamenco, acogiendo a artistas en cante, toque, baile e instrumentación. Será la primera de tres noches mágicas donde los artistas disputan los reconocidos premios: el 'Bordón Minero', el 'Filón', el 'Desplante' masculino y femenino, y la célebre 'Lámpara Minera’.
La 'madruga' llegará al Café Cantante con la cantaora Rocío Martínez, el guitarrista Antonio Mateo y la bailaora Lorena Jiménez.